Daniel García, alcalde de Labastida (izquierda), y Francisco García, 'Pacheco', edil de Baños de Ebro (derecha)

Daniel García, alcalde de Labastida (izquierda), y Francisco García, 'Pacheco', edil de Baños de Ebro (derecha) I.M.

Reportajes

Las dos aldeas galas del PP en el País Vasco: Dani y 'Pacheco', últimos alcaldes "contra el nacionalismo"

Labastida y Baños de Ebro, en Álava, son los dos únicos pueblos en manos de los populares. En esta provincia se libra la batalla más reñida del 21-A.

8 abril, 2024 02:28
Labastida/Baños de Ebro

Francisco García se presenta en la plaza del Ayuntamiento con los pantalones gastados y las botas manchadas de barro. Dice que él no es político ni aspira a serlo, que donde mejor está es en el campo, que podría estar jubilado, pero es alcalde por prestar un servicio al pueblo. Daniel García gasta otras hechuras. Es un joven con ganas, enarbola un discurso político articulado, admite que le gustaría hacer carrera en el partido, aunque de momento bastante tiene con cumplir con sus vecinos. Dos estilos diametralmente opuestos rigen estos dos municipios, separados por menos de 20 kilómetros, en los que el PP ostenta sus dos únicos cetros de la política local vasca

Son Labastida y Baños de Ebro, en la Rioja Alavesa, la parte más meridional de la provincia de Álava. Para llegar de uno a otro hay que recorrer una carretera que serpentea entre dos comunidades autónomas, ahora La Rioja ahora País Vasco, con unas extensiones comunes de viñedos que hacen de esta zona uno de los lugares más prolíficos para el vino de nuestro país. Labastida es algo más que una sucesión de tierras de cultivo, de ahí que comencemos el recorrido desde aquí. 

El pueblo es también una ermita del siglo XII, una iglesia del barroco tardío, un lugar de parada para el turismo rural y 1.500 habitantes que el año pasado votaron mayoritariamente a favor de Daniel García en las municipales. El resultado fue calcado a los de las anteriores elecciones: cuatro concejales para el PP, tres para el PNV y dos para Bildu. Pero a diferencia de aquella legislatura, esta vez las fuerzas nacionalistas no llegaron a un acuerdo y los populares consiguieron recuperar un municipio en el que gobernaron de 1995 a 2015. 

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“Yo no entendí que en el pasado se fraguara un pacto concebido únicamente bajo la lógica de nacionalismo o no nacionalismo. Creo que los modelos de PNV y Bildu poco tienen que ver, son una alianza antinatura, que en este caso se produce para que el resto no tengamos nada que decir”, sostiene Daniel desde su despacho en el Ayuntamiento. Aquí, en este edificio también barroco del siglo XVIII, es el alcalde. Fuera, sentados al sol tomando un café en la plaza, todo el mundo lo conoce como Dani. 

Asegura que la presencia de Bildu también en el pueblo ha ido creciendo, que su electorado se ha transformado, aunque eso nunca le ha ocasionado problemas. Al menos no entre los vecinos, “otra cosa es cuando en verano llegan quienes viven en las capitales de provincia, que ahí puede haber un poco más de tensión”. En ese momento, los 1.500 habitantes del municipio se pueden convertir en casi 10.000 y las diferencias políticas que la realidad local suele repeler consiguen filtrarse con los vicios de fuera. 

Daniel García frente al Ayuntamiento de Labastida

Daniel García frente al Ayuntamiento de Labastida I.M.

Él no oculta sus convicciones. Es un cachorro del PP, afiliado a las Juventudes del partido desde los 19 años, y ahora una posible apuesta de futuro a los 28. “En 2015 ya me ofrecieron ir en las listas, pero lo rechacé porque todavía estaba estudiando”. En 2019, licenciado en Administración y Dirección de Empresas, ya se presentó como cabeza de cartel y ganó, aunque no pudo gobernar. Mientras que en 2023 lo consiguió, quedándose a escasos votos de la mayoría absoluta. 

En este tiempo ya ha logrado esquivar una amenaza de moción de censura. Aunque él antepone su modelo de gestión al sentimiento identitario. “Siempre pongo el mismo ejemplo: si en una calle se funden cinco farolas, lo que necesita la gente es que se las arreglemos, no ideologías. A lo que estamos es a gestionar, a que los servicios municipales sean mejores y a que la gente no se vaya de Labastida porque no hay oportunidades. Y para eso necesitamos que nos permitan sumar a la causa y no nos arrinconen". 

