Óscar Puente, en el Congreso de los Diputados.

Óscar Puente, en el Congreso de los Diputados. Europa Press

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Un brindis por el espíritu navideño de Óscar Puente

Puente representa todo lo que va mal con el PSOE de Sánchez: sectarios que viven instalados en la sospecha continua, con tan poca conexión con la realidad que acaban vociferando solos mientras la gente sigue a lo suyo.

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En la madrugada de la noche del 24 al 25, a algunos les nace el Niño Dios en el mundo y a Óscar Puente le nació la inspiración.

Se vio arrebatado por la musa. Impelido por la necesidad de dejarse llevar por una ola de creatividad. Sintió la llamada de seguir defendiendo a la patria aún en Nochebuena.

Si los fascistas trabajan, Puente trabaja todavía más fuerte.

Si los rebeldes antisanchistas y ultras tienen la guardia baja porque se dedican (insensatos) a cantar villancicos y pelar langostinos, el ministro aprovecha la debilidad para infiltrarse en las líneas enemigas y dar un golpe maestro.

Puente lanza publicaciones en X como quien lanza el guante para batirse en duelo. Él no tuitea, batalla.

Me pregunto si a Óscar Puente le ha tocado pasar la Navidad con la familia política.

Me pregunto si no tiene amigos entre sus cuñados que le den conversación.

Me pregunto si ha perdido una apuesta.

Me pregunto si tenía que fingir que trabajaba mientras los trenes empezaban, una vez más, a fallar.

Me lo imagino poniéndose en pie en mitad de su celebración navideña y diciendo: “¿Me disculpáis un segundo?” con cara de hombre ocupado y preocupado. España le reclama. Ha tenido una idea y ha de compartirla.

Me lo pregunto porque de verdad me gustaría poder comprender qué impulsa a un hombre, por muy ministro encendido por su amado líder que sea, a coger el móvil en la madrugada del 25 de diciembre y publicar una foto comparando a la oposición con franquistas.

Aunque bien mirado, Óscar Puente es un españolazo de los pies a la cabeza. Porque no hay nada más español y cuñado que tener presente a Franco el día de Nochebuena y tuitear sobre ello.

Puente es ese familiar que espera sentado en un sofá, enganchado al móvil junto a la bandeja de los turrones, a que la noche vaya pasando y a que su mujer, que sí se lo pasa bien, le diga que ya es hora de irse a casa.

De esos que viven con la convicción —muy española— de que el país se detiene si uno no opina a tiempo.

De los que bajan el volumen de Campana sobre Campana porque no se pueden concentrar sino mientras teclean.

Claro que no es un desliz nocturno ni un exceso navideño: es un ministro del Gobierno de España actuando como agitador partidista, incluso en Nochebuena. Y con Franco siempre bien a mano.

Puente es la representación de todo lo que va mal con el PSOE de Pedro Sánchez.

Un conjunto de obsesionados con el poder. Un ejército de sectarios que han perdido tanto la conexión con la realidad que acaban vociferando solos mientras la gente de su alrededor brinda con champán por la vida de verdad.

Es el PSOE para el que no hay tregua posible porque vive instalado en la sospecha y en la épica del asedio continuo. Hay en su comportamiento una mezcla de convicción y ansiedad, de necesidad de estar y miedo a desaparecer.

El tuit de Puente nos dibuja un paisaje político algo fatigado.

Un poder que no sabe descansar porque tiene miedo de estar ya agotándose. Y que termina hablando solo, convencido de estar librando una gran batalla, mientras el país —ese ente menos épico— sigue a lo suyo, ajeno a la heroicidad digital y bastante más preocupado por llegar a tiempo, aunque sea en tren.

Hay algo casi entrañable —si no fuera preocupante— en esta pulsión por estar siempre al quite, incluso cuando no hay quite alguno.

Amigo, que el discurso del Rey ya ha pasado en el día de hoy, búscate mejor otra fecha para agitar al público. Descansa un poco. Cuelga la espada por un día. Hínchate a jamón. Lee un libro. No le confirmes al país que gobiernas que estás tan ideologizado como parece.

Un brindis por el espíritu navideño de Óscar Puente, que ha sido la mejor crónica posible de la decadencia de su Gobierno.