Ana Cuartas sosteniendo una imagen de cuando era pequeña.

Ana Cuartas sosteniendo una imagen de cuando era pequeña. Cedida

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El padre de Ana Cuartas ya está en libertad pese a violarla durante 14 años: "Tengo miedo a verlo"

Con su padre en libertad, esta asturiana de 44 años revive el trauma de una infancia en la que los "tocamientos" eran en algo "normal". 

29 febrero, 2024 02:43

13 años después de haberse dictado sentencia, Víctor Armando Cuartas pasa su primer día fuera de la prisión provincial de Asturias (en la localidad de Villabona). En otra parte del territorio español, el desasosiego se apodera de Ana Cuartas —también conocida como Ana Currillas en redes sociales—, que cuenta a EL ESPAÑOL el terror que sufre debido a la puesta en la libertad de su padre, quien abusó sexualmente de ella durante 14 años, desde el año 1983 hasta 1996. 

"Estoy hiperalerta", confiesa Ana. Cuando su abogada le informó que su padre iba a salir de la cárcel fue todo "un mazazo". Desde ese momento, las pesadillas, los terrores nocturnos y las taquicardias por las noches se han convertido en una constante en su vida. Hoy, cuenta "estoy comiendo y tengo que ir corriendo al baño porque se me abre como el estómago y aunque no quiera vomitar, mi cuerpo lo hace". 

Su mayor miedo ahora es encontrarse con el agresor por la calle cuando vaya a visitar a su familia en Asturias. "Tengo miedo a verlo", explica. A partir de ahora, "cuando entre a una cafetería tendré que sentarme mirando hacia la puerta". Está "menos relajada" que cuando él permanecía en prisión. Y parece convencida al 99% que en los casos de los violadores, —como su padre, y haciendo también referencia al caso del jugador Dani Alves—, la reincidencia es casi segura.

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Ha agotado todos los recursos para que se pueda interponer una orden de alejamiento. "No puedo solicitarla, ni para mí, ni para mi marido, ni para mi madre, ni para mis hijos", explica. La Audiencia Provincial consideró que no la necesitaba. Ahora, la única posibilidad que se interponga es que el agresor atente contra ella o contra alguno de sus allegados. 

"Una condena, aunque sea cadena perpetua, no restaura el daño y las cárceles no están rehabilitando agresores", defiende Ana. Y afirma que aquellas personas que declaran ser neutrales en casos de abusos sexuales o violación "están tomando partido por el agresor". Esa situación es muy familiar para ella, en todos los sentidos. 

Cuando decidió romper el silencio y presentar la querella contra su padre, se encontró con el rechazo de algunos familiares. La hermana de su padre y su hermano —e incluso su abuela paterna— salieron en defensa de su padre declarando ser neutrales, aun sabiendo que Víctor Armando Cuartas era culpable.

Fotografía de Ana Cuartas cuando era niña.

Fotografía de Ana Cuartas cuando era niña. Cedida

De hecho, tal como afirma Ana, ambos fueron los primeros en tener conocimiento sobre los abusos —Ana se lo contó todo personalmente y por correo electrónico con la grabación adjunta—. Ellos insistieron que no contara nada, hasta el punto en el que las advertencias se convirtieron en hostigamiento y maltrato psicológico. Su hermano le dijo unas palabras que todavía hoy recuerda perfectamente: "Como papá entre en la cárcel, atente a las consecuencias". Ella denunció y su hermano declaró en su contra. "No existe la neutralidad", sentencia Cuartas. 

"¿Cree que lo hicieron para proteger el honor de su padre?", se le cuestiona en conversación con EL ESPAÑOL. "No, es más bien para dejar intacto el escaparate de la familia. Cuando atentas contra la familia, que es como una institución sagrada, te conviertes en la oveja negra y te apartan", explica. Eso es lo que le sucedió. 

14 años de "tocamientos"

Ana pasó su infancia y parte de la adolescencia siendo víctima de abusos que ella consideraba "normales". Al fin y al cabo, la percepción de un niño está sugestionada constantemente y de quien menos se podría desconfiar, a esas edades, es de los progenitores.

En abril de 2010 recibió una llamada de su padre, quien le advertía que recibiría una llamada de su tío sobre los "tocamientos" que recibió cuando era niña. A los pocos meses recibió la esperada llamada y junto a su tío abrieron el baúl de aquellos recuerdos. En aquel momento se encontraba en casa y decidió compartir lo que había vivido con su marido. Y después, le plantó cara a su padre —su agresor— por teléfono, quien no negó en ningún momento los "tocamientos" que sufrió cuando era niña. 

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"En aquel momento mi marido estaba sacándose las oposiciones de policía, usaba una grabadora para repasar los temas y según descolgó le di a grabar”, contaba previamente Ana Cuartas en declaraciones a EL ESPAÑOL. 13 minutos de conversación que además de quedar grabadas en archivo, todavía resuenan en su mente. “Me dediqué a tirarle de la lengua, él lo reconoció todo y me intentó manipular. Me decía que habían pasado ya muchos años, que si decía algo iba a ir a la cárcel, que mi madre se querría divorciar y que él quedaría solo”, añade.

