Una fotografía de Jonathan Costa.

Una fotografía de Jonathan Costa. Cedida

Reportajes

Jonathan Costa, el coruñés con altas capacidades de 22 años: "No me viene todo dado por gracia divina"

El joven imparte clases a adolescentes con su misma condición, quienes pueden expresarse como no lo harían en el sistema educativo convencional.

21 diciembre, 2023 23:30

“Las personas somos mucho más que nuestra capacidad intelectual”, comenta Jonathan Costa en una llamada telefónica para este diario. El joven coruñés de tan solo 22 años, explica cómo es lidiar con una vida con altas capacidades, un concepto que se malinterpreta a menudo o se desconoce su significado más preciso, dejando al libre albedrío o a la relación de conceptos insuficientes la construcción del mismo. En una sociedad moderna y cambiante “hay que desmontar las etiquetas antiguas” que nos imponen.

Con dos años, los indicadores de un buen desarrollo de un bebé suelen ser comunes, y se basan en seguir instrucciones sencillas, clasificación por formas y colores, la expresión de una variedad amplia de emociones… Aunque hay otros niños que desarrollan otro tipo de comportamientos más excepcionales.

“A los dos años mi madre entró a mi habitación y me vio leyendo”, explica Jonathan. Esto fue uno de los primeros indicios sobre sus altas capacidades y que motivó a los profesores para una propuesta de ascensión de curso. “Pero mi madre se negó, no quería que los otros que eran más grandes que yo me mataran”, comenta.

[El profesor que pone 10 a todos sus alumnos en Gijón reta al sistema: vuelve a hacerlo pese a la sanción]

La vida de las personas con mayores competencias intelectuales no es como las novelas de Roald Dahl, ni es como la de Matilda, ni pueden mover cosas con la mente, aunque hay una imagen modélica, una idea preconcebida de lo que pueden parecer.

Como explica el coruñés, él era el “típico estereotipo de altas capacidades que se aburría en clase, pero iba los exámenes y sacaba sobresalientes”. Aunque esto no fue así por mucho tiempo. Cuando ya no era suficiente con atender “había que empezar a estudiar un poco más”, pero la cantinela de “eres muy listo, pero muy vago”, era incesante.

La ambigüedad de sobresalir

“Tener altas capacidades no es lo que me define, simplemente las tengo, es otro factor más”, argumenta Jonathan ante los que le miran de forma diferente, ya que no es lo que le construye como persona. Categorizar no es algo que le entusiasme, menos cuando le tachan de “superdotado”.

Reducir a las personas a la etiqueta de superdotado, las convierte instantáneamente en el único “rasgo definitorio” por el que le reconocen. Mientras tanto, altas capacidades “es más un complemento”, una parte de ti, pero que no te encasilla, aunque quizás sea “muy puntilloso con el lenguaje”, critica irónicamente.

El joven coruñés imparte un taller de construcción  lingüística de identidad.

El joven coruñés imparte un taller de construcción lingüística de identidad. Cedida

Jonathan es de los que piensa que no se puede juzgar a un pez por su habilidad para trepar un árbol, y en lo que se refiere a las altas capacidades, tampoco.“Todos somos distintos”, como si de una especie de “microcosmos” se tratara. Ser inteligente no significa brillar académicamente, y prescindir de motivaciones escolares, habilidades sociales o un pensamiento matemático, no es excluyente para tenerlas.

De hecho, algunas de las mentes más sesudas eran incapaces de vestirse por sí solas, o hablar con el género opuesto. La cuestión, “no es eliminar las etiquetas sino encontrar las apropiadas”.

La inteligencia es múltiple, existe la naturalista, espacial, musical, lógico-matemática; siendo la última el principal baremo para medir las capacidades de las personas hasta no hace mucho, no por ello, la forma correcta. En el caso del coruñés, se desenvuelve en la inteligencia lingüística.

