"Estoy muy contento de ver que esos mierdas de socialistas han sido aplastados en las elecciones francesas", le escribió desde Chitral el español Jordi Magraner a su hermana Esperanza el 29 de abril de 2002. Aunque no lo dijera abiertamente en el correo, el aventurero de origen valenciano no solo celebraba la aniquilación política de Lionel Jospin, sino la sorpresiva irrupción en la escena electoral francesa del Frente Nacional.
"¡A esos burros (socialistas) les gustan tanto los musulmanes! Realmente, no entiendo a esta gente de izquierdas. Siempre están defendiendo lo peor. Necesitan disturbios sociales para existir. Afganistán es una polvoreda y los Taliban no han desaparecido. […] Llegan millones de ayuda humanitaria para esos mierdas de fundamentalistas y nosotros tenemos problemas para encontrar fondos para tres mil personas que viven en democracia".
Esos tres millares de personas que mencionaba en su misiva el valenciano cuatro meses antes de que fuera hallado degollado en su casa de Chitral son el pueblo kalash, una pequeña minoría del Pakistán que aún mantiene vivas cierta fe animista y politeísta influida por las creencias del Nuristán preislámico. En las fechas de su asesinato, Jordi poseía ya una bien merecida reputación en los círculos criptozoológicos occidentales porque había pasado doce años yendo y viniendo de Valence (la ciudad francesa a la que su familia española emigró con él cuando era niño) a las regiones kalash del Hindu Kush con la esperanza de ver al yeti, conocido en aquellas tierras como 'barmanu'.

Jordi Magraner, fotografiado en Pakistán.
Era, por así decirlo, un firme creyente en su existencia, a su juicio conectada a un rastro perdido de antiguos homínidos emparentados con los neanderthales. Su inicial interés por el abominable hombre de las nieves se fue luego ampliando con otro firme compromiso emocional e intelectual con los kalash, entre quienes terminó mimetizándose tras mudarse al valle de Bumburet (Chitral).
Antiislamista con 'hijos' musulmanes
Aunque había nacido en Casablanca un par de años después de la independencia del protectorado, Jordi arremetía con frecuencia contra los musulmanes y dejaba entrever las simpatías ultraderechistas que compartía con su hermano Andrés, un entusiasta seguidor de Le Pen que odiaba que su madre tuviera que vivir rodeada de magrebíes en un barrio periférico de inmigrantes de Valence. Fue precisamente en Fontbarlettes donde creció el valenciano junto a sus parientes.
Todo cuanto rodea la vida y muerte de Magraner es fascinante y ello incluye sus contradicciones. Así, por ejemplo, sus inclinaciones islamofóbicas no impedían que terciara en cierta ocasión para ayudar al hijo de un mulá a que le viera un médico kalash o que, al poco de instalarse en Chitral, tomara "bajo su tutela" a un niño musulmán llamado Shamsu Rahman. Lo que nadie ha tenido nunca claro es en qué consistía exactamente esa tutela.
Magraner se refería a sí mismo como su mentor, pero muchos de sus vecinos y la práctica totalidad de la comunidad de expatriados españoles y franceses que vivían en Pakistán en el momento de su muerte asumieron la tesis de que Jordi era un pedófilo que mantuvo inapropiadas relaciones sexuales con los dos chiquitos a los que tomó bajo su ala como una mezcla de criados, pupilos, hijos adoptivos y algo más.
Lo más extraordinario es que, tras su asesinato, se publicaron centenares de informaciones en la prensa francesa y española y la totalidad de ellas ignoraba por completo una de las razones más plausibles para explicar el móvil o los móviles del crimen. "He evitado que Jordi sea calificado como un pedófilo y que su muerte sea descrita como una venganza cometida por terceras partes con una relación pedófila como transfondo", le escribió a Esperanza Magraner el 1 de octubre de 2003 el holandés Gyuri Fritsche, íntimo amigo de la víctima.
