Militantes palestinos montan guardia el día en que los rehenes retenidos en Gaza fueron entregados al Comité Internacional de la Cruz Roja. Reuters
¿Pasará a la segunda fase el acuerdo de paz de Gaza?
El gran desafío es cómo conciliar la determinación de Trump de avanzar en el plan de paz y las reticencias de Hamás, que ya ha dejado claro que no entregará las armas ni abandonará el poder.
"Hasta el último rehén". Este fue uno de los lemas centrales de la lucha de Israel por la recuperación de los 255 secuestrados que permanecían en la Franja de Gaza en manos de Hamás y la Yihad Islámica.
Finalmente, este compromiso se plasmó en un acuerdo formal impulsado por Donald Trump, que estipuló que en la primera fase de ese plan todos los rehenes deben volver a casa, tanto los vivos como los muertos.
Para el pasado 13 de octubre, Hamás debería haber devuelto ya a todos, pero no lo cumplió.
Sí volvieron los veinte vivos. Pero el proceso de devolución de los veintiocho muertos fue mucho más lento y gradual.
Pero aún queda uno. El último secuestrado. Ran Gvili, de 24 años, un joven oficial de la unidad antiterrorista de la Policía israelí, que salvó a muchos en el kibutz Alumim antes de ser acribillado, y su cuerpo llevado a Gaza.
El presidente estadounidense, Trump, recibe a los líderes para la ceremonia de firma de los Acuerdos de Abraham en la Casa Blanca en Washington. Reuters
Israel ha dejado claro que sin la devolución de Gvili, para que pueda recibir digna sepultura en su país, no se pasará a la segunda fase. Estados Unidos apoya esta postura, y por ahora la urgencia de Trump por avanzar no le ha hecho transigir en este particular.
Lo complicado ahora es, sin embargo, la implementación de la segunda fase misma. Y eso, esperando que sea implementada.
En realidad, lo que le interesa a Hamás de esta segunda fase es completar la retirada del ejército israelí, que aún controla más de la mitad de la Franja de Gaza, y el comienzo de la reconstrucción.
Pero aquí es donde comienza el gran embrollo.
Lo determinante para que esos objetivos puedan materializarse es que Hamás acepte la exigencia fundamental que se recoge en el acuerdo: que deponga las armas, entregue el poder y que una fuerza internacional controle la situación interna, desplegándose en la Franja.
A Israel no le entusiasma la idea de la fuerza internacional, pero a buen seguro sería mejor que Hamás. Para Israel es vital el desarme de la organización terrorista que invadió el sur el 7 de octubre del 2023, asesinó a casi 1.200 personas y secuestró a más de 250.
A decir verdad, cuando leímos en el acuerdo los incisos sobre estas cuestiones, pensamos: "Imposible, no se logrará". Pero Trump decidió que había llegado la hora de la paz, y con mucho regocijo se firmó el alto el fuego.
El gran desafío ahora es cómo conciliar la determinación de Trump de avanzar en el plan y las posturas reticentes de Hamás, que los terroristas ni siquiera ocultan. Ya han dejado claro que no entregarán las armas y que no abandonarán el poder.
"Es indudable que Israel logró asestar un duro golpe a los enemigos que le atacaron. Pero no los hizo desaparecer. Y como su mentalidad se rige por el odio irracional, están tratando de rearmarse en todos los frentes"
En principio, Hamás podría aceptar el nombramiento de un gobierno de tecnócratas. Pero las armas (que presenta como un instrumento de "resistencia en defensa del pueblo") seguirán en su poder, según ha aclarado.
Israel sabe que ese "en defensa del pueblo", en boca de Hamás, equivale a poner en riesgo a la población civil palestina en aras de la lucha armada contra Israel. Y, después del 7 de octubre, se ha decidido a no correr más riesgos, ni a dar crédito a la palabrería que provenga de Hamás.
En cuanto a la fuerza internacional, por ahora no hay países haciendo fila para ofrecer a sus soldados para proteger Gaza de Hamás.
Nadie quiere suicidarse, salvo, quizás, Indonesia. Y quienes sí estarían dispuestos a ejercer de fuerzas de paz, los turcos, están vetados por Israel, que combatió al eje chiita encabezado por Irán, y no quiere ahora agregar al eje de los Hermanos Musulmanes liderado por Erdogan.
Estados Unidos, públicamente al menos, recalca que no se retracta de su proclamado objetivo de desarmar a Hamás. "Trump ya lo ha dicho, será por las buenas o por las malas", declaró en una entrevista con el canal israelí N12 el embajador norteamericano en la ONU, Mike Waltz.
Pero ¿alguien imagina a Trump ordenando el envío de tropas a Gaza para destruir los túneles de Hamás? No parece factible.
En caso contrario, ¿animaría Trump a Israel a que reanude la guerra? Y, de todos modos, ¿se podría completar el desarme (algo que Israel no logró en dos años) en un plazo medianamente breve que no permita dar por fracasado el acuerdo?
Son demasiados los interrogantes. Y no pocas las certezas preocupantes.
Es indudable que Israel logró asestar un duro golpe a los enemigos que le atacaron. Pero no los hizo desaparecer. Y como la mentalidad de los terroristas no se rige por los intereses de la población, sino por sus ideologías del odio, están tratando de rearmarse en todos los frentes.
De hecho, Hamás está actuando como si no hubiera perdido. Fuentes israelíes han confirmado que vuelve a disponer de una gran cantidad de miembros, que se las arregló para esconder armas, y que aproximadamente la mitad de sus túneles están intactos.
El mejor resumen de la situación lo ha hecho el general retirado Itzjak Gershon, de las Fuerzas de Defensa de Israel, en una entrevista con la emisora Galéi Tzáhal:
"La guerra propiamente dicha, la grande, ha terminado. Pero la batalla contra organizaciones terroristas que alteran la estabilidad regional y usan el territorio bajo su dominio para atacar a Israel, durará muchos años más".
En este clima de tensión e incertidumbre es en el que se está tratando de avanzar a la segunda fase del plan de paz.
*** Jana Beris es periodista.