Queremos más gente como ese señor tan amable que me encontraba por las mañanas paseando en Chamberí y al que, lamentablemente, nunca le expresé ni mi admiración ni mi agradecimiento. Necesitamos más gente como él, cuya presencia nos provoque una sonrisa y tanta ternura como interés

Alguien que nos recuerde que de nada sirve que sepamos manejar tanto mecanismo externo si no tenemos ni idea de qué estamos hechos ni qué es lo que pasa por aquí dentro; que nos informe de que la felicidad es la ausencia de miedo, igual que la belleza es la ausencia de dolor. Seamos valientes, seamos bellos. Que nos cuente que esto va de vivir con intensidad los buenos momentos y no de tener el control absoluto, la seguridad absoluta, el poder absoluto. Que nuestros deben ser los remos con los que huyamos de la deriva, porque solo así seremos dueños y libres.

Queremos a alguien que nos brinde un GPS vacío de demagogias y repleto de ciencia, porque necesitamos verdades bonitas, pero verdades empíricas. No estamos para hostias.

Personas bonitas que se enfrenten al reto de encontrar los hilos que nos mueven para que seamos nosotros los que los controlemos, y no a la inversa. Personas apasionadas, inteligentes, humildes, curiosas, dispuestas a compartir sus conocimientos con el resto del mundo, porque lo que quieren es cambiarlo y la única manera de mejorarlo es mejorar a sus habitantes. Y la única manera de mejorar es escuchar y escucharse. Y rectificar. Desaprender para aprender.

Queremos más gente que afirme que todo lo que ha aprendido lo ha aprendido de la gente, de sus gestos, de sus temores, de sus máscaras. Que nos convenza de que es imprescindible encontrar lo que nos hace vibrar por dentro y conocerlo todo sobre ello, bucearlo a fondo, para así disfrutarnos, disfrutarlo y lanzarnos sin mesura sobre ello, ya sea un beso, un lienzo en blanco o una plantilla de Excel. A quién le importa.

Queremos que se predique con el ejemplo, con el sentido del humor, con las ansias de ver más allá de nuestras narices, con el cuestionar todo aquello que nos limite, con la creencia de que estamos hechos de sueños que no son sueños, sino objetivos. Gente que demuestre que el único obstáculo entre nosotros y la felicidad somos nosotros mismos, nuestra ignorancia, nuestra cabezonería y siglos de incultura emocional. Queremos que nos recuerden que necesitamos amor, pero amor del bueno, del que eleva, empuja y alimenta. Lo otro no es amor.

Queremos a alguien que nos muestre que lo de estar por encima de las chorradas de la vida, que son casi todas, no nos convierte en prepotentes, sino en realistas, en valientes, en sinceros, en flexibles. No nos tomemos demasiado en serio: ni somos tan importantes, ni tan nimios. Queremos que nos hablen de la intuición, que nos aseguren que esas corazonadas que nunca nos fallan no son brujería, sino experiencia y conocimiento. Dejemos que nos guíe, no le tengamos miedo. Hagámonos preguntas, sin importar cuál será la respuesta, ya aparecerá. Queremos personas optimistas, que nos hagan olvidar un pasado que no fue mejor, que es inútil. Que nos empujen la mirada hacia lo que está por venir. Que lo que está por venir sea por decisión propia.