José Luis Ábalos y Yolanda Díaz.

José Luis Ábalos y Yolanda Díaz.

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A Yolanda Díaz no le gusta España

Para su propia desgracia, Yolanda Díaz es una mujer en un puestazo de poder.

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Mi sensación es que Yolanda Díaz ha visto Los Miserables demasiadas veces y está deseando vivir su propio momento-barricadas.

Ella no quiere paz y prosperidad. Ella respira revolución.

Ella es La Pasionaria enviada desde el más allá para salvar nuestro tiempo.

Hay quien fantasea con su vestido de novia, su ascenso, una isla con aguas turquesas o, en mi caso, con poder conducir sin fobia al volante.

Yo creo que cuando Díaz se mira al espejo se sueña con casco y canturreando Do you hear the people sing? mientras dirige una comitiva que marcha espontánea, alegre y mártir por la Gran Vía madrileña para enfrentarse… ¿a quién?

Ni ellos lo saben. Pero la lucha es una forma de vida. No se le pueden pedir razones al corazón.

El problema que tiene Yolanda Díaz es que es la vicepresidenta del Gobierno de este país, mal que le pese. Parece que se le olvida, porque a ella le gustaría verse más como una anarquista clandestina que conspira contra el poder opresor desde las catacumbas marxistas.

Para su desgracia, es una mujer en un puestazo de poder.

Qué poca revolución le está dando la vida a Yolanda. A mí, que la vicepresidenta de un país no pare de decirme que la democracia está en peligro me parece, cuanto menos, sospechoso.

Señora, que lleva usted cinco años en el Gobierno. Si no ha apagado el fuego ya, quizá es que el incendio lo está provocando usted.

O que no quema tanto, no sé.

Yolanda Díaz está empeñada en ir contra todo y contra todos. Ella quiere alertarnos de que la ultraderecha tiene tomadas nuestras calles. Pero también quiere que sepamos que no es como sus socios de Gobierno.

A la vez, se empeña en que nos quede claro que su Gobierno es referencia en el mundo.

Y yo ya me lío.

Y mientras yo me lío, ella le hace el trabajo sucio a Pedro Sánchez, que puede dedicarse tranquilamente a convencernos de que a su derecha sólo hay extremistas radicales porque los de su izquierda ya nos convencen solos.

Pedro Sánchez durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso este miércoles.

Pedro Sánchez durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso este miércoles. Borja Sánchez-Trillo Efe

"Tenemos el derecho legítimo a decirle al pueblo español que salga a defender la democracia como lo hago el primero de mayo y como lo hago legítimamente siempre", ha dicho con motivo de la sentencia sobre el fiscal general.

Ejercicio: subraye la palabra "legítimo" y coméntela con su compañero. Y luego vuelva a subrayarla una y otra vez.

Y si no le ha quedado claro todavía que todo lo que hace Díaz es muy, muy legítimo, escríbalo con su sangre todas las veces que sean necesarias hasta que cale el mensaje.

"Agarremos la democracia en nuestras manos", clamó Yolanda Díaz ante sus colegas de Sumar. Pero es que es confuso instar a la revolución desde una vicepresidencia.

¿Contra quién marchamos si no es contra el poder?

¿Acaso no es usted el poder?

¿Y quién dirige la marcha?

¿Marchamos contra el poder liderados por el poder?

Es como un guión de los Hermanos Marx.

A la vicepresidenta no le gusta el país que vicepreside porque necesita el conflicto. Necesita que al pueblo español le vaya mal para así poder lanzarlo a una guerra de la que atribuirse el liderazgo.

Por eso quiere que a Telefónica le vaya mal, que a la justicia le vaya mal, que a las mujeres les vaya mal.

Cuidado, Yolanda, vaya a ser que el pueblo empiece de verdad a marchar y se confunda y acabe delante de tu ventana. No sé si una turba se va a calmar con tus delicadas formas de pedagoga Montessori.

Lo peor que le ha podido pasar a Díaz es ser vicepresidenta de España. No se puede entregar la vida por la revolución desde un despacho. No se puede convencer a los trabajadores que el sistema que te ingresa 100.000 euros al año está roto. No se puede todo, Yolanda.

O vicepresidencia o Los miserables. Yolanda Díaz debe decidir de una vez si quiere ser protagonista de un musical o dirigente de un Gobierno.