"El móvil del crimen pasional pedófilo ha sido un rumor persistente desde el primer día en que fui a averiguar qué había ocurrido [3 de agosto de 2002] y fui usado por la policía de Chitral en un intento de describir el asesinato de ese modo. Por el momento, ellos han abandonado esta línea oficial y prefieren referirse a lo ocurrido como un asesinado motivado por el dinero lo que yo llamo su Plan B".

Jordi Magraner, en el Hindu Kush.
El rumor pedófilico
En ese mismo correo dirigido a Esperanza, el holandés prosigue: "Desafortunadamente, la hipótesis del crimen motivado por un transfondo de relaciones sexuales pedofílicas es la que ha estado circulando en los círculos de las embajadas de Islamabad y entre los expatriados de la capital y de Peshawar. Y parece que es un rumor muy poderoso que ha bloqueado cualquier otro intento serio de esclarecer lo ocurrido por parte de círculos oficiales como las embajadas".
Y en efecto, así era. Cuando un periodista se interesaba hace ahora veintidós años por lo ocurrido —como, de hecho, hicimos— y preguntaba a algunos de los funcionarios españoles del Ministerio de Asuntos Exteriores en Pakistán a propósito de lo acaecido, obtenía de manera inequívoca una misma versión de esos episodios: "A Jordi y al otro niño que acababa de tomar bajo su tutela, los asesinaron Shamsu Rahman, su hermano Jalil o alguien del círculo de ambos porque se sentían desplazados y marginados".
Al calor de esa interpretación se asumía que Shamsu, a quien Jordi tomó bajo su cuidado cuando tenía doce años, estaba celoso porque, al hacerse adulto, había sido reemplazado por otro niño kalash llamado Wazir Ali Sha, a quien también hallaron muerto casi un día y medio después de que encontraran el cuerpo de Magraner.
Esta hipótesis que la conservadora familia del español descartó desde el primer día era probablemente una de las más consistentes y no excluía el dinero y la ambición económica como móvil paralelo y solapado a la venganza pasional del asesinato. De hecho, fue justamente Jalil, el hermano de Shamsu, quien se quedó al principio con la mayoría de los bienes de Magraner, y eso incluía su Jeep.
Al devoto de Le Pen, Andrés Magraner, le incomodaba incluso hablar de la presunta homosexualidad —reprimida— de Jordi. Con más motivo, lo de sus tendencias pedofílicas era tabú entre los parientes y todavía más, con la madre viva. No podían admitir nada que ensombreciera su vida apasionante y las gestas casi épicas del español, a quien solía fotografiársele ataviado a lo kalash sobre un caballo con el que se atrevía a franquear las permeables fronteras afganas en una zona bajo la influencia de los Taliban.
Además, se resistían a creer que Shamsu hubiera sido capaz de tomar parte en un crimen claramente premeditado porque, en su opinión, ambos se querían "como hermanos". Toda la familia Magraner le conocía bien porque Jordi se lo trajo a Valence un par de veces.

Carta dirigida por el holandés Fritsche, amigo del español, a la familia de Jordi, donde asegura que el embajador español apoyaba la tesis de la pedofilia de Magraner como causa de la muerte.
"Es un asco terrible que la hipótesis de la pedofilia se pueda leer en Internet", aseguraba Andrés en 2007. "Mi hermano tenía buena educación y trataba a Wazir como antes había tratado a Shamsu. ¡Como un mentor a su alumno!". Pero lo cierto es que esa tesis que tanto incomodaba a Andrés o a Esperanza fue precisamente la que, según los amigos de Jordi, las autoridades españoles dieron en su día por buena, aunque no llegaran a oficializarlo.
