
Furby en venta por 450€
Furbys y Tamagotchis a más de 500 €: los juguetes que tiraste a la basura en los 2000, hoy pueden valer una fortuna
La nostalgia remueve carteras, y juguetes de hace apenas veinte años se están vendiendo a precios desorbitados en plataformas como Wallapop
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El valor de los objetos es el que los humanos queremos darle, su precio es un fantasma de nuestro subconsciente. En Indiana Jones y la última cruzada, el famoso cazatesoros se arriesga la vida por el Santo Grial. Una copa que cumple la misma función que un vaso de cubata.
La Mona Lisa podría no es más que una sucesión de pinceladas de tinta, al igual que el destrozo del ecce homo de Borja, o el rayajo de un niño en la pared. ¿Por qué un tamagotchi iba a ser menos que la piedra filosofal? Con el auge de las plataformas de compraventa, el coleccionismo de juguetes está en alza, y hay quien paga cantidades desorbitadas para hacerse con reliquias de plástico.
Muñecos que en su día se regalaban en cajas de cereales hoy levantan pasiones, hasta el punto de convertirse en piezas de museo para los coleccionistas. Una obsesión que desempolva juguetes de sus cajas para publicarlos en foros de compraventa. El delirio social de la nostalgia, la varita mágica que los transforma en diamantes en bruto.
La estética retro de los años 80 lleva décadas enamorando a la sociedad. Mazinger Z, Los Gremlins, Star Wars, Regreso al Futuro… cientos de marcas de esa época han sido y son fórmulas inagotables de dinero que alimentan a la industria. Por mucho tiempo han sido el petróleo del coleccionismo friki.
No obstante, las generaciones posteriores a esa edad de oro de la cultura pop han sido testigos de un renacimiento del frikismo. Otras nuevas marcas volvieron a conquistar corazones de unos niños que ya son lo suficientemente mayores como para sentir nostalgia, y para despilfarrar dinero a su gusto. De esta forma, en plataformas como Wallapop, Milanuncios o Todocolección es posible encontrar juguetes muy cotizados de finales de los años 90 y principios de los 2000s.
Más de tres cifras. Incluso de cuatro. Es el caso de cartas de Pokémon, que han envejecido como el vino. Barajas enteras que los niños intercambiaban en los recreos hace poco menos de veinte años ahora pueden valer más de 1.000 €. La exclusividad de las cartas juega un papel crucial, si son inusuales o de Pokémon legendarios, su coste es equiparable al de unas vacaciones.
Otra mina de oro son los Furbys. Un juguete intergeneracional, con varias ediciones en el mercado. Los más reclamados, los originales de la década de los noventa. El hamster monstruoso con pico y pestañas que emitía sonidos encriptados, propios de un idioma diabólico, hoy puede llegar a costar más de 300 €. Lo mismo ocurre con el tamagotchi. El famoso llavero en el que habitaba una mascota virtual también sobrepasa las tres cifras en tiendas de segunda mano.
Otro asesino de carteras son los antiguos Gogos, pequeños monstruos de plástico del tamaño de ositos de gominola. Si son originales, con sus características bolsas, se pueden encontrar por unos 500 €. Más de uno podría plantearse escoger entre su propio riñón o un lote de coches de Hot Wheels, especialmente si son ediciones exclusivas. Los Tech Deck, unos skate en miniatura para los dedos con los que se podían realizar acrobacias en mesas y barandillas, superan la frontera de los 100 €.
No podían faltar los muñecos de los menús infantiles de Happy Meal. El hobby más obsesivo de Albert es la compraventa de artículos de colección en internet. Una de sus publicaciones en Wallapop: unos muñecos de 1994 sin desembalar del menú infantil del McDonalds. Su precio: 400 €. ¿Cómo fija esos precios? ¿Cómo sabe su cotización en el mercado? Albert compara minuciosamente los precios de productos similares en webs de coleccionistas, aunque admite que son muy volátiles. "Esto es como la bolsa, los precios suben y bajan constantemente, en función de lo que le apetezca a la gente".
La montaña rusa de precios es tan arbitraria que hay quienes los fijan en valores muy altos por si alguien muerde el anzuelo. "Hay veces que se prueba a vender artículos muy caros por si toca la campana, a veces se da el caso de que la gente pica", revela Albert. La fiebre por el coleccionismo va mucho más allá: existen foros y ferias a los que asisten cientos de personas en busca de trastos que se venden como auténticas joyas. Un fenómeno social que traspasa fronteras. Albert ha probado suerte fuera de España, con éxito: "El artículo más caro que he vendido fue por 800 € a un francés."

Almacén de colecciones de Albert
Como piezas de arte, cualquier juguete puede llegar a revalorizarse con el tiempo. Albert reconoce que, con vistas al futuro, ha llegado a desembolsar grandes cantidades de dinero por algunos juguetes. Su última gran apuesta, un exclusivo cuadro de Van Gogh hecho de Lego de edición limitada. La ilusión no ocupa espacio, pero los juguetes sí. "Mis amigos llaman a mi casa la cueva de Batman por todas las cosas que tengo acumuladas, menuda herencia que voy a dejar", bromea Albert.
La compraventa de juguetes podría parecer un mercadillo de barrio, donde la gente desecha sus pertenencias más triviales para recaudar dinero fácil. No obstante, para muchas personas es algo serio. Una religión con muchos adeptos que buscan profesionalidad en las ventas. Si algo echa en falta Albert es la seriedad por parte de los usuarios. Uno de los artículos en venta de su cuenta de Wallapop es un muñeco de los Bad Taste Bears que parodia a Darth Vader, con la ligera diferencia de que su sable láser es un dildo fluorescente. La mente del ser humano es maquiavélica, y, como era previsible, este recibió todo tipo de comentarios ajenos al mundo del coleccionismo. "A alguno le tuve que reportar", comenta Albert.
Quien sabe, tal vez los niños sean genios del emprendimiento, y sus rabietas por conseguir un peluche de la Patrulla Canina sean por una inversión de futuro. Hacerse rico es cuestión de ponerse de acuerdo con los precios. Caprichos del capitalismo.