Pablo Echenique, Yolanda Díaz y Alberto Garzón en el Congreso de los Diputados.

Pablo Echenique, Yolanda Díaz y Alberto Garzón en el Congreso de los Diputados. EFE

LA TRIBUNA

El estado de la Nación es malo, pero el de la izquierda es peor

La izquierda a la izquierda del PSOE, la de Podemos, parece cómoda en su posición de subordinación actual tras asumir que lo importante no son las condiciones materiales de los ciudadanos, sino la "batalla cultural". 

23 julio, 2022 02:53

El Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos se presentó al Debate sobre el estado de la Nación con unos resultados difíciles de defender. Subidas del salario mínimo interprofesional, sí, pero anuladas por el récord de inflación.

El mejor dato de empleo fijo, sí, pero el menor coste del despido.

Unos precios energéticos más bajos que en otros países europeos, pero en realidad más caros si se compara el poder adquisitivo de unos y otros.

La llegada de los fondos Next Generation de la Unión Europea, sí, pero acompañados de una galopante deuda exterior con la banca europea.

Es decir, una lista de éxitos sobre el papel que son fracasos sobre la calle. Especialmente, tratándose del autodenominado Gobierno más progresista de la historia.

Pablo Echenique, en el Congreso de los Diputados, frente a Pedro Sánchez.

Pablo Echenique, en el Congreso de los Diputados, frente a Pedro Sánchez. EFE

Pero el principal enemigo de Pedro Sánchez no son los partidos de derecha, sino los partidos a su izquierda.

El objetivo clásico del PSOE es que no exista nadie a su izquierda. Y, para lograrlo, hay que hacer tragar a esas formaciones el ideario socioliberal del PSOE, que tiene dos patas: la económica y la geopolítica.

La pata económica consiste en desplazar el discurso del conflicto entre ricos y pobres hasta sustituirlo por una perspectiva individualista. ¿Qué significa esto? Pues Pedro Sánchez culpando al ciudadano de a pie del cambio climático y el precio de la energía por no aplicar "medidas de ahorro como bajar la calefacción o subir el aire acondicionado".

La pata geopolítica implica desplazar la soberanía nacional y popular a cambio de la supuesta protección que nos ofrecen la UE y la OTAN (es decir, la industria alemana y la estadounidense).

"Los liberales se huelen entre ellos y parece que Inés Arrimadas ha calado a Pedro Sánchez"

La realidad es que ambas organizaciones nos quieren como clientes de tercera (y como pagadores de primera). Rehenes de su mercado cautivo de productos financieros defectuosos y de energías y armas artificialmente encarecidas.

Las fuerzas a la izquierda del PSOE tragan con ambas patas entre exhortaciones a vivir peor voluntariamente y maldiciones a la Rusia de Vladímir Putin.

Pero, para que todo funcione, el PSOE también debe asumir alguna pequeña porción de los discursos a su izquierda. Así que Pedro Sánchez llega al debate y anuncia un impuesto a la banca y a las multinacionales de la energía, dos sectores que han obtenido beneficios extraordinarios a costa de la ruina general. El mismo impuesto que, escasas semanas antes, habían propuesto los podemitas y habían rechazado los socialistas.

Y esto lo señaló Inés Arrimadas, presidenta de Ciudadanos, el partido "liberal". Es decir, "de derechas" en lo económico pero "de izquierdas" en lo social.

Arrimadas subió al estrado y le dijo a Sánchez: "No hace falta que yo critique su impuesto a banca y energéticas, porque usted mismo ha criticado esta medida en el pasado. Esto podría ser un diálogo entre la visión liberal de la economía [Ciudadanos] y la visión socialdemócrata [PSOE], pero usted no cree en ella. Usted piensa, como nosotros, que estas medidas generan inseguridad a las empresas, dan mala imagen externa y confiscan riqueza sin generarla".

Los liberales se huelen entre ellos y parece que Inés ha calado a Pedro.

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El impuesto, obviamente, es un engañabobos que sólo se aplicará durante unos cuantos meses y que, sin medidas adicionales (controles de precios, construcción de vivienda social, refuerzo de la banca pública, fuerte presencia estatal en el accionariado), acabará repercutido en las facturas que paguen los ciudadanos.

Pero la jugarreta servirá para fagocitar a la izquierda del PSOE, que celebrará como una victoria propia la aplicación de una medida implementada por Gobiernos más bien liberales, como el belga o el francés.

La derecha española, que se ha posicionado en contra incluso de estos impuestillos, no merece aquí mención. En parte porque esto es un análisis de la izquierda. Y en parte porque, como dice el latinajo, contra principia negantem non est disputandum.

O lo que es lo mismo, "no tiene sentido discutir con los que no comparten ni los principios más básicos".

Sobre ello baste citar a Íñigo Errejón en el debate. "Se propone un impuesto a las grandes fortunas y de pronto el campo se clarifica de manera nítida". A un lado, los partidarios de una mínima justicia fiscal. Al otro, los partidarios de la desigualdad más injusta.

Desaparecen todos los demás ejes cómodos para la derecha. Constitucionalistas contra independentistas. Monárquicos contra republicanos. Patriotas contra globalistas. Demócratas contra populistas.

