Se divisa a un hombre alto y fuerte, vestido de negro, con botas, rodilleras y chaleco antibalas. Va armado. Se le oye decir: "Base, aquí Sierra, ¿me reciben? Cambio" Espera. "Todo despejado desde mi posición. Cambio", dice. Del furgón aparcado en la calle salen dos tipos más, rifle de asalto en ristre. Protegen a otro hombre más bajito que lleva al hombro el objeto más preciado este otoño: una bombona de butano. Se les ve llamar al timbre. 

"Doña Lola, soy el butanero. Dígame, uno a uno, los números del código de seguridad de la entrega". "Uy hijo, y dónde está eso", contesta doña Lola. "Pues si no lo sabe usted tiene que llamar a la central para que se lo faciliten y le programen una nueva entrega. Y hasta entonces...pues gazpacho, doña Lola, gazpacho".

Así es como podrían acabar siendo las entregas de butano a los domicilios, gracias a Vladímir. Gritar "el butanero" se puede convertirse en una actividad de alto riesgo.

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Detrás de esta viñeta están Benjamín y Mercedes. Son padre e hija. Benjamín dirige el estudio Arquitectos San Lorenzo 8. Mercedes es ilustradora y diseñadora gráfica. El texto queda a cargo de Paula, la hija mayor, que se dedica a la seguridad alimentaria. La idea de cada semana: un asunto de familia.