El proceso judicial probó que el agresor aprovechaba la ausencia de su esposa —que estaba trabajando— y de su hijo mayor —que jugaba en la calle— los sábados por las mañanas y algunos festivos para despertar a Ana y llevarla a la cama matrimonial para satisfacer sus deseos sexuales. “Cuando mi padre me violaba, mi cerebro como que se desconectaba, yo me sentía un ser inerte, como un mueble más de la habitación”, lamentaba Cuartas en declaraciones previas a EL ESPAÑOL. 

Fotografía de Ana Cuartas junto a su padre.

Fotografía de Ana Cuartas junto a su padre. Cedida

Su padre fue condenado a 8 años de prisión porque faltaban seis meses para que prescribiera el delito. La defensa de Victor Armando Cuartas solicitó la excarcelación por la Ley de solo sí es sí, pero no se concedió, puesto que con la condena recalculada y al haberse probado que Ana sufrió agresiones físicas e intimidación, no era favorable para el reo. La Fiscalía señaló que la pena se incrementaría, pasando a ser "diez o quince años de prisión". 

Las secuelas de los 14 años de agresiones sexuales son agudas. El auto reconoce que Ana fue diagnosticada de trastorno adaptativo, trastorno depresivo-ansioso y trastorno de estrés postraumático por la experiencia inquietante que le causó su padre. Siguió una pauta de ansiolíticos y acude a terapia psicológica desde que tiene 11 años.  Los episodios traumáticos le provocaron estrés postraumático, una condición que todavía arrastra hoy. 

"Temía que pensara que era una guarra"

Su marido ya conocía la mala relación que tenía con su padre y la paliza que le había dado en 2003 por no querer ver una película, pero nunca se había atrevido a contarle los abusos sexuales que había sufrido. Aparentemente, era como cualquier relación de padre-hija. Su padre incluso había sido padrino de su boda en el 2005. "Nadie sabía que me había agredido", explica en conversación con EL ESPAÑOL. 

El mayor miedo de Cuartas era que su esposo "llegara a pensar que era una prostituta —o una guarra—". Pero cuando se liberó de esa carga, se lo contó y obtuvo una respuesta que le reconfortó. "Dijo que me quería y que iba a estar conmigo". Desde entonces se convirtió en uno de sus dos pilares, junto a su madre. 

"No somos solo víctimas"

Las víctimas de abusos sexuales y violaciones están siempre bajo los focos, denuncia Cuartas. "Siempre se nos juzga; se opina sobre cómo vamos vestidas, cómo nos maquillamos, etc.", señala. Y en un alegato por la dignificación de la víctima sostiene que "la víctima no tiene que aparecer siempre llorando". 

Fotografía de Ana Cuartas cuando era niña.

Fotografía de Ana Cuartas cuando era niña. Cedida

Hay que enterrar "el perfil de la víctima encerrada en casa". Cuartas recuerda que en el proceso judicial se mostró como prueba una serie de imágenes que podían sugerir que ella se encontraba perfectamente: "Se enseñaron fotos de mí pasándomelo bien". Así es como "se normalizaba" una situación crítica. 

Por eso "es tan duro" un proceso judicial. "Parecemos nosotras las agresoras", confiesa. Lo que no se ve, cuenta, es el momento en el que se ve a una persona parecida al agresor. Cuando eso sucede, su cabeza "vuelve al momento de la agresión". Cuartas dice que le ha sucedido en numerosas ocasiones: "Al ver a una persona que tiene las facciones que mi padre, indirectamente me bloqueo; me quedo totalmente bloqueada".

"A veces el agresor está en casa"

Desde hace unos años, Cuartas denuncia su caso públicamente. Y utiliza las redes sociales (@la_caja_de_pandora_asi) para animar a las niñas y las mujeres que pasaron por una situación parecida. También ha colaborado con otras profesionales que apuntalan los esfuerzos por acabar con los abusos sexuales infantiles, como la policía y escritora Yolanda Trancho, quien en forma de cuento contó la historia de Ana en un cuento infantil.

Cuartas condensa el mensaje de esta obra: "Cuando eres pequeño o pequeña te dicen que no cojas caramelos de extraños o que no te vayas con nadie desconocido, pero nadie te explica que hay veces que el agresor está dentro de casa y las partes íntimas no te las pueden tocar". 

Incluso cuando se detecta y se enjuicia al autor de esos abusos, continúa siendo difícil de explicar. Cuartas, en calidad de activista, trata de inculcar que el abuso sexual infantil "tiene que dejar de ser un tabú". Se debe evitar tener miedo a hablar sobre ello porque, recuerda, en torno al 90% de los abusos son tienen lugar en contextos intrafamiliares. 

Aunque cuando se destapó la serie de abusos que había sufrido decidió no involucrar a su hermana pequeña (de 16 años), hoy insiste en que desde edades muy tempranas "deben darse herramientas a los niños para que puedan identificar los abusos". "No puedes forzar a un niño a que dé besos", reitera Cuartas. Tiene que salir de ellos. "Si tú fuerzas a alguien a hacer algo que no quiere hacer, se puede interpretar como un abuso", concluye.