Hay cierto párrafo particularmente revelador en la antes citada carta que le dirigió en 2003 el holandés Gyuri Fritsche a Esperanza: "Para ilustrar por qué esta es una historia auténticamente poderosa, déjame decirte que cuando el señor Siraj Ulmuk, dueño del Hotel Heights de Chitral, se encontró durante una fiesta en Rawalpindi a principios de este año con el embajador español en Pakistán y se interesó por lo que habían hecho para resolver la muerte de Jordi, el diplomático le respondió que era un crimen pasional y que eso le había quitado las ganas de seguir pidiendo explicaciones".
"Lo divertido de esta historia sobre la pedofilia de Jordi es que todos lo que, como yo, le conocimos de cerca nos mostramos incrédulos, mientras que el resto de la gente que no le conocieron o tenían una mala relación con él piensan que esa es la auténtica razón por la que le mataron", concluye el holandés. Entre las supuestas causas del rumor, llegó incluso a aducirse que había sido extendido por una marroquí que ambicionaba cierto empleo que una organización francesa le ofreció al valenciano.
Eso es claramente inexacto porque la presunta pedofilia de Magraner era un secreto a voces incluso entre la comunidad de musulmanes de Chitral. Muchos daban por hecho que se acostó con los dos niños que tomó bajo su tutela, lo cual no es del todo raro en aquel entorno cultural, donde los señores hacen y disponen de sus criados o criadas a su antojo sin que se sepa bien jamás lo que sucede de las puertas adentro. Shamsu ha negado siempre que se acostara con Magraner, claro que por qué habría de admitirlo.

Copia del informe forense sobre el asesinato de Magraner.
Un delito impune
Han transcurrido algo más de veintidós años desde su asesinato y es obvio que el delito va a quedar impune de por siempre, salvo que alguno de los directamente involucrados se decida finalmente a confesar, lo que resulta hartamente improbable. La policía actuó en su día de una forma tan deliberadamente estúpida que llegó incluso a sugerirse que el crimen había sido organizado por el propio gobierno del Pakistán para impedir que Jordi espiara para los franceses en un área fronteriza con una fuerte presencia de los Taliban, con quien Islamabad mantenía vínculos ocultos.
Aducían, entre otras cosas, que Jordi había sido asesinado por un profesional, atendiendo al tajo certero que le habían dado en la laringe para impedir que gritara. En realidad, Jordi fue degollado como un cordero. Cualquier matarife del Hindu Kush podría haber perpetrado un tajo así en la soledad de las montañas.
Ha habido desde entonces varios intentos periodísticos y personales más o menos torpes de esclarecer lo sucedido pero los enigmas iniciales prevalecen intactos, manteniendo a su vez todavía incólume el secreto que ensombrece uno de los asesinatos de españoles más fascinantes de la criminología patria. La carismática personalidad de Jordi y su insólita existencia no hace sino fortalecer el aura de misterio de lo ocurrido en Chitral.
¿Qué es lo que a día de hoy podemos dar por cierto? Lo mismo que hace veinte años. Que este hijo de republicanos reconvertidos en ultraderechistas fue encontrado degollado con un cuchillo el 2 de agosto de 2022 junto a un niño al que tomó como su pupilo y su criado. Andrés era de la opinión de que el chiquillo fue la víctima colateral del crimen. "¿Por que habían de matar a un niño de 12 años si no es porque conocía a los autores del asesinato?", sostenía siempre el hermano de Jordi. Y he ahí, en efecto, una de las certezas que rodean al asesinato.

Últimas notas de Magraner halladas sobre su mesa tras el asesinato. Tenía pendiente comprobar dos testimonios de avistamiento del yeti, a quien conectaba con los neandhertales.
Quien quiera que acabó con el francés de origen valenciano le conocía porque su cuerpo fue encontrado apoyado sobre la mesa del despacho en el que trabajaba. Él sólo franqueaba esa parte de su casa a sus allegados y no hallaron otras heridas defensivas, más allá de algunos arañazos en su mano. Lo más probable es que reaccionó de manera automática cuando su asesino le sujetó por la cabeza para cortarle la laringe.
