El presidente autonómico catalán, Pere Aragonès, junto a la consejera regional de Educación, Anna Simò.

El presidente autonómico catalán, Pere Aragonès, junto a la consejera regional de Educación, Anna Simò. EFE

LA TRIBUNA

El parasitismo lingüístico vasco y catalán

Las autoridades catalanas y vascas han eliminado al español de la enseñanza, pero no en la vida cotidiana, donde fluye y bulle como lengua de arraigo útil.

28 junio, 2023 02:40

Los políticos nacionalistas vascos y catalanes no quieren saber, o saben y ocultan, que vasco y catalán parasitan al francés en los dominios del norte y al español al sur, y que no existen como idiomas autónomos, ni pueden existir.

La dependencia más exigente, el obligado ambilingüismo o uso de otra lengua, la muestran el vasco, el bretón, el galés, el siciliano, el sorabo, el casubio o el tártaro. Idiomas tan insuficientes para la comunicación diaria que sus hablantes necesitan utilizar a diario y con destreza el español, el francés, el inglés, el italiano, el alemán, el polaco o el ruso, respectivamente, tanto o más que la lengua que aprendieron en familia.

Que los hablantes de una lengua necesiten servirse de otra no es una excepción. En Europa son más de 40 los idiomas cojos que usan báculo para sobrevivir. En la Lehendakaritza y la Generalitat lo deben saber, pero prefieren guardarlo en secreto en la caja fuerte de las torpezas. Luego se hacen los locos.

Manifestación en defensa de la enseñanza monolingüe en catalán.

Manifestación en defensa de la enseñanza monolingüe en catalán. EFE

Los depositarios del derecho a expresarse son los hablantes, no los idiomas, instrumentos a nuestro servicio. Las lenguas autónomas o independientes sirven para todo tipo de comunicación y las dependientes o parasitarias no viven aisladas, pues se adhieren como lapas a otra, en maridaje, en obligada convivencia

En Cataluña y el País Vasco conocen el casamiento, pero no les importa dar otro paso atrás (que parezca adelante) para linchar al español, una de las cuatro lenguas más útiles del mundo. La paradoja es que lo eliminan de la enseñanza, que no en la vida cotidiana, donde fluye y bulle como lengua de arraigo útil. Y lo saben, claro, pero desean avivar la llama de la superioridad. No cabe mayor crueldad para quienes han de soportar la marginación impuesta por el nacionalismo.

Las lenguas se casan por conveniencia. Quienes hablan inglés van de singles por el mundo. El inglés no se casa con nadie porque no necesitan compañera. El monolingüismo singulariza a los anglohablantes.

Y como el instinto de la humanidad es entenderse, esta se inclina obediente hacia una lengua que facilite la comunicación. Europa habló latín, lengua que fue complemento de tantas otras, hasta que esas que lo eligieron, como el íbero o el galo, para mejorar su comunicación con Roma perdieron su utilidad y desaparecieron. Tuvo su época de moda el italiano, tan influyente en el renacimiento, el español en el Imperio, y el francés en los siglos XVIII y XIX. Y ahora el inglés hormiguea por el viejo continente y por el mundo.

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Una dependencia inexcusable muestran el danés, el sueco, el noruego y el islandés, lenguas escandinavas encasilladas en los ambientes familiares, ciudadanos y sociales, y mucho menos en los culturales, que es donde aparece el inglés. Los habitantes de estos países son ambilingües. Se añade a este grupo, por las mismas razones, el finés y en gran medida el holandés.

Otro grupo de lenguas de países de la órbita de la antigua Unión Soviética como el bielorruso y el ucraniano se sirven del ruso. El estonio, el letón y el lituano intentan eliminarlo no sin dificultades, y pasar al inglés.

Las lenguas centroeuropeas cubren las relaciones familiares, sociales y buena parte de las culturales de sus hablantes, pero no al completo. Lo que falta corre a cargo del inglés, lengua de obligado conocimiento en distintos niveles para los hablantes de polaco, checo, eslovaco, esloveno y lo que antes llamábamos serbocroata, ahora fragmentado en cuatro glotónimos: serbio, croata, bosnio y montenegrino. Todos estos hablantes de lenguas eslavas se han dado prisa en cambiar el ruso por el inglés, al igual que el rumano y el húngaro. Se añade a este grupo el albanés y el griego.

Dicho esto, las únicas siete lenguas autónomas, realmente autónomas de Europa, son dos germánicas, el inglés y el alemán, una eslava, el ruso, y cuatro neolatinas: español, francés, portugués e italiano. Todas las demás son más o menos dependientes de otra.

Los dueños de las lenguas son los usuarios, y no los gobiernos. La obligación de los gobiernos es atender las demandas de los ciudadanos. Pero en el País Vasco y Cataluña se han empeñado en beneficiar a quienes más se alejan de lo español con el uso de la lengua que más lo margina. Ignoran que es imposible.

Todos los hablantes merecen el mismo respeto, ya sean ambilingües de castellano-vasco o monolingües de español. Que la realidad de las lenguas es mal entendida, o conscientemente mal interpretada por las autoridades académicas vascas y catalanas, es una evidencia. También lo es que (seamos claros) sólo hay siete lenguas autónomas europeas, y una de ellas es la que catalanes y vascos desean exiliar.

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Las lenguas parásitas como el vasco, bretón, galés, siciliano, sorabo, casubio o tártaro son mayoría también en América: quechua, náhuatl, araucano, guaraní, quiché; y en África: árabe de Marruecos, árabe de Egipto, volofo, yoruba, afrikáans; y en el mundo.

Muerte a Galileo. El centro de la tierra son Donostia y Gerona. Los otros idiomas dan vueltas alrededor del vasco y del catalán.

Aunque asociarse con otra es una tendencia permanente de la historia de las lenguas, los gobiernos vasco y catalán prefieren atropellar la ley natural para nutrir su furor nacionalista.

*** Rafael del Moral es sociolingüista y autor del Diccionario Espasa de las lenguas del mundoBreve historia de las lenguasHistoria de las lenguas hispánicas Las batallas de la eñe.

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