Decían que el nacionalismo es amor y se aprovecharon de la revolución de las sonrisas. Lo fueron cantando entre presos y diputados y hasta caló en Lavapiés y otra zonas de España. Entre barrotes se va haciendo víctima y lo canta el preso lenguaraz. Oriol Junqueras tiene sus lecturas y calla cuanto sabe, que el presidio es moneda de cambio para cuando vuelvan los 'sorayos'; si vuelven.

Ahí anda blanqueado, entrevistado, tierno y golpista que enmienda el cómo del 'prusés' y reza al Altísimo. Ahora vemos entre líneas qué bien se llevaba con Soraya y, como que Junqueras está ahí para decirnos a la gente de Cuenca que somos opresores y demás.

El lamento de Junqueras es el licor dulzón de la cosa independentista. A su hablar sincopado hay que unirle la cadencia de Informe Semanal, que de un ilustre prosista a un golpista infame nos da la sensación de que todos tienen algo que decir, aunque no digan nada. La cosa es que Junqueras se expresa y nos cuenta que, como Fray Luis de León, piensa y cultiva el huerto republicano. Es un mártir amortizado que bien moldeado sería delegado del Gobierno con Soraya.

De Dencás a Junqueras pasa toda la historia del republicanismo catalán -si la contradicción es admisible-. A las horas nos resuena la cosa declarativa de Junqueras. De modo que tengo yo que sentirme como culpable de que los golpistas no hicieran las cosas bien, y desde el ente público queda repicado el asunto y todo cabe en el pluralismo.

Blanquear a un santurrón en subtítulos y en el canal gratis no es tampoco un prodigio periodístico, pero nos habló Junqueras solemnemente a todos los que pagamos la cosa pública. Cuerda de presos y lío de cables en la cárcel 'amiga' de Lledoners, que nadie vio y pasa que en este negocio todos nos conocemos; porque el texto es el texto.

El carcelero nos daba "tics" de diálogo cuando sabemos que el Gobierno no sólo le concede a Cataluña el diálogo: también los derechos constitucionales y ese silencio a Arrimadas. Sant Oriol entre subítulos dijo mucho y dijo poco y dijo nada. Sus puyazos y sus verdades nos dejan en esa laguna 'indepe' que es ERC. Entre la infamia es de lo más coherente, y Sánchez lo sabe.