Ursula von der Leyen anunció ayer lunes que estudiará la posibilidad de flexibilizar las reglas de la Unión Europea sobre el déficit y la deuda pública para permitir un aumento del gasto en Defensa y la compra de armas a los Estados Unidos.
La presidenta de la Comisión Europea anunció también que el Banco Europeo de Inversiones está dispuesto a flexibilizar los préstamos en materia de Defensa, como le solicitaron este viernes por carta diecinueve estados de la UE, entre ellos España.
Este diario ha defendido en anteriores editoriales la necesidad de que los países de la UE, y muy en concreto España, cumplan con sus compromisos con la OTAN que les obligan a invertir al menos un 2% de su PIB en Defensa.
Un porcentaje que, vista la evolución de los acontecimientos en el terreno geopolítico, podría quedarse corto muy pronto y obligar a llegar hasta el 3% e incluso el 5%, como exigen Donald Trump y el secretario general de la OTAN Mark Rutte, para que la responsabilidad de la defensa de Occidente frente a las potencias autocráticas como China, Irán y Rusia no recaiga en exclusiva sobre las espaldas de los Estados Unidos.
A la maniobra de distracción de Sánchez frente a sus socios parlamentarios consistente en derivar la responsabilidad de ese incremento del gasto bélico en el BEI, maniobra de la que ya hablamos en un anterior editorial, se suma ahora una estratagema similar, pero esta vez a cargo de Ursula von der Leyen, que consiste en cargar ese aumento del gasto militar al capítulo de la deuda.
Es decir, en cargarlo sobre las espaldas de las generaciones futuras.
EL ESPAÑOL cree que el relajamiento de las reglas de déficit y deuda es una solución extrema que sólo debe plantearse, por sus efectos letales a medio y largo plazo en la economía, en caso de emergencias como la de la pandemia de Covid de 2020.
Pero nunca jamás como solución 'fácil' para cumplir con compromisos estructurales y urgentes, pero sostenidos en el tiempo, como el de la Defensa.
En primer lugar, porque esa deuda aumentará todavía más el peso de la mochila que todos los europeos cargamos ya sobre nuestros hombros y que es hoy del 82% del PIB europeo. En algunos países de la UE, como España, el peso de esa mochila es ya del 105% del PIB: un billón seiscientos sesenta y dos mil millones de euros. O lo que es lo mismo, 33.500 € por español o 134.000 € en el caso de una familia de cuatro miembros.
En segundo lugar, porque la decisión de cargar ese gasto militar en la columna del debe de las generaciones futuras confirma la alarmante fragilidad de las convicciones de una UE que parece no haber asumido todavía que el mundo nacido tras la victoria de las potencias aliadas en la II Guerra Mundial es hoy sólo un recuerdo y que su peso económico, diplomático y militar se está reduciendo a ojos vista.
La propuesta de Ursula von der Leyen equivale además políticamente a darle una patada adelante al balón de la Defensa sabiendo que cuando este caiga de nuevo al suelo, ella ya no estará al frente de la Comisión para hacerse responsable del despilfarro.
La presidenta de la Comisión Europea, en definitiva, ha descubierto la solidaridad inversa: no la de las generaciones de 2025 hacia las de 2050, sino la de las generaciones de 2050 hacía las de 2025.
Y en tercer lugar, porque los diferentes niveles de las distintas admnistraciones de los Estados europeos, tanto a nivel local como autonómico, nacional o europeo, parecen haber olvidado que existen dos maneras, y no sólo una, de financiar sus compromisos.
El primero consiste, efectivamente, en pasarle la factura a los ciudadanos actuales, vía aumento de impuestos, o a los futuros, vía deuda.
La segunda consiste en recortar gasto superfluo y clientelar. Un gasto que sólo en España, y según el Instituto de Estudios Económicos, alcanza los 60.000 millones de €. Casi cuatro veces el presupuesto total del Ministerio de Defensa.