Una lástima que los de Más País tengan tan poco claro el resto de ejes (que también son importantes) y un día estén con los independentistas, otro día con los globalistas y otro día ya veremos.

Pero, más allá de los impuestos, hay algunas propuestas más de Unidas Podemos que han sido aceptadas por el PSOE. Y otras tantas que han sido rechazadas de pleno. Vamos a listarlas, y el lector inteligente se dará cuenta rápidamente de qué tienen en común las medidas aceptadas y qué tienen en común las medidas rechazadas.

Las propuestas de Podemos aceptadas por el PSOE son:

–Crear el concepto de "presupuestos generales feministas" y "fiscalidad feminista"

–Reclamar el "derecho a no cuidar y no ser cuidado" (sic)

–Incluir el vasco y el catalán en el Instituto Cervantes

–Lanzar una red internacional a favor de mujeres extranjeras que quieran abortar

–Introducir en la educación infantil un programa de igualdad de género, derechos LGTBI, feminismo y memoria democrática

–Destinar dinero a promover todo eso en los museos y en la industria cultural

Las propuestas de Podemos rechazadas por el PSOE son:

–Crear una empresa pública de energía

–Subir el sueldo de los empleados públicos

–Ampliar los permisos de maternidad a seis meses

–Dedicar 10.000 millones a reforzar la sanidad y la educación

–Subir el impuesto de sociedades a los grandes supermercados para financiar una ayuda a las familias por la cesta de la compra

¿Qué tienen en común estas últimas medidas rechazadas? Que afectan al poder duro y a la política real: fiscalidad, economía, mercado laboral y servicios públicos. Todas ellas le tocan el bolsillo a las grandes fortunas que, en buena medida, tienen al PSOE bien agarrado.

¿Y qué tienen en común las medidas aceptadas? Pues que, nos gusten o no, se quedan en lo simbólico. En la parcela identitaria y sectorial. En esa palabrería sobre la ecoigualdad diverso-resiliente-tecno-asertiva que tan pronto sirve para venderte un coche eléctrico que para llenarte de enchufados un Ministerio.

"Se presentan como logros históricos un papel que legisla la identidad de género, otro que condena el franquismo por enésima vez y otro que celebra el Orgullo LGTB como bien de interés turístico"

El PSOE prefiere este último grupo de medidas, que dan apariencia de progresismo a bajo coste y que permiten mantener ocupados (y encasillados) a los partidos que están a su izquierda.

Pero lo más inquietante es que la izquierda a la izquierda del PSOE también parece cómoda con este reparto, habiendo asumido que lo más importante es la "batalla cultural". Las renuncias a la política material las asumen con una sonrisa en la boca ("¡no se pudo ir más allá!", "¡otra vez será!", "¡podría ser peor!").

A cambio, se presentan como logros históricos un papel que legisla la "identidad de género", otro que condena el franquismo por enésima vez y otro que celebra el Orgullo LGTB como bien de interés turístico.

Todo esto se lo ha afeado a los podemitas el mismísimo Gabriel Rufián. "Señora Yolanda Díaz, hace falta algo más que sonreír mucho, decir que todo va a ir bien e intentar hablar sin molestar a nadie. Hace falta militar en lo más útil e importante de la vida de la gente: la nevera, la escuela, el trabajo, la familia".

¡La verdad es la verdad, la diga Agamenón o los rufianes del independentismo! Rufianes que nos quieren hacer creer que es posible ser de izquierdas mientras que, a la vez, se pretende romper la unidad del Estado social, la hacienda pública y la caja común de las pensiones.

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Otro que le hizo honor a sus apellidos fue el portavoz de Ciudadanos, Edmundo Bal Francés, no sé si por lo diabólico o por lo afrancesado. Bal defendió la libertad de no pagar impuestos y, lo que es más, nos dejó esta definición general de la libertad:

–Frente al puritanismo, libertad. La libertad de la gestación subrogada, la libertad del consumo de cannabis, la libertad del trabajo sexual

¡Qué grandiosos ideales tiene el liberalismo! ¿Quién no querría morir por ellos? Y qué disonancia cognitiva produce escuchar semejantes ideas en boca de todo un señor abogado del Estado aficionado a la heráldica.

Libertad es, creo yo, poder vivir dignamente. Poder vivir en tu país según el estilo de vida de tu país. Estar libre de necesidad económica, libre de miedo e inseguridad laboral, libre de especuladores y de la tiranía del lucro. En estas batallas no está la derecha que se dice liberal. La cuestión es si estará la izquierda o se perderá por el camino.

Como Pablo Echenique iniciando su intervención en el debate con la idea de que debería llamarse "debate sobre el estado de la plurinación multiétnica intercultural". O como Sofía Castañón poniendo como primera preocupación que "los protagonistas de los debates sobre el estado de la nación siempre han tenido nombre de varón blanco cishetero sin ningún rasgo de diversidad".

El estado de la Nación es malo. El de la izquierda es peor.

*** Hasel-Paris Álvarez Martín es politólogo y especialista en geopolítica.

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