
El Papa Francisco recibe en su residencia al vicepresidente de EEUU, JD Vance, este domingo. Reuters
No es que todo se haya vuelto woke, es que tú eres un poco vago
Hete aquí que en realidad Trump no derogó el wokismo. Lo woke simplemente se ha hecho de derechas. Se ha producido una migración de lo woke.
A esta España mágica nuestra llega todo siempre con un poco de retraso. Los analistas domésticos (o sea, de andar por casa) han descubierto algunos años después el concepto "woke", que venía circulando por la anglosfera para designar críticamente la quincalla ideológica interseccional de la nueva izquierda.
Aquí sólo estaban familiarizados con el término un puñado de intelectuales asiduos a la prensa internacional, algo que siempre da mucho lustre. Pero la necesidad de explicarse la segunda venida de Donald Trump ha promovido la importación (esta, exenta de aranceles) del palabro, y su vulgarización hasta la fatiga en los medios generalistas.
Mitad por economía verbal, mitad por pereza intelectual, los comentaristas de la actualidad han encontrado en lo woke el núcleo causal del vuelco político de los últimos años.
Esto es Vance:
— Carlos Mtz Gorriarán (@cmgorriaran) March 16, 2025
Eurofóbico: “A veces los europeos me molestan"
Fundamentalista: “Toda la idea de civilización cristiana que se formó en Europa"
Mentiroso: “Europa está empezando a limitar la libertad de expresión de sus propios ciudadanos.”
Racista: “Si Alemania permite que entren… https://t.co/RWGCYmZqYY
Y por si no fuera una noción lo bastante eteréa y oscura, las lindes de lo woke se han ido dilatando hasta abarcar fenómenos completamente heterogéneos.
En un primer momento, se nos dijo que la victoria de Trump significó el hartazgo y el repudio de los estadounidenses a lo woke.
Pero hete aquí que no, que en realidad Trump no derogó el wokismo. No puso fin a la Era Woke, y no ha empezado ahora el tiempo de la somnolencia. Lo woke simplemente se ha hecho de derechas. ¡Se ha producido una migración de lo woke!
Nuestros alumbrados purasangre, que por no casarse con nadie se ven perpetua y trágicamente condenados a la soltería política, ya nos lo venían advirtiendo. No te equiwokes: Trump no es de derechas, es la izquierda que va a misa.
Lo woke es intervencionista, colectivista, relativista y moralista. Trump responde a todos estos rasgos. Luego el trumpismo es un wokismo de derechas.
Un silogismo parido tras un esfuerzo cogitativo hercúleo.
Este rupestre subarriendo terminológico dice mucho de la estrechez del marco conceptual de nuestra clase letrada, y de la miopía interpretativa a la que los condena. Pero también nos habla de la estrategia discursiva con la que las democracias liberales blindan su régimen disciplinario intelectual, cada vez más intransigente.
La forma más efectiva de desactivar las amenazas al statu quo (que no a la Democracia y la Libertad, como se quiere hacer pasar) es la invocación de una nomenclatura connotada negativamente.
El retorno de la historia y la política causa estupor y desconcierto entre quienes se han aculturado en la cartografía política del consenso de posguerra, impresa a fuego por el trauma totalitario.
Y por eso se recurre a un cortafuegos semántico que neutraliza automáticamente todas aquellas expresiones políticas que, sin ser realmente nuevas, sí escapan a las rígidas dicotomías heredadas del mundo de la Guerra Fría.
WOKE
— Cayetana Álvarez de Toledo (@cayetanaAT) November 6, 2024
MAGA
WOKE
MAGA
Y así seguirá oscilando el péndulo mientras el liberalismo no presente una alternativa.
Así, el reforzamiento de la autoridad es "autoritarismo".
La adhesión a un poder personal es "culto a la personalidad".
La salvaguarda del interés nacional es "nacionalismo".
La preocupación por la identidad de la comunidad es "identitarismo".
La simplificación del campo político es "simplismo".
La movilización de emociones es "emotivismo".
El liderazgo populista es "demagogia".
El resurgir de la polaridad es "polarización".
Y con todo este arsenal retórico, los celadores de la rectitud doctrinal pueden seguir aferrados a su prejuicio axiomático de que la disputa ideológica sustancial ha quedado definitivamente clausurada.
Aplicada esta lógica al caso español, no deja de ser irónico que quienes cargan insistentemente contra la tosca estrategia gubernamental de la equiparación de la disidencia con la ultraderecha sean los mismos que, cuando Sánchez aplica una receta que se aparta mínimamente de la ortodoxia liberal, echen mano del francomodín para desacreditarlo.
A ver si, después de todo, Sánchez va a ser un woke de derechas...