Carola, Cristina y Eva (de izq. a dcha.), pacientes del dolor que han consumido tramadol.

Carola, Cristina y Eva (de izq. a dcha.), pacientes del dolor que han consumido tramadol. EE

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Carola, Cristina, Eva y otros adictos al tramadol: "Cuando lo ves ya estás en ayuda a la drogadicción"

Los profesionales consultados coinciden en que se receta en exceso y "con mucha alegría", a pesar del riesgo de adicción que existe.

21 agosto, 2023 02:14

Carola se rompió el coxis patinando. Tenía 11 años. A los 18, y tras probar varios tratamientos para el hueso, la operaron y se lo quitaron. Hoy tiene 44 años y acumula 13 operaciones de espalda y un compañero de vida inseparable: el dolor. Desde que cumplió la mayoría de edad consume opioides a diario. Comenzó con tramadol, considerado un mórfico menor y muy recetado en España para dolores crónicos. Solo que en su caso, estuvo a punto de acabar con su vida. Sufrió sobredosis hace unos 10 años. Su cuerpo cada vez le pedía más.

Empezó con dosis de 50 miligramos (mg). Con el tiempo no era suficiente y necesitaba doblar la medicación. El dolor era incapacitante. “Puedes llegar a un pico en el que tu cerebro se desconecta, porque no puede soportarlo. Me caí a plomo y me rompí la mandíbula”, relata. Situaciones como esta la llevaron a requerir dosis de tramadol cada vez mayores. Si lo máximo permitido está en 400 mg, Carola estaba en 1700 mg cuando sufrió sobredosis.

De repente te encuentras en el centro de ayuda a la drogadicción (CAD) y con el papelón de que eres muy adicta. Tienes que pasar por lo mismo que un adicto a la heroína y, además, con un dolor horrible”, reconoce. Carola acudió al CAD de Hortaleza. Allí, durante seis meses y con ayuda de un equipo de profesionales, le fueron bajando la dosis poco a poco. Recuerda con claridad el síndrome de abstinencia: “La mente te falla, tienes fiebre, nerviosismo, gritas a todo el mundo. Estás desquiciada”. 

Su dolor le sigue acompañando día a día y solo ha podido encontrar consuelo en opioides más potentes. “Cuando ya no funciona o has llegado a dosis topes, es cuando pasas a opioides mayores”, comenta. Ahora toma metadona y cannabis medicinal, pero la adicción y el malestar siguen ahí.

“Casi todo el mundo se está yendo al fentanilo, pero el problema de base está en el tramadol”, señala, y aunque reconoce que “los opioides son muy necesarios para las personas con dolores muy agudos”, añade que se habría ahorrado “muchos problemas” si le hubieran explicado desde el principio qué suponía su consumo.

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No es la única que se ha enganchado a los opioides por un problema médico. Eva, de 42 años, sufre endometriosis profunda y dolor crónico. Era peluquera, pero, por su malestar físico, la jubilaron en el año 2015. “Empecé a ir al médico porque tenía reglas muy dolorosas”, explica. A los 17 años, “me ponía de antiinflamatorios hasta las orejas y no me hacían nada. Llegué a tomar ibuprofenos de 600 cada cuatro horas. Incluso, a tomarlos dobles porque no había manera”.

Como a Carola, una vez cumplió la mayoría de edad, le recetaron tramadol. “El primero es como un bombazo”, confiesa, “es como si me metieran dentro de una lavadora y empezara a dar vueltas. Pero es verdad que me aliviaba el dolor”. También empezó con la dosis mínima, pero a los dos meses, se la tuvieron que duplicar porque no le hacía efecto. Y así hasta los 35 años: “Me los bebía como churros”, cuenta. 

Intentó suspender el tratamiento, pero era imposible. “El dolor era horroroso. Produce muchísima dependencia. Es el problema del tramadol, que piensas en que es un opiáceo menor y que tiene menos, pero no. Te entran sudores fríos y sensación de nerviosismo. Tienes mono”, apunta, y “lo que ha hecho es obligarme a requerir opiáceos cada vez mayores y más potentes”. A los 35, pasó a la oxicodona, y de ahí, al fentanilo. “A mí el cuerpo cada vez me pide más. Yo soy adicta ya”, cuenta.

Cristina no ha llegado aún a estos límites, pero su vida también está unida al consumo de opioides. Lleva desde 2019 sufriendo dolor crónico lumbar. Como a Carola y a Eva, los analgésicos y antiinflamatorios no le servían. Tras muchas pruebas, los médicos desconocen la razón de su dolor y le recetan tramadol. Empieza con una dosis estándar de 50 mg que suele ir acompañada de paracetamol. “Con el tiempo mi cuerpo se fue acostumbrando”, relata, así que “poco a poco, me fueron subiendo las dosis”. 