“Siempre he tenido facilidad para compresión oral y escrita, también para los idiomas” comenta, mientras explica que habla la friolera de seis lenguas (español, inglés, francés, portugués, gallego y japonés). Es una cualidad que le facilita y desarrolla en su trabajo, en una empresa de alquiler de coches.

Jonathan es graduado en Lengua y Literatura española.

Jonathan es graduado en Lengua y Literatura española. Cedida

Perfeccionismo y otras preconcepciones

“Soy un desastre, pero el perfeccionismo encaja también con el estereotipo que tiene la gente de las personas con altas capacidades, y es lo que intento desmontar”, argumenta el joven.

A su parecer la representación que se hace de este tipo de personas, tanto en series como en películas suele seguir unos patrones similares. Un genio matemático, perfeccionista al milímetro, que no puede tener una arruga en la cama y va camino a ganar un Premio Nobel, “Big Bang Theory ha hecho mucho daño”, cuenta.

En la idiosincrasia de este colectivo, el perfeccionismo emana de debajo de las piedras, aunque no como la mayoría piensa. En el caso de Jonathan, es perfeccionista a la hora de escribir, hasta un punto que es limitante, lo que le trae muchos problemas, ya que escribir es de sus mayores pasiones. “Es algo que me da mucha angustia”, explica ante la incapacidad de terminar sus proyectos, como un poemario que lleva escribiendo desde los 15 años y varias novelas.

Existen unas presiones que la gente no ve. Como dice Jontahan,“como supuestamente vales tienes que hacerlo bien, pero si no lo consigues, es porque no te quieres esforzar, y si lo haces es porque tienes altas capacidades, tirando todo tu mérito por tierra”, un problema que lleva arrastrando durante muchos años. “No me viene todo dado por gracia divina, tengo que esforzarme por las cosas que quiero”, concluye.

[Anas Andaloussi, el prodigio español de 19 años que gana 100.000 € con sus dos empresas de IA]

El alumno supera al maestro

El instituto no fue un camino de rosas para Jonathan. Si bien iba más avanzado que sus compañeros y sacaba las máximas calificaciones, la excelencia académica no duró demasiado. En tercero de la ESO, como muchos adolescentes, entró en un bucle depresivo que se reflejaba en sus notas. De ser un estudiante sobresaliente a suspender varias asignaturas y desatender en clase.

Su comportamiento tampoco era el más habitual entre adolescentes. “Yo en los recreos me tomaba un café solo y leía”, comenta. Jonathan adoptó una serie de conductas asociales y de aislamiento, dada la dificultad para “encontrar personas con sus mismos intereses”. Los profesores y maestros se preocuparon y volvieron a hacerte una prueba de altas capacidades para reafirmar lo que ya sabían.

Después del test, le pusieron en contacto con ASAC, la Asociación de Altas Capacidades de Galicia. Allí encontró una forma de enriquecimiento que no había en el sistema educativo convencional, reflejando las carencias del mismo cuando se presentan estudiantes con necesidades especiales. “Una serie de talleres y actividades formativas, paralelas a las clases ordinarias, enfocadas a personas con altas capacidades”, así describe su estancia en este centro.

El deseo de saber, la búsqueda de nuevos intereses, la curiosidad intelectual, para las personas con altas capacidades son como "las piezas de un puzzle", cuanto más piezas juntas, más grande se hace, y cuanto más grande, más incompleto; entrando en un bucle infinito para encontrar respuestas.

[Harvard ofrece cursos gratis: así puedes estudiar en la prestigiosa universidad sin pagar]

“ASAC es un sitio que a mí me había aportado muchas cosas, y ahora que soy una persona adulta me gustaría devolverlo a la comunidad”, añade Jonathan. Después de varios años enviando propuestas, actualmente imparte talleres en la asociación a niños entre 8 y 14 años, donde la idea es poder ofrecer a los alumnos, lo que le ofrecieron cuando estaba pasando por momentos complicados.

Según el joven, se trata de “un espacio con gente que se entienda o al menos podría llegar compartir intereses, curiosidades, para poder trabajar, expresarnos y exprimirnos como no podríamos hacerlo en una clase convencional”.