Santiago Abascal durante un acto electoral en Extremadura, la semana pasada.

Santiago Abascal durante un acto electoral en Extremadura, la semana pasada. Europa Press

Columnas CONVOCATORIA EXTRAORDINARIA

En Extremadura no ha empezado un fin de ciclo

El sanchismo se va a quedar. Vox no tiene prisa, así que la situación le es propicia: todavía más cómodo en la oposición, y con Sánchez como aliado perfecto, instalados ambos en perpetuar la discordia.

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No hay fin de ciclo, no hay derechización, y no hay reacción antisanchista. Hay muy poco que celebrar y mucho por hacer.

De los resultados de las elecciones extremeñas hay que analizar por separado los efectos regionales y los nacionales, sin separarlos demasiado porque están íntimamente relacionados. Y en ningún caso son positivos para el Partido Popular.

A nivel regional, María Guardiola planteó una cuestión de confianza encubierta, que es lo que cualquier gobernante responsable hace cuando no le aprueban los Presupuestos. Hizo bien, pero ha perdido.

Su pregunta lanzada al electorado extremeño ha obtenido respuesta: 40.000 votantes más (de 49.000 a 89.000) han preferido apoyar el bloqueo de Presupuestos.

No se entiende, pero es así. O sí se entiende, pero si se lee en clave nacional. Es decir, que Guardiola está pagando el precio de que se hayan planteado estos comicios como un plebiscito contra el sanchismo.

A nivel nacional la perspectiva es aún menos halagüeña.

Feijóo habla con María Guardiola tras su victoria en las elecciones de este domingo.

Feijóo habla con María Guardiola tras su victoria en las elecciones de este domingo.

Se han fijado dos mensajes.

El primero, dirigido a la derecha: la gente no confía en el Partido Popular como agente del cambio. Ni como voto útil, ni como voto moral. Hay una masa de electores que quiere más, o que desea que todo estalle por los aires, o que simplemente está harta y ya no confía.

El segundo, a la izquierda: hay una derecha bicéfala, pero una, al fin y al cabo.

Lejos quedan las palabras duras de Feijóo en la clausura del congreso del PP del pasado julio contra Vox. Cualquier potencial votante de izquierdas intuye que el PP formará gobierno con Vox si es necesario para "echar a Sánchez".

Y, lo que es más grave, este mensaje también ha llegado a la derecha. No hay más que ver las portadas de algunos diarios de tirada nacional para comprender que también la derecha se concibe a sí misma como algo unitario, y que no tiene ninguna intención de hacer distinciones entre derecha liberal y nacionalpopulismo.

La desesperación es tan grande que ya estamos en el "todo vale" con tal de acabar con el sanchismo. Pero ese "todo vale", habrá que entenderlo, a los votantes de izquierda no les vale, y a muchos de derechas tampoco.

La derecha liberal se está quedando sin representación en los medios y en los partidos. Se empieza a detectar una claudicación a nivel general ante "la nueva derecha".

Por tanto, con esos dos mensajes fijados en el votante español, el resultado es bastante previsible, y no coincide con un cambio de ciclo.

Si hay dos sacos de votos, uno para el bloque sanchista, y otro para el bloque de oposición al sanchismo, y no hay, por más que lo sueñen algunos, trasvase de papeletas de un saco al otro, la derecha tiene pocas opciones.

Una pasaría por presentar un partido único a las elecciones para no provocar que miles de votos se vayan por el desagüe de la ley electoral. Esto no va a suceder. La otra que queda, por tanto, es que una inmensa mayoría de votantes de izquierdas se quede en casa el domingo electoral.

Esto sería más probable si esos votantes no tuviesen la sospecha de que Feijóo va a hacer a Abascal vicepresidente del Gobierno, a Rocío de Meer ministra de Asuntos Sociales, o a Buxadé ministro de Asuntos Exteriores. Pero después del mensaje lanzado este domingo, y de lo que vendrá después en Aragón, Castilla y León, y Andalucía, también habrá que descartar que la izquierda no se movilice.

No hay tanto voto que repartir entre tanta derecha. Este ha sido el éxito estratégico del zapaterismo revisado por el sanchismo.

Si tenemos que hacer una proyección, aunque obviamente pueden pasar aún muchas cosas que cambien el signo de los acontecimientos, es que el sanchismo se va a quedar, y no habrá ningún cambio de ciclo, o no al menos liderado por la derecha liberal.

Vox no tiene prisa y ya se ha postulado para acabar con el bipartidismo, o sea, con todo lo anterior. El PP tiene demasiada prisa, y por eso duda y envía un mensaje equívoco en lo esencial, en lo único que verdaderamente importa, que es qué piensa hacer ante el nuevo nacionalismo de derechas.

Así que la situación le es propicia a los de Abascal, todavía más cómodos en la oposición, y con Sánchez como aliado perfecto, ambos instalados en perpetuar la discordia que nos lleve al límite.

Queda mucho por hacer, pero lo primero es que parte de la derecha mediática, política e intelectual comprenda que poner todo el foco en el antisanchismo ha producido en muchos votantes una ansiedad que les está llevando a depositar todas sus esperanzas en hacer saltar el sistema por los aires.

Antes o después se producirá un cambio de ciclo, pero no parece que sea en el sentido que muchos han celebrado el lunes postelectoral.