Decir la palabra “dictadura” no es tan difícil. Son cuatro sílabas, una detrás de la otra, que definen a un régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales, en palabras de la RAE, primera acepción. Cuba, por ejemplo.

Pero a nuestro Gobierno le cuesta pronunciar la palabra si no incluye en la misma frase a Franco o a la ultraderecha. Tanto como para rechazar en el Congreso la propuesta de una declaración institucional de condena a la represión cubana, pese a todo lo que está ocurriendo en estos días de rebelión en la isla y con cerca de 200 desaparecidos ya en este momento.

Nuestro Gobierno (feminista, progresista y ecologista, tan solidario él) prefería un mucho más eufemístico y condescendiente “lentitud en la transición democrática”. Y entre el ejercicio de honestidad intelectual de llamar a las cosas por su nombre y señalar lo inaceptable o no hacer nada en absoluto, optaron por la segunda: la inacción. “Ni condena ni condeno”, que dirían nuestras madres.

No podemos decir que esto nos sorprenda a estas alturas de la película. Recordemos que hablamos del mismo Gobierno que pidió explícitamente a los medios de comunicación allá por octubre llamar “restricción de la movilidad nocturna” al toque de queda.

Porque era mucho más “contemporáneo”. El mismo que llamaba en sus redes “lucha armada” a la acción criminal de ETA, “desaceleración económica internacional transitoria” a la crisis económica o “reforzamiento del modelo económico” a cada una de sus carantoñas a los separatistas. Hablamos de los que no piden rescates a la Unión Europea, sino que solicitan “líneas precautorias sin condicionalidad macroeconómica”. ¿Nos va, de verdad, a sorprender ahora un simple “lentitud en la transición democrática”? De milagro no lo han llamado “tienen sus cosillas pero buen fondo”. 

Ni siquiera la cáfila oficial de abajofirmantes profesionales, los que tan fatalito lo han pasado los últimos veintiséis años en el infierno madrileño, se han dignado a emitir dizque una notita aunque fuese. Un tímido “no peguen a los negritos delante de las cámaras, que se está viendo” publicado de tapadillo en la sección “ser pobre mola” de algún periódico venido a menos, que no se me ocurre ahora cuál podría ser. Es menos pintón que defender a un raperillo bocazas, si yo lo entiendo, pero es por coherencia no más el pedido

Hagan caso, no sean fachas: hay que sustituir el término “dictadura” por “lentitud en la transición democrática”, “patria” por “matria” y, no se me despisten, miren aquí. Miren aquí fijamente. ¿Dónde está la bolita? ¿Dónde está la bolita?