Después de 48 horas de incertidumbre, confusión y desmentidos, el Real Madrid ha hecho oficial la salida de Karim Benzema del club blanco al acabar la temporada. Aunque no se esperaba su marcha hasta el próximo año, un giro de los acontecimientos se lo ha llevado a Arabia Saudí.

El francés no podrá cumplir así su sueño de retirarse en el Real Madrid. Pero la rescisión del contrato se ha producido de manera totalmente amistosa, y sin que haya visto resentida en lo más mínimo la excelente relación que mantienen Benzema y Florentino Pérez. De hecho, el fichaje del astro galo fue una apuesta personal del presidente del club, que con el tiempo se acabó demostrando una de las más acertadas de su mandato. De ahí que Pérez vaya a estar presente en el homenaje que su equipo le rendirá el próximo martes.

La conducta de Benzema a lo largo de las catorce temporadas vistiendo la camiseta blanca siempre ha sido ejemplar. Y nunca hubo ningún problema a la hora de firmar su renovación, ni filtraciones interesadas por parte del jugador para mejorar sus condiciones.

Pero la irregular temporada del futbolista y su bajo rendimiento en el último mes ha hecho que el Madrid no haya puesto trabas a su salida. Además, la oferta de 100 millones al año por las dos próximas temporadas de Arabia Saudí ha resultado irrechazable para el francés.

La estratosférica cifra puesta sobre la mesa por el Al Ittihad queda muy lejos de los menos de 15 millones de euros netos al año que cobraba Benzema en la actualidad en el Real Madrid. Y nadie puede negar que el segundo máximo goleador de la historia del club se ha ganado sobradamente el derecho a decidir ahora su futuro.

Pero la llegada del capitán del Madrid a la Liga Profesional Saudí, donde se reencontrará con su excompañero de banquillo Cristiano Ronaldo, invita a preguntarse, no sin preocupación, por la evidente apuesta que el país árabe está haciendo recientemente por el fútbol.

Arabia Saudí ha seguido la estela de otros países del golfo Pérsico como Qatar, sede de la última Copa del Mundo y propietario del PSG. Una estrategia consistente en explotar la industria del fútbol para conseguir vender su marca de país, limpiar la pésima imagen de estas monarquías de la más baja ralea y obtener la normalización internacional.

La diplomacia deportiva saudita tiene como horizonte ganar peso para albergar el Mundial del año 2030, una candidatura que le disputará a España, entre otros. Y ya ha preparado el terreno organizando competiciones como las Supercopas nacionales o el próximo Mundial de Clubes en diciembre.

Pero la estrategia de atraer estrellas del fútbol europeo para que terminen su carrera en Arabia Saudí plantea un importante desafío para el resto de competiciones. Las ligas árabes están poniendo sobre la mesa cantidades fuera de mercado y que no tributan. El fútbol se desliza así hacia un modelo en el que ya no se compite con clubes, sino con Estados.

Con cifras desorbitadas como las ofrecidas a Benzema el país saudí podrá llevarse prácticamente a quien quiera, lo que supone que otros grandes futbolistas podrían irse este verano, con el consiguiente menoscabo para las competiciones nacionales. La FIFA y la UEFA deben poner cuanto antes freno a la crecida exponencial de los sueldos pagados con petrodólares. Porque la desbocada inversión en estas ligas apunta a una burbuja que, como en el caso de China (donde ya no queda ninguna gran estrella), acabará pinchando.

Pero nada de esto puede empañar la irrepetible trayectoria de una de las mayores leyendas de la historia del Real Madrid, que con sus 353 goles y sus 648 partidos disputados ya ha pasado a integrar el panteón de las estrellas blancas. Con 25 trofeos en su palmarés y 5 Champions League, Benzema es el jugador que más títulos ha levantado con la camiseta merengue. Una carerra fulgurante pero de maduración tardía, en la que el delantero pasó de ser discutido en sus primeros años a reinventarse tras la marcha de Cristiano Ronaldo y alcanzar su cénit con 35 años la temporada pasada, liderando a su equipo en un año glorioso.

Ahora el Madrid tiene por delante la difícil misión de reestructurar su ataque sin su principal figura. Y de reforzarse con fichajes potentes para prepararse también para el reemplazo de la generación de otros insignes veteranos como Modric y Kroos