Felipe González durante una conferencia.

Felipe González durante una conferencia. Javier Longobardo

Tribunas

Carta abierta a Felipe, Guerra y Page: por favor, abandonad el PSOE

El autor expresa su confianza en que una nueva formación consiga una treintena de escaños para recuperar la socialdemocracia combativa con el nacionalismo.

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Me permito el tuteo por la década de militancia compartida.

Yo dejé el PSOE cuando, tras ese Congreso de 2017 en el que se apostó por la plurinacionalidad (plurinacionalidad que se empezó a construir en cuanto Pedro Sánchez llegó al gobierno), decidí que no podría volver a entregarle los votos que le confié en las generales de 2015 y 2016.

Me alegré de no estar en el partido cuando, en 2019, pactó con EH Bildu en Navarra.

Y luego vino todo lo demás.

Entiendo, Felipe, Alfonso y Emiliano, que cuando se ha sido tanto en la política española, desde un partido tan importante, hay que medir mucho el enfrentamiento frontal con quien lo dirige luego.

Y que por eso, aunque desde vuestra experiencia veríais pronto y claro el desacertado rumbo del gobierno y del partido, tardasteis más en pronunciaros. Aunque ahora ya sí lo habéis hecho de manera inequívocamente clara.

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.

Tengo la impresión, sin embargo, de que, por el desgarro en vuestras biografías, y por la renuncia a la influencia interna que supondría, descartáis o no estáis cerca de considerar romper el carné.

Pero quiero exponeros los motivos por los que considero que, para España y para la izquierda, sería tan decisivo que lo hicierais, a la manera de ciertas decisiones que tomasteis hace décadas.

Salvador Illa dijo en el Comité Federal del PSOE que “atacar al secretario general es atacar al partido”, perfecto resumen de la muerte de la democracia interna.

Pero tiene razón. Porque Sánchez, a base de desmontar contrapesos orgánicos y de fanatizar militantes, lo ha transformado ya en una plataforma personal y casi en una secta.

Si Sánchez pierde el gobierno será porque habrá menos españoles que traguen con su estrategia principal, que es la polarización. Pero entre los afiliados, esa medicina seguirá funcionando ampliamente, y Sánchez revalidará la secretaría general del partido para atrincherarse en ella prometiéndoles la revancha, como aquella primera “contra el aparato” [sic] en 2017.

Y dará igual que una parte de los cuadros se planteen revolverse porque hayan perdido sus cargos públicos. No lo harán porque no existe ya mecanismo para que los órganos de control exijan responsabilidades políticas al secretario general.

Por eso, seguir diciendo que se defiende al PSOE pese a sus accidentales dirigentes es aceptar ser rehén de un Sánchez que podrá y querrá atrincherarse en “su” partido, porque nadie podrá echarle y no tendrá sitio mejor adónde ir.

"No sirve de nada decir con solemnidad que se está en contra de algo y recurrir al Tribunal Constitucional, porque no cabe ninguna duda del sentido de su fallo"

Influir en el futuro político de España y de la izquierda (cuyo estandarte se ha arrogado el bloque autodenominado “progresista” para hacer políticas que en realidad van radicalmente en contra de la igualdad, tanto en la dimensión territorial como generacional o ambiental) no es posible ya hacerlo como un compañero crítico de Sánchez.

Es preciso o dar el paso de ser acusado de “traidor”, logrando que suficientes diputados tumben normas dañinas para la democracia y la igualdad.

O bien asumir confrontar electoralmente con él y no sólo anunciando un voto en blanco.

Igualmente, tampoco es efectivo afirmar que las resoluciones del partido no recogían estas cesiones (algunas irreversibles) a los separatistas, mientras los diputados del PSOE siguen votando ayer la amnistía, hoy la Ley Bolaños y mañana el “cupo catalán” (aunque se disfrace de un “cupo para todos”, porque romperá la solidaridad entre españoles).

Ni siquiera sirve de nada decir con solemnidad que se está en contra y promover que se recurra al Tribunal Constitucional, porque no cabe ninguna duda del sentido de su fallo.

Todo esto serían excusas para evitar dar la batalla a tiempo, quizá por creer equívocamente que, o Sánchez no hace tanto daño a España, o que el relevo en el PSOE se logrará cuando pierda el gobierno (y que por lo tanto hay que esperar “para no regalarles el partido”).

El ex vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra.

El ex vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. Europa Press

Porque Sánchez ganará las siguientes primarias entre una mayoría de afiliados fanatizados y porque sobre todo, como dijo primero Rubial y luego tantos, España es mucho más importante que un partido.

Por mucho que duela el fin de unas siglas decisivas en la construcción de la España actual, es preciso hacer frente a Sánchez y a un PSOE irremisiblemente rendido a él también. Sobre todo desde la izquierda, cada uno en la medida de sus fuerzas, sin esperar a ver si también lo hacen otros, y confiando en que sí lo hagan.

