Se cree en los estrategas como Newton creía en la piedra filosofal. Hay una superstición política que nos hace pensar que siempre hay un as en la manga y que lo más razonable y previsible será lo menos probable.

No sé por qué la comunicación política se ha convertido en la religión política del siglo XXI y los spin doctors, en los brujos de la tribu. El caso es que da igual lo que digan las encuestas, lo que manifiesten las personas y las razones que encontremos. El resultado es que todos sospechamos de una magia que dará la vuelta a la tortilla en el último minuto y por eso renunciamos demasiado a menudo a los argumentos sencillos.

María Guardiola ha sido la excepción a esta lógica telúrica al decir que el rey está desnudo. Por unos días, Guardiola se convirtió en la Ayuso de provincias y, con Moreno, se convirtió en el tercer vértice del triángulo. Ya eran tres los líderes emergentes de una derecha capaz de posicionarse con solvencia en el incómodo espacio entre el sanchismo y el populismo.

La presidenta de la Asamblea, Blanca Martín, se reúne con la presidenta del Grupo Parlamentario del PP, María Guardiola.

La presidenta de la Asamblea, Blanca Martín, se reúne con la presidenta del Grupo Parlamentario del PP, María Guardiola. EFE

Pronto surgieron las críticas. Algunos opinadores convertidos en spin doctors, en estrategas de las ondas, no dudaron en erigirse en intérpretes de la voluntad del votante. "¿Si te han pedido que eches a Sánchez, por qué te metes en estas cosas?".

Pero, digo yo, ¿de dónde sacan que todos los votantes de derechas están enfermos de esa estupidez que llaman sanchismo? ¿Y si hay una mayoría de personas que están hartas de Sánchez precisamente por haber metido en las instituciones el desequilibrio, la exageración y la extravagancia? ¿Y si esos votantes que no tienen portavoz en los brujos de las ondas prefieren que siga Guillermo Fernández Vara a que entre Vox? 

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¡Ay gurús de las ondas, spin doctors de serie americana! Salid a la calle y meteos en el metro, dad un paseo por la calle y pedid un helado. Veréis que hay una mayoría silenciosa que está harta de las batallitas, de las excentricidades y de las bronquitas, ¡las que sean!

¿De verdad piensan que los extremeños están dispuestos a todo con tal de que se vaya Fernández Vara? ¿Creían los spin doctors que el odio a Sánchez es un cheque en blanco para la derecha y la excusa para endiñarle a Guardiola un gobierno con Vox?

Otros dicen que Guardiola ha dejado en evidencia los gobiernos de Valencia y de Castilla y León. O sea, que es culpa de la extremeña que el pan suba cada vez que Juan García-Gallardo abre la boca, o de que Alfonso Fernández Mañueco no demuestre mayor inteligencia política, o de que la formación del gobierno en Valencia se haya convertido en un show.

Isabel Díaz Ayuso dice que Vox ya no es lo que era hace cuatro años. Siempre han sido lo mismo, pero está bien que se dé cuenta. Y que María Guardiola lo sepa.

Lo que sí es cierto es que Guardiola ha cometido un error estratégico de primero de comunicación política: "No atices al adversario que quieres neutralizar". Santiago Martínez-Vares tampoco ha demostrado estar a la altura. Atizar como quien agita los rescoldos del fuego apagado y da vida a lo que se asfixiaba bajo las cenizas.

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En esto siguen siendo válidos los manuales marxistas de los años 40, que aconsejaban no dar voz al contrario. Es algo muy básico. Si no, observen las críticas que reciben los libros más derechones por parte de la izquierda radical. La peor crítica que uno puede recibir es el silencio.

Hoy se dice lo mismo de distinta manera. Don't feed the troll. O sea, no respondas al que engorrina tus argumentos. Ignórale, porque no hay mayor desprecio que no hacer aprecio.

Santiago Martínez-Vares se ha dejado llevar por la visceralidad y ha dejado a su asesorada a los pies de los caballos, pero el mensaje de María Guardiola sigue ahí: gobernar con Vox no es fácil y no todos están dispuestos a soportarlo. Ahora le toca a los estrategas, a los de verdad, no a los de las ondas, mover ficha.

Las líneas rojas las ponen ellos, nosotros opinamos.