Medicación con opioides.

Medicación con opioides.

“Me siento somnolienta todo el día. Soy opositora así que estoy muchas horas estudiando y es especialmente difícil no quedarme dormida. Y no conduzco, pero si lo hiciera, seguramente me lo habrían prohibido”, apunta.

En el poco tiempo que lleva siendo medicada con tramadol, ya ha notado cierta dependencia. “En dos ocasiones me quedé sin tramadol porque el doctor se olvidó de renovarlo. Tener que esperar un 1 o 2 días entre que llamo al centro de salud y me hacen caso, me lo vuelven a renovar... estuve con abstinencia”, asegura. Actualmente, ingiere 100 mg dos veces al día. Añade que “al ser una dosis tan alta, se nota mucho. Ansiedad, muchos nervios, sensación de inquietud en el cuerpo, necesidad de mover las articulaciones constantemente, dolor de cabeza…”.

A sus 32 años, está probando otras opciones que le alivien para poder reducir el tramadol. “Hasta ahora he probado rehabilitación, estiramientos, natación, pilates, infiltraciones (hace poco me hicieron la segunda), y llevo medio año en el gimnasio intentando reforzar musculatura. Si acaba dando resultado, me bajarán las dosis. Estoy rezando por ello”, comenta.

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‘Barra libre’ de tramadol

Las de Carola, Eva o Cristina son tan sólo tres historias diluidas en los datos de la última Encuesta sobre alcohol y drogas en España (EDADES), dirigida por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Según la información recopilada, el 15,8% de la población de España de 15 a 64 años reconoce haber consumido analgésicos opioides con o sin receta en alguna ocasión. Un consumo más extendido entre las mujeres y que aumenta con la edad.

Dentro de los analgésicos opioides, el tramadol es el que presenta una mayor prevalencia de consumo. En 2022 –el último del que hay datos oficiales–, se sitúa en un 46%. El documento señala que parte de su consumo ha podido disminuir en favor del fentanilo u otros opioides mayores como la oxicodona o la metadona, entre otros. De hecho, el consumo del fentanilo pasa del 1,9% en 2018 al 14% en 2022.

Prevalencia de consumo de opioides con receta.

Prevalencia de consumo de opioides con receta. EDADES 2022

Los inicios de la comercialización del tramadol en Europa están muy unidos a la crisis de la talidomida que llegó a España, un fármaco que produjo malformaciones en los fetos entre los años 50 y 60. Y es que Kurt Flick, un químico alemán que trabajaba en la farmacéutica Grünenthal se encontraba estudiando el opioide menor cuando estallaron los problemas con la talidomida. Sus indagaciones no se retomaron hasta pasados 15 años, y hoy son multitud de marcas y genéricos los que se comercializan en nuestro país.

Alicia Alonso Cardaño, anestesióloga de la unidad del dolor del Hospital Universitario de León y coordinadora del grupo de trabajo de opioides de la Sociedad Española del Dolor (SED) cuenta a EL ESPAÑOL que “todo empezó cuando salió la fórmula del tramadol, que no necesitaba receta de estupefacientes y eso llevó a una idea equivocada de que no era un opioide y que se podía recetar con más alegría”. 

Alicia Alonso Cardaño, de la SED.

Alicia Alonso Cardaño, de la SED.

La experta apunta que “es un opioide que aunque es considerado débil, su uso está extendido o da menos miedo que otros opioides, pero la realidad es que nos ha demostrado que, como fármaco que es, tiene los mismos efectos secundarios que otros en adicción y tolerancia”. Es decir, tu cuerpo cada vez necesita dosis más potentes y, conforme pasa el tiempo, cuesta más dejar de tomarlo.

Carola recuerda cómo “siempre ha habido mucho reticencia a recetar opioides por la adicción que crean, pero cuando comenzó el tema del fentanilo, la oxicodona y demás, se empezó a perder el miedo a recetar tramadol”. Como añade Eva, “actualmente se manda de una manera muy alegre, porque se considera un opiáceo que genera menos adicción. Es la versión fácil para quitar el dolor, pero es la antesala de una adición posterior que va a llevar al paciente a tener un problema“.

Lorenzo Armenteros, médico de familia y portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), afirma que “[el tramadol] se receta mucho”, a pesar de que “tiene todas  las características de los opioides y de todos los productos que crean adicción”. Por ello, precisa, “en tratamientos largos, hay que hacer una dosificación reductora para que no produzca ese síndrome de abstinencia”.