Porque la batalla cada vez será más difícil, dado el sistemático desmontaje de contrapesos institucionales.

Tampoco debe pensarse que la oposición a Sánchez (es decir, al enorme daño que provoca tanto a la igualdad como a la democracia) concierne únicamente al Partido Popular, porque pueden ocurrir varias cosas.

Primero, que el PP no consiga frenarlo porque, aparte de sus reiteradas torpezas electorales, sus titubeos estratégicos o de los juicios pendientes por corrupción (aunque sea de gobernantes anteriores), Sánchez tiene aún muchos cartuchos de polarización y de concentración electoral que puede gastar para intentar sumar otro frankestein.

O, al menos, para hacer crecer a Vox para que este condicione fuertemente al PP.

Por otro lado, cuanto más se tarde en dar esa batalla por la reconstrucción de la izquierda, para que esta entienda que es incompatible con el nacionalismo, España seguirá avanzando sociológicamente en un individualismo conservador que, a nivel global, tiene hoy el viento a favor.

Imaginemos, sin embargo, una formación que encarna de nuevo una socialdemocracia genuinamente igualitaria y que alcanza, redondeando, treinta diputados en las primeras generales a las que concurra, mientras que el PP obtiene 140, Vox 50, el PSOE 90 y todos sus posibles apoyos otros 40.

"Muy importante sería también sumar fuerzas, como se supo hacer en la Transición, con pequeños pero respetados partidos, como la savia nueva que ha supuesto Izquierda Española"

En ese caso, y salvo que Abascal se quisiese suicidar provocando una repetición electoral que prorrogaría la presidencia de Sánchez (que ya se comprobó no se limita por estar en funciones), se lograría enmendar ese pecado original del 'no es no' condicionando social y democráticamente un gobierno en solitario de Feijóo, a la vez que se sentarían las bases para la reconstrucción, de cara a futuros comicios, de una genuina izquierda combativa con el nacionalismo.

Construir ese partido que opte a una treintena de escaños no es pan comido, pero no es ni mucho menos inalcanzable, sino más bien bastante realista.

Pero, precisamente, lo será a condición de que deis el paso de dejar el PSOE.

Porque ahí sí que vuestra influencia política recuperaría unos niveles que desde dentro ya no tiene ni podrá recuperar.

Por un lado arrastraría a quizá apenas un 10% de cargos y afiliados del PSOE. Una minoría, pero valiente y valiosa, más que suficiente para generar atracción mediática y dinámica política, y para nutrir su presencia en todo el territorio, mientras que el partido de Sánchez perdería la iniciativa y entraría en un progresivo declive.

Muy importante sería también sumar fuerzas, como se supo hacer en la Transición, con pequeños pero respetados partidos, como la savia nueva que ha supuesto Izquierda Española, y algunos representantes y afiliados de otras formaciones del bloque progresista que a nivel autonómico o local han mantenido distancias con la apuesta plurinacional y populista de sus cúpulas.

Sabéis mejor que nadie lo importante que es la cuestión del liderazgo. No dudo de que con estos mimbres se decantaría a tiempo y que supondría un impulso, con esa apasionante y fructífera tensión de la mejor política. Igual para tantas otras importantes cuestiones de organización, discurso y acción electoral (incluida la probable necesaria disolución de las Cortes de Castilla-La Mancha desde donde empezar la reconquista), experiencia no faltaría. Coraje y ganas, todavía menos.

Bastantes ingredientes por tanto que lograr reunir y saber cocinar. Pero, sinceramente, considero que vuestro paso sería no sólo condición necesaria para que se produjera ese resultado, sino también suficiente. Porque el movimiento sería imparable y en meses, si no semanas, habría cuajado.

Vosotros sabríais cómo iniciarlo. Unas primeras conversaciones que no tardarían en dejar de ser discretas y una toma de posición pública de unas pocas figuras clave bastarían para activar la masa crítica necesaria.

Os mando este escrito esperanzado. Me da igual si sólo sirve para que quede como un iluso. La causa bien merece que me arriesgue, y estoy seguro de que otros muchos comparten no sólo mi anhelo por una alternativa política verdaderamente de izquierdas, sino también el convencimiento de que el camino pasa por esa difícil ruptura personal y política que me atrevo a pediros.

Con los 202 diputados de 1982 se abrió para la socialdemocracia en España un camino formidable que hoy se está cerrando. Paradójicamente, con un gobierno con las mismas siglas.

Pero con sólo treinta escaños en las próximas generales se podría volver a hacer historia.

Gracias por considerarlo y ojalá deis el paso.

*** Víctor Gómez Frías es ingeniero y profesor.