Argumenta que en ese intento de moción de censura sus rivales hablaban de su partido, el PP, como “extrema derecha” por haber pactado gobiernos con Vox en Murcia o en Extremadura. “Creo que desde un ayuntamiento vasco, poco tenemos que ver con eso”, justifica. “Y luego, claro, el PNV entra a ese juego de llamarnos ultraderecha, pero cuando ha recibido los votos del PP para gobernar e impedir que llegue Bildu, ahí no les importa contar con los votos de la ultraderecha”. 

Moderado optimismo

En las próximas elecciones vascas del 21 de abril, el PP aspira al menos a mantener los seis escaños que consiguió en los anteriores comicios o incluso a mejorar algo los resultados. Con la diferencia de que en 2020 concurrieron en coalición con Ciudadanos, mientras que en esta ocasión los votos que consigan serán únicamente populares. Y en esas expectativas moderadamente optimistas, la mayor parte de sus esfuerzos se centran en Álava, donde los sondeos le otorgan cuatro escaños.

El resto de fuerzas políticas también vuelcan aquí sus campañas, ya que se trata de la provincia menos poblada y, a la vez, la más disputada. La ley electoral vasca otorga los mismos escaños (25) a las tres provincias, pese a que Álava tiene menos de la mitad de habitantes que Guipúzcoa y poco más de un tercio que Vizcaya. Y en un escenario de máxima igualdad en la cabeza entre PNV y Bildu, unos pocos votos en Álava pueden ser más decisivos que en las otras dos circunscripciones.

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A su capital, Vitoria, acudió este viernes Alberto Núñez Feijóo, que repetirá en la misma ciudad también este lunes. Un lugar convertido en símbolo para el PP vasco, ya que en las últimas elecciones se quedaron a escasos 3.000 votos de Bildu, a cientos del PSOE y por encima del PNV. El apoyo de los populares a la candidata socialista, Maider Etxebarria, sumado al del PNV fue fundamental para que el PSOE consiguiera la Alcaldía e impedir la llegada de Bildu a una capital vasca. 

Es a esos pactos a los que se refiere Daniel García, cuando eleva la mirada desde la política local. “El PNV ha sido siempre la Blancanieves de la política vasca. En Álava, donde ganaba Bildu se juntaba con el PSOE y el PP para desbancar a Bildu. Y donde ganaba el PP, se juntaba con Bildu para desalojarnos a nosotros. Por eso nosotros somos el último dique de contención contra el nacionalismo, donde nosotros seamos determinantes el debate no va ser identitario. Ante todos esos despropósitos del PNV que ahora dice ‘que viene el lobo’, nosotros ya lo venimos advirtiendo desde hace tiempo”, asevera. 

Vista panorámica de Labastida

Vista panorámica de Labastida I.M.

En su propio municipio también ha asistido a esa última conversión de Bildu, que ha dejado de hablar de independencia a toda costa y se ha alejado de las reminiscencias de ETA para abanderar un discurso social. “Han jugado con inteligencia, han sido hábiles, eso no se puede negar”, reconoce el alcalde del PP. “El punto de inflexión se produce cuando desaparece el terrorismo, ya que una parte de la gente -sobre todo jóvenes- empieza a ver el modelo del PNV como algo viejo, algo superado. Además, los vascos teníamos muchas ganas de mirarnos en otro espejo, de no vivir siempre bajo la óptica de estar en el entorno abertzale o fuera de él”. 

Aún así, el regidor cree que a los herederos de lo que fue ese movimiento comandado por Batasuna -liderado por Arnaldo Otegi e integrado ahora en Bildu- “les falta todavía dar muchos pasos y afrontar un proceso de reflexión”. Y utiliza un ejemplo: el pleno de su ayuntamiento condenó unas pintadas que habían aparecido en el pueblo contra un miembro de Bildu, pero cuando se propuso hacer lo mismo con un dirigente del PP agredido en Vitoria, los concejales abertzales votaron en contra. “Si la sociedad vasca ha avanzado con el tiempo, ellos tienen que hacer lo mismo. De esta manera, no se están haciendo un favor a sí mismos”, considera Daniel. 

A su toma de posesión asistieron los líderes del partido Carlos Iturgaiz e Iñaki Oyarzábal. Y él, Dani, no cierra las puertas a cotas más altas, como aspirar en algún momento a entrar en el Parlamento vasco. “Pues no lo sé. Más adelante, quizás, no te voy a decir que no. Pero me ha costado tanto esfuerzo llegar hasta aquí y es tan satisfactorio que los vecinos te den las gracias por arreglarles una calle, que ahora mismo no pienso en otra cosa”. No ha cumplido los 30 y en el PP vasco no tienen muchos más símbolos a los que acudir. 