El doctor Lorenzo Armenteros.

El doctor Lorenzo Armenteros. SEMG

“El tramadol lo invadió todo”, cuenta Vicente Baos, médico de familia ya jubilado y miembro de la red de expertos de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) y de la European Medicines Agency (EMA). Y el problema es que “es bastante poco previsible”. Es el único que es un profármaco, es decir, se activa una vez en el hígado, pero su efecto depende de las variantes genéticas de cada persona. Por este motivo, a unos pacientes les sirve, a otros les sienta mal y a otros no les hace nada.

Como asegura el doctor, “tiene implícita una trampa importante como es la dependencia y la tolerancia” y muchas veces, en su opinión, se utiliza de manera “errónea” y “excesiva”. Por ejemplo, en patologías articulares como la artrosis, donde “la eficacia de los opiáceos es muy baja y no se recomienda. Tampoco en dolores musculares, contracturas, lumbalgias…”, apunta Baos, que añade que también se usa en exceso en los hospitales. A su juicio, “los opiáceos se deberían evitar totalmente en la patología crónica habitual”.

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“Vivimos en el mundo de la pastilla para todo”

Victoria (nombre ficticio) tiene 32 años. El dolor que sufre se debe a un trasplante de piel en la cara a consecuencia de un accidente. Desde 2017 toma seis dosis al día de paracetamol combinado con tramadol.

“Estaba muy nerviosa y me imaginaba cosas. Me daba miedo salir a la calle por si me pasaba algo. Por el trabajo que tenía en ese momento, usaba sustancias muy peligrosas y necesitaba supervisión todo el rato. Siempre sudaba mucho. También me daban ataques de ansiedad sin venir a cuento. No sé, yo he dicho siempre que es como si estuviera drogada y sin poder controlar mi cuerpo”, relata.

Se lo pautaron en Alemania y ahora, ya en España, ha podido reducir el opioide gracias a otras alternativas. “Me hacen una terapia con parches de capsaicina (una sustancia de Chile picante y que se aplica vía tópica) que dura dos meses sin tomar tramadol, y luego durante el mes siguiente, uno al día”, cuenta. “Al principio siempre quería más cuando bajaba las dosis, pero menos mal que pedí ayuda a tiempo, aunque entiendo que no todo el mundo tiene dinero para pagarse un psicólogo privado”, lamenta. Una terapia que acompañaba de la supervisión de un médico especializado en dolor.

Receta de opioides.

Receta de opioides.

“Hay alternativas que no son farmacológicas”, recuerda Baos, pero el problema es que “aquí vivimos en el mundo de la pastilla para todo y a todas horas”. Reconoce que los opiáceos están indicados para dolores agudos como puede ser un infarto, un cólico nefrítico, un traumatismo o pacientes oncológicos, por ejemplo. “Yo lo he recetado, y no hay ningún problema si se usa bien”, pero señala que “hay un poco de descontrol con la gestión del dolor en España”.

En el mismo sentido, el doctor Armenteros cuenta que “existe mucho dolor en nuestro país, con una población envejecida”. Además, “la sociedad tiene más intolerancia a él” desde la pandemia. Sin ir más lejos, “en el año 2022 el tramadol fue uno de los productos que más aumentó, casi un 50% en su consumo”, señala.

No se está tratando bien el dolor en España. El acceso a unidades de dolor donde se utilicen técnicas no farmacológicas es restringido”, asegura el doctor. De hecho, apunta que el acceso a otras terapias como bloqueos, por ejemplo, es pequeño, selectivo y con unas listas de espera muy grandes.

Alonso Cardaño, la coordinadora de opioides en la SED, se expresa en la misma línea que los dos profesionales: “No hay muchas alternativas” y “creo que harían falta otro tipo de servicio de terapia como fisioterapia, hidroterapia, terapia conductual… Esto es de más difícil acceso. Esto nos serviría para unos primeros estadios y para una gran cantidad de pacientes, y modificar los hábitos de los pacientes, que es lo más difícil”.

De igual forma, están pacientes como Carola o Eva. Ellas, que han pasado por todo un calvario como pacientes del dolor, reconocen que no se trata solo de medicar, sino de hacer un tratamiento multidisciplinar: dar recursos de psicología, meditación, terapia… “Los pacientes de dolor estamos siempre en segunda categoría”, reconoce Carola, “y es muy cruel vivir así. Estás en una situación en la que tu propia medicación te puede matar”.