Esteban Kabul, en el polideportivo donde se ha refugiado tras salir ileso del terremoto.

Esteban Kabul, en el polideportivo donde se ha refugiado tras salir ileso del terremoto. Cedida

Reportajes TERREMOTO EN SIRIA Y TURQUÍA

Un profesor de español en el terremoto de Turquía: "Pensé que era una pesadilla y era real"

Esteban Kabul reside en Gaziantep, a pocos kilómetros del epicentro. Atiende a EL ESPAÑOL desde un polideportivo en el que está junto a 200 personas.

7 febrero, 2023 02:36

“Nos acaban de dar unos snacks. Es de noche y en la calle hace frío, está nevando”. Son las primeras palabras de Esteban Kabul Martínez al atender la llamada de EL ESPAÑOL. Se encuentra en un polideportivo de una escuela en la ciudad turca de Gaziantep. A pocos kilómetros de allí, durante la madrugada del domingo al lunes, un fuerte terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter arrasó con todo.

“Eran las 4:20 de la madrugada y comenzó un temblor como el que jamás había sentido. Pensé que estaba en una pesadilla, que no era real lo que estaba sucediendo”, prosigue. “Prendí las luces y me puse a grabar. No paraba de moverse todo: la puerta de mi habitación se abría y se cerraba… También las puertas del armario, la lámpara se balanceaba. En cuanto caí en la cuenta de que era un terremoto, salí rápidamente del edificio”.

Esteban tuvo suerte: el bloque de apartamentos de cinco pisos en el que reside no colapsó. Pero en la ciudad, decenas de edificios se han venido abajo después del fuerte temblor que ha asolado el sureste de Turquía y parte del norte de Siria. Las imágenes que llegan desde la zona cero de la catástrofe son apocalípticas: bloques de hormigón que desaparecen en cuestión de segundos y miles de personas que piden ayuda desesperada debajo de los escombros. Las víctimas mortales superan ya las 2.700 y los heridos ascienden a los 12.100.

Esteban Gaziantep

El joven tiene 30 años y llegó a Gaziantep hace tres para impartir clases de español en una escuela local. Es original de Salta, Argentina, y llegó a Turquía por esta oportunidad laboral. Jamás imaginó que su aventura internacional se vería truncada por este grave suceso. Vive con otros profesores en unos apartamentos que su escuela facilita al personal: “Hay 24 habitaciones y gracias a Dios no tenemos que lamentar ningún muerto o herido”, dice.

Tras salir a la calle en medio de un frío intenso -la zona está golpeada, además, por una ola de frío-, se dirigió con sus compañeros a un polideportivo habilitado por otra escuela. Allí se refugian cerca de 200 personas. Entre ellas se encuentran también los niños a quienes Esteban da clases y sus familias.

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“Están todos bien. Todas las personas que conozco aquí están bien, también en otras ciudades como Kahramanmaraş y Şanlıurfa, las cuales se han visto también muy afectadas”, dice el joven, que permanece conectado al teléfono móvil para comunicarse con su familia y amigos en Argentina. “Podemos cargar los teléfonos, de momento tenemos internet y podemos calentarnos con caldos y mantas, que ayudan algo”, asegura.

En el polideportivo, es la propia gente la que ha traído mantas, colchas, estufas y víveres para hacer frente a la noche y a los días de incertidumbre que tiene por delante, mientras la ayuda humanitaria llega a cuentagotas. Muchas de las principales infraestructuras de Gaziantep, como el aeropuerto, están dañadas. También algunas carreteras, lo cual dificulta el acceso a los servicios logísticos y de emergencia.

Según relata Esteban, decenas de personas se han quedado sin casa o han tenido que salir de sus edificios siguiendo las recomendaciones de las autoridades. Las numerosas réplicas que se han vivido en las horas posteriores al terremoto principal ponen en riesgo la estabilidad de los edificios, los cuales podrían derrumbarse en cualquier momento: “Nosotros estamos aquí debajo de un techo, pero hay gente que se ha refugiado en los parques, haciendo fogatas para calentarse y pasar la noche a bajo cero”, dice el joven.

El temor de la Cruz Roja

Desde la capital, Ankara, el español Rubén Cano coordina el esfuerzo global del Comité Internacional de la Cruz Roja para dar respuesta inmediata a la catástrofe. Desde su oficina en la ciudad, a unos 300 kilómetros del epicentro del temblor, Cano y sus compañeros han notado el movimiento sísmico. “Hemos tenido que evacuar el edificio”, asegura en conversación telefónica con EL ESPAÑOL.

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“En el 99 ya vivimos un terremoto de magnitudes terribles en la región del Mármara, al norte de Turquía, que dejó 12.000 muertos”, asegura. Dice que el actual puede ser peor, y que los balances de víctimas publicados en las primeras horas podrían multiplicarse y superar las cifras del desastre de 1999.

“Es un terremoto que afecta a 10 provincias con una extensión que podría ser una cuarta parte de España, y va a ser muy complicado llegar y cubrir todas las zonas afectadas”, asegura Cano. “Por la experiencia anterior, en los primeros días, la gente tiene terror de regresar a sus casas porque tiene miedo de que los edificios hayan sido dañados y se derrumben. Si a esto añadimos la ola de frío que atraviesa esa zona del país, las condiciones son extremadamente difíciles. Las noches no serán fáciles”.

La primera respuesta de la Media Luna Roja turca ha sido la movilización de todos sus efectivos a la zona del terremoto. Según Cano, entre 300 y 400 hombres y mujeres ya están desplegados sobre el terreno, a la espera de que lleguen equipos internacionales de refuerzo por parte del Comité Internacional para ayudar en las labores humanitarias.