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La familia Merino lleva más de 150 años dedicada a la enseñanza. Con cinco generaciones de docentes que han hecho de la docencia no solo una profesión, sino una forma de vida. Desde que Perseveranda Revilla, con solo 18 años, decidió ser maestra superior, su pasión por educar se ha transmitido como un legado inquebrantable.

“La enseñanza es algo vocacional que llevamos en la sangre y, si volviera a nacer, volvería a ser docente. Lo llevo en el corazón”, dice Ángel Merino, el abuelo que representa la tercera generación, se emociona al recordar cómo renunció a su trabajo en la banca por seguir su corazón y dedicarse a la docencia.

Hoy, 24 miembros de esta familia, entre profesores en activo y jubilados, siguen compartiendo conocimientos con disciplina, cariño y la convicción de que la educación transforma vidas. ‘’Nosotros no hacemos reuniones hacemos claustros familiares’’ nos confiesa entre risas Marta Isabel Merino hija de Ángel. Cada uno de ellos, desde las clases de matemáticas de Mikel Pardiñas hasta las lecciones de latín de Marta Isabel Merino, enseña con orgullo y con la mirada puesta en el futuro.

A pesar de los cambios en los métodos y las dificultades del sistema educativo, los Merino defienden su amor por la enseñanza como el motor de su historia. Mikel Pardiñas declara su “orgullo y fortuna por enseñar y por pertenecer a esta familia”.

Familia Merino

Familia Merino Cristina Villarino