El 31 de marzo de 2020, el Ministerio de Sanidad notificó 812 muertes por Covid-19. Ese mismo día, el empresario Alberto Luceño se felicitó por la cuantiosa comisión que iba a reportarles a él y a su compañero Luis Medina su intermediación en un contrato sanitario del Ayuntamiento de Madrid.

Lo hizo con un obsceno chascarrillo: "Pa' la saca".

Los dos comisionistas han sido imputados por el Juzgado de Instrucción número 47 de Madrid. La Fiscalía Anticorrupción acusa a Medina y Luceño de blanqueo de capitales, estafa agravada y falsedad documental. Según el Ministerio Público, ambos intermediarios inflaron el precio de tres contratos sanitarios.

Medina y Luceño habrían fijado los precios de venta del material sanitario al consistorio con el objetivo de percibir comisiones de 900.000 y 4.000.000 euros, respectivamente. ¿Puede concebirse mayor ejercicio de impudor y desfachatez, cuando los españoles sufrían los momentos más críticos de la pandemia?

En el sumario del caso al que ha tenido acceso este periódico se recogen conversaciones privadas entre los dos comisionistas que atestiguan su voluntad de sacar tajada de una situación gravísima. Los emails que intercambiaron ambos empresarios parecen demostrar que ambos se valieron de triquiñuelas "con ánimo de obtener un exagerado e injustificado beneficio económico".

Por si este alarde de inmoralidad no resultase lo suficientemente indignante, Medina y Luceño habrían endosado también al Ayuntamiento de Madrid unos tests Covid defectuosos y de pésima calidad.

Comisiones millonarias

Mientras los presuntos estafadores hacían caja aprovechándose de una emergencia (que permitía adjudicar contratos de compra de material sanitario sin los controles habituales), los profesionales sanitarios acusaban la escasez de mascarillas, respiradores y tests.

Según los datos aportados por la Agencia Tributaria en el sumario, la comisión que presuntamente percibió el aristócrata Luis Medina multiplicó por cuatrocientos el volumen de ingresos en sus once cuentas bancarias durante el año 2020. No parece casualidad que este incremento exponencial en su patrimonio coincidiera con su intermediación en la venta de material sanitario al Ayuntamiento.

Sin embargo, Medina parece haber tomado las precauciones necesarias para cubrirse las espaldas y camuflar estos ingresos extraordinarios en la línea de la peor literatura picaresca. El aristócrata habría vaciado sus cuentas para así evitar su embargo por parte del juez.

Al agravante moral que supone el aprovecharse de un contexto tan delicado como el de la pandemia por la Covid-19 se suma el hecho de que los intermediarios gastaron sus pingües comisiones en un velero, coches deportivos, relojes Rolex y un piso en Pozuelo.

La víctima, los madrileños

El pelotazo de las mascarillas va más allá del impúdico oportunismo que supone especular en una situación tan grave. También extiende una sombra de sospecha sobre el Ayuntamiento de Madrid.

Es verdad que no hay pruebas que vinculen al alcalde José Luis Martínez-Almeida ni al consistorio con la comisión de ningún delito. Más bien al contrario, el Ayuntamiento parece haber sido víctima de la supuesta estafa, como destacó ayer mismo el propio alcalde: "¿Tengo que dimitir por ser víctima de un delito?".

Pero Almeida no es la víctima de Medina y Luceño. Sus víctimas son los madrileños. Son los madrileños, y no Almeida en cuanto cabeza visible del Ayuntamiento de Madrid, los estafados por los dos arribistas. Almeida sí era, sin embargo, el custodio del dinero de esos madrileños que acabó en los bolsillos de Medina y Luceño.

Y por eso sus explicaciones no pueden limitarse a propagar la tesis de que él es la víctima. También debe aclarar todos los detalles del caso, y especialmente el papel de su primo en él, dado que al menos parte de la comisión cobrada por los estafadores se justifica en razón de ese contacto. 

La corporación municipal se ha personado como acusación particular después de que el juez la haya reconocido como perjudicada, sí. Pero la carta con la que Martínez-Almeida agradeció a Medina y Luceño su "generosa donación de mascarillas" podría comprometer al Ayuntamiento. Y de ahí la necesidad de explicaciones más amplias y, sobre todo, precisas. Porque junto a las acciones más nobles, la pandemia también dejó, a la vista está, inmorales episodios de pillajes y canalladas.