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Alcalde en tierra de vinos

El otro asidero al que aferrarse está a un cuarto de hora en coche, siguiendo los meandros del Ebro y dejando atrás un sinfín de bodegas, el verdadero negocio de la zona. El río sirve de frontera natural con La Rioja y a Baños de Ebro le tocó caer del lado del País Vasco. Los viñedos se extienden superado incluso el cartel que da la bienvenida al pueblo. Quien más y quien menos tiene unas tierrecitas por aquí, porque de lo contrario muy probablemente se habría marchado ya a otro lugar más atractivo.

Francisco García, 'Pacheco', frente al Ayuntamiento

Francisco García, 'Pacheco', frente al Ayuntamiento I.M.

Francisco Javier García Pérez de Loza es uno de los que se quedaron. En realidad vive a 10 kilómetros de aquí, en Cenicero (La Rioja), el pueblo de su mujer, pero la mayor parte de sus 35 hectáreas de vid están en los alrededores de Baños de Ebro, donde se crió. “En estos sitios se vota mucho más a la persona que al partido y eso es lo que supongo que pasó en las últimas elecciones”, elucubra el alcalde. 

En ellas, ‘Pacheco’, como conoce todo el mundo “a la persona” en el pueblo, consiguió cinco de los siete concejales en juego; los otros dos fueron a parar al PNV. “Es cierto que esta zona es menos nacionalista que otras del País Vasco, pero por los alrededores te encuentras también mucho alcalde del PNV o de Bildu”, insiste. 

La charla se produce en el salón de plenos del Ayuntamiento, una sala con una mesa, ocho sillas, una foto del presidente vasco saliente Iñigo Urkullu y otra del rey… pero de Juan Carlos, no de Felipe. “Si es que una vez preguntamos para cambiarla y nos dijeron que había que pedirlo a Madrid y nos costaba 200 o 300 euros”, explica. Sus preocupaciones son otras. Comparten secretaria del ayuntamiento y médico con Villabuena y Samaniego, otros municipios con los que suman unas 800 personas. En Baños sólo hay un botiquín rural, una tienda a la que llega el pan cada día de otro pueblo, una piscina municipal, un frontón y dos bares. El colegio público está en El Ciego, a 4 kilómetros, y la ikastola en Lapuebla de Labarca, a 10. 

“Nuestro principal problema es la despoblación. Ahora mismo quedan censadas unas 300 personas, pero no paramos de bajar porque la poca gente joven se marcha y no hay relevo generacional en el campo”, detalla el alcalde. Y en esas importa aún menos las ideologías.

Vista desde un mirador de Baños de Ebro

Vista desde un mirador de Baños de Ebro I.M.

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Influye más, probablemente, la consonancia de siglas con el resto de instituciones. “En este pueblo casi siempre ha gobernado el PP y cuando la Diputación de Álava estaba en manos del PP había dinero para más cosas, pero ahora que está el PNV… digamos que no es lo mismo, que el color se nota”, mantiene

‘Pacheco’ se ríe, dice que él y su colega de Labastida son “los últimos galos de la aldea de Asterix”, pero que a él tampoco le queda tanto. “Tengo 66 años, la próxima legislatura cumplo 70 y yo ya no repito. Aquí no cobro nada, esto lo hago por amor al arte y te quita mucho tiempo. Simpatizo con el PP, pero ni estoy afiliado ni tengo carnet ni nada”, resopla. 

I.M.

El alcalde en sus bodegas de Baños de Ebro

El alcalde en sus bodegas de Baños de Ebro I.M.

Terminada la conversación, ofrece un café en el hogar del jubilado y un paseo por el pueblo en su viejo Renault lleno de trastos. Por las calles se le nota más cómodo que en unas oficinas. Es uno de esos hombres de campo que encuentra siempre algo que hacer donde un urbanita ve tierra y hierbajos. “Está la cosa tan mal que el año pasado nos salió mejor tirar la uva al suelo que hacer la vendimia”, cuenta. Y poco a poco su discurso torna del político que no es al del agricultor resignado.

Las bodegas que heredó de su padre, con las cubas para el vino construidas en piedra bajo tierra, parecen un vestigio del Imperio Romano. Mientras que en los almacenes modernos que ahora utiliza almacena el líquido que espera vender próximamente a algún productor de la zona. “Votaré al PP, sí, sí, claro, pero yo político, político no me considero. Y hoy si no estuviéramos aquí me hubiera cogido mi tractor y tan campante”, afirma. Es posible que el relevo generacional en su partido tampoco esté aquí, sino en Labastida.