Me desperté por insomnio y el Aquarius y las barcazas enfilaban el último tramo, ya en aguas pluriespañolas, y me acordé de El Emigrante de Valderrama, y tuve un duermevela y veía una patera deshuesada en esa playa de Tarifa batida por los vientos. Llegó el domingo, atracaron estos héroes en una Valencia donde hace unos años campaba el petardeo guapo de la Fórmula 1, y lo que sentimos fue alivio. Al alma de los occidentales de Iberia, los que andamos en el alambre del Estado del Bienestar, se nos quedó una cara de pregunta, de interrogación futura.

Esa odisea humana por el mar latino es el reflejo de que la "Europa de las luces" ni tiene tantas luces ni es solidaria, y de que al sanchismo y a sus nuevos aplaudidores bien les vale un rescate, que todo es bueno para el convento, como dijo aquel fraile con la meretriz al hombro. Y sin embargo, en el Puerto de Valencia hubo aplausos y hubo emoción. Lloraron los abnegados picoletos a los que, como a Terencio, nada humano les es ajeno, ni siquiera ese cartel de "Bienvenidas" en un domingo de buen tiempo en que el feminismo triunfante se apuntó un tanto entre tanto hijo de Dios sobrevivido entre el salitre.

Sabemos que el Rey Moro ha tomado nota, con esa querencia sibilina que tiene la familia alauita de tomar la solidaridad del vecino de arriba -"mi hermano"- por debilidad mansurrona. Se esperan noches toledanas de Espartel a Palos.

Porque debería haber sido el domingo un día de júbilo, de nobleza española, pero al sanchismo (y a sus confluencias) se le vio la careta cuando quiso convertir la humanidad de una España -aún salvable- en una verbena; tuvo la cosa ese componente politiquillo donde la cuota/relumbrón del Ejecutivo sacó pecho. Uno tiene claro que la justicia social a nivel internacional es "justicia" y es "social", no una propaganda sobrevenida de la miseria y del miedo.

Ocurre que el caso Aquarius, el darle puerto seguro, manta y cobijo a un igual, les va a servir a estos frailunos de la progresía para evangelizarles y evangelizarnos en gaseosa. De aquí en adelante habrá que preguntarnos por la voz de España como Frontera Sur de Europa, o de esa ocurrencia de Grande-Marlaska de poner en Ceuta/Melilla unas concertinas de gomaespuma frente a una gendarmería marroquí mal pagada y al marismo de las mafias y los vientos.

Ese juego de las moralinas se lo conoce uno, que estudió con las monjas y por Navidad daba un kilo de arroz a un misionero que suponíamos con ébola. El Padre Ángel pidió un "efecto llamada" para España: angelito...

Para mi magín se quedará el cartel de "bienvenidas" en el que alguien quiso privar de la medalla de la solidaridad a media España. Era domingo, sí, cuando Pdr vino a descubrir el Mediterráneo: ése en el que Salvini y Torra nos miden el cráneo y el ADN y pinchan y cortan.