La última persona que supuestamente le vio con vida y la primera en hallar su cuerpo fue precisamente Shamsu. Aunque Jordi le había reemplazado por un niño, seguía manteniendo relaciones cordiales con él y, algo menos, con su hermano.
Al despacho de Jordi tenían también acceso, además de Shamsu y de Jalil, el propietario de la casa donde vivía el valenciano, un kalash llamado Abdul Jaliq al que la policía mantuvo durante mucho tiempo en su lista de sospechosos. Pensar que fuera él es, de entrada, ridículo. Carecía de móvil y, en cierta manera, fue uno de los más perjudicados por su muerte porque dejó de percibir el alquiler. Jaliq tenía claro que Shamsu y que Jalil tuvieron algún papel en el asesinato, si es que no fueron los autores del crimen (supuestamente, Shamsu le franqueó la puerta a su hermano y Jalil le dio el tajo mortal).
Magraner tenía también a su servicio otros dos empleados, uno de los cuales era un afgano que desapareció tras su asesinato y al que trataron igualmente de inculpar. Lo más probable es que reparara en el asesinato o fuera testigo indirecto de lo ocurrido y saliera huyendo para no ser acusado de ese crimen por la poco escrupulosa policía de Chitral.
Entre las distintas especulaciones que se airearon tras su muerte, se dijo que podría haber sido la víctima de fundamentalistas o de los Taliban. Ninguna de las tesis que sugiere que podría haber sido asesinado por extremistas musulmanes se sostiene de forma consistente porque, como dejamos dicho arriba, quien quiera que lo matara formaba parte de su círculo personal.
La familia de Jordi, y más concretamente Andrés, se inclinaba al principio por la posibilidad de que fuera alguna clase de venganza del comisionado del gobierno de Paquistán en Chitral, con quien el valenciano había tenido varios encontronazos. Eso podría explicar la laxitud y las conductas dudosas de una policía que tardó un día y medio en hallar oficialmente el cuerpo del criado de Magraner, también asesinado, pese a que se hallaba desangrado en un cuarto contiguo, a menos de cinco metros de donde mataron al criptozoólogo.

Un recorte francés de prensa sobre el asesinato de Jordi Magraner, del que se hicieron eco publicaciones de muchos países.
Crimen pasional
A la familia le produce un rechazo visceral y emocional que se sugiera tan siquiera el crimen pasional de naturaleza pedofílica, pero lo cierto es que, unas horas antes de que la mataran, Jordi mantuvo una acalorada discusión con Jalil, el hermano de Shamsu, que cualquier detective occidental hubiera considerado un detonante poderoso de lo que sucedió después, especialmente cuando se combina con el hecho de que ambos tenían acceso al 'castillo' de Jordi y a la circunstancia de que, pedófilo o no, habían sido ligeramente relegados por el español tras la llegada del chiquito kalash luego asesinado. Estaban celosos.
Junto a la mesa de Magraner se encontraron cintas con decenas de entrevistas a lugareños que aseguraban haber visto a la esquiva criatura cuyas huellas dijo ver y cuyos gritos pretendió escuchar alguna vez. Sobre uno de los documentos que obran en poder de EL ESPAÑOL dejó escrito en francés: "Comprobar dos de los testimonios sobre avistamientos del barmanu". En la columna anexa, hizo varias anotaciones sobre los kilos de comida que le quedaban para los caballos y un proyecto de libro sobre una lengua afgana.
Los dos últimos correos que le dirigió a su hermana hablaban en tono perentorio de lo que siempre más le preocupaba: dinero para mantener a flote la búsqueda del elusivo hombre peludo. "Estoy en la mierda", le escribió diez días antes de que lo encontraran muerto. Nunca llegó a ver a ese maloliente homínido. Pero repetía siempre a quien quería oírle. "Sé que está ahí fuera".