Si el tándem mixto como fórmula termina imponiéndose en la política española de última generación, donde la pareja de hombre y mujer (o viceversa) ha de marcar el paso de unas elecciones en la igualdad, está claro que Feijóo y Ayuso parten con ventaja respecto a Sánchez. El presidente aún no tiene su par en el PSOE para esa coreografía, y Yolanda Díaz es una opción ajena todavía sin consolidar. No parece la tabernera de la izquierda preceptiva para el actual corral de comedias.

Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo, durante el congreso del PP de Madrid.

Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo, durante el congreso del PP de Madrid. EFE

El esquema de este arquetipo ofrece matices y atajos para parecer lo que no es. No significa que el dúo de moda tras el Congreso del PP madrileño vaya a competir con Sánchez como el ticket Joe Biden-Kamala Harris contra Trump, pues Ayuso hará su parte en la comunidad. Pero, dado el cartel antisanchista que se ha labrado a pulso, resulta innegable que el argumentario de la baronesa tiene vocación nacional y es munición adicional contra el PSOE.

Ese trabajo sucio a la inversa no tiene Sánchez quién se lo haga, y la nueva lógica que se abre paso en este curso preelectoral deja huérfano al candidato socialista. La flamante presidenta del PP de Madrid obliga a Ferraz a hacer un casting para dar con su antiAyuso o lo pagará caro en las urnas.

Juan Domingo y Eva Perón crearon escuela en América Latina. En la memoria colectiva esa dualidad funciona, y hasta inconscientemente se asocia a Marilyn Monroe con John F. Kennedy, máxime tras el Happy birthday Mr. President hace 60 años.

De una historia de amor se hace mitología política. En España, hasta ahora, era más la incompatibilidad Aguirre-Rajoy o Ayuso-Casado. El género Humphrey Bogart, la perpetua elegancia, lo inauguraría Núñez Feijóo.

La puesta en escena del chanelazo de Ayuso en el Congreso del PP de Madrid revisa los formatos al uso en el campo de batalla preelectoral. Feijóo es el cartel de perfil educado- sobrio-confeso, con las armas del viejo partidismo que excluye terceras vías, sea Cs o Vox. Su fuerte es haber gerenciado Galicia como una empresa pública con la cabeza sobre los hombros. Ahora quiere hacer lo mismo con España, respetando la inercia histórica de la estirpe de líderes gallegos de la derecha fundada por Fraga, que era capaz de fingirse apóstata nacionalista y amigo de Fidel sin que a sus votantes les molestara.

Esta dupla del PP juega a vender dos almas y dos caras en el Jano bifronte de la puerta de Génova. Feijóo irá a la caza y captura del voto moderado y descontento del PSOE y de Arrimadas por descontado, mientras Evita Ayuso juega a Chanel cantando al populacho con la letra plebeya y la música pegadiza de una lideresa que se contonea en la tribuna como si fuera a ganar Eurovisión. Tiene reminiscencias de políticos madrileños que ya antes hacían concesiones macarras con ese guiño barrial que luce Ayuso y que a veces usaba el profesor Tierno Galván.

Yolanda Díaz y Pedro Sánchez.

Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. EP

Pero acaso en su deriva más reciente revele un aire a Eva María Duarte, la esposa populista del general Juan Domingo Perón, cuyos discursos rabiosamente antisocialistas calaban en la masa de descamisados de las villas miseria de Argentina de mediados del siglo pasado. No es Evita, pero encarna el estribillo de partido del pueblo en esa canción del PP de Madrid tan interclasista hasta alcanzar los arrabales de Vox.

Si Ayuso embrida el pronto de parecer la jefa de la oposición y deja a Sánchez para Feijóo, el reparto de papeles le asigna el rol de ser la némesis de Abascal. Pero nada impedirá que en los próximos meses haya cierta suspicacia por los antecedentes con Casado y los egos traicioneros. Ese es el talón de Aquiles del método que esta vez experimenta el PP, obligado por las circunstancias, a riesgo de repetir la historia que lo desangró recientemente.

Si cesa el fuego amigo en el PP, a Sánchez no le queda otra que inventar una Evita antídoto de Ayuso, para medir sus fuerzas con Feijóo como si la política española siguiera siendo cosa de dos. Un duelo sin interferencias.