Una vez conocida y ampliamente divulgada, la relación entre Iñaki Urdangarin y Ainhoa Armentia, también llamada la dama de las pieles, está más viva que nunca. Y no porque lo diga la revista Lecturas con los testimonios gráficos tomados en las playas de Bidart, sino por deseo del exjugador de balonmano, dando así por cerrado un capítulo de la desestructurada familia de los Urdangarin y Borbón.

Se veía venir. Sobre todo lo vio venir la infanta Cristina aquella vez que en Atlanta se puso a tiro de Iñaki y abriendo mucho los ojos hacia la cancha exclamó "¿quién es el rubio?".

El rubio era Iñaki Urdangarin. Alto, flaco, risueño, desmadejado de remos y con pinta de interesante. Todos los rubios gustan de hacerse los interesantes, pero Iñaki el que más.

Desde aquel día, el noviazgo fue imparable. Viajaban, salían, se presentaban a los amigos, visitaban Zarzuela y los fines de semana ampliaban su ruta de conocimientos. En Puigcerdà, Iñaki había dejado a una novia morena a la que dio plantón sin previo aviso. Todo hay que decirlo, el deportista hacía las cosas sin avisar, y con Carmen Camí no fue una excepción.

Con el tiempo, casados ya y sumando hijos en el libro de familia, Iñaki demostró que las mujeres seguían gustándole, aunque estuvieran casadas con amigos.

Lo más novedoso, sin embargo, es que Iñaki y Ainhoa siguen juntos mientras interrumpen las relaciones con sus respectivos cónyuges. Ambos trabajan en un bufete que les brinda la oportunidad de tender puentes y estrechar lazos. Eso sí, a los hijos, ni tocarlos.

En el comunicado oficial de Urdangarin y la infanta Cristina se dice textualmente que la pareja ha decidido "interrumpir su relación matrimonial". Y termina con las siguientes palabras: "El compromiso con nuestros hijos permanece intacto".

Mientras escribo estas líneas, en las calles de Vitoria reina un bullicio de reporteros y alcachofas. Los ciudadanos indagan la actualidad con el rabillo del ojo. Muchos aseguran haber visto a Claire Liebaert, pero no es cierto. La madre de Iñaki está agazapada tras el telefonillo de la calle y se niega a contestar.

La única que ha roto el silencio es Ainhoa. Ella se queja de la persecución a que la someten los medios y pide respeto para su intimidad. Típico. Las madres arropan a sus hijos y los protegen de las comidillas. No hay nada peor que un hijo extraviado. Que se lo pregunten, si no, a la reina Sofía.