Una de las causas que más muertes provoca en las sociedades desarrolladas es la de los accidentes de circulación. Sin embargo, si a la casuística de las distracciones y de las imprudencias unimos la temeridad o la iniquidad de los conductores, estamos ante un problema mayúsculo. Un drama sobre el que hay que centrar el foco. 

EL ESPAÑOL profundiza hoy en la historia de Javier, el joven que iba a cumplir 33 años y al que un conductor que iba a toda velocidad y en sentido contrario segó la vida el pasado domingo en la A-5 a la altura del municipio de Móstoles. El Juzgado número 3 de la localidad madrileña ha decretado prisión provisional para el presunto kamikaze, acusado de delitos de homicidio y contra la seguridad vial. En las pruebas de alcohol y drogas dio positivo en el primer control tras el siniestro. 

Alcohol y drogas

Resulta dramático que coger el coche suponga un riesgo perfectamente evitable. Los datos son demoledores. El 66% de las pruebas de alcoholemia realizadas a los conductores fallecidos en accidente de tráfico presentaba una tasa tres veces superior a la permitida. En el caso de las drogas, este porcentaje se situaba en el 19%. 

Que el pasado año fueran condenadas 56.000 personas por conducir ebrias da la razón a quienes piden un endurecimiento del Código Penal a tal efecto. Bien es verdad que en febrero el Senado aprobó nuevas reformas que contemplaban, por ejemplo, el abandono de lugar del accidente sin prestar auxilio; lo sorprendente es que ese delito no estuviera contemplado ya en cualquier supuesto.

Las víctimas

Pero aun así, y a pesar del empeño de las víctimas, las penas de prisión son ridículas: seis años si la imprudencia es grave con resultado de muerte, y hasta nueve si los fallecidos son "muchos", algo que queda al arbitrio del juez, que debe valorar cada caso en concreto.

La vida truncada de Javier, un joven al que todo le sonreía, al igual que a muchas otras víctimas, nos obliga hoy más que nunca a concienciarnos de una sangrienta evidencia: que quien mata en las carreteras por excesos flagrantes en la conducción es un criminal con todas las de la ley. Por eso mismo, no es de recibo que la legislación siga sin contemplarlo así.