Estos días azules y este sol de la infamia en Gerona. Todo entre solemne y cutre con los alcaldes del Prepirineo y de la Plana viviendo su momento -cateto- de gloria; bastones al vent. Una urna que parecía la de las reliquias de un santo cucufato, el brazo corrupto de Sant Pujol o así, donde votaron el delito con las criadillas de corbata.

El mundo atento al Parlament, y aquello que tuvo que oler a naftalina desde que se fue Arrimadas. Nos dolió España por la parte Noreste, pero miré a Moncloa y era la nada, y hubo un Gobierno que quiso traerse a Puigdemont a tomar el té al cementerio de elefantes.

En estos días azules, a Rajoy le sonríe esa baraka mala (mala para los españoles). Hay pusilánimes sin estrella -Puigdemont- y pusilánimes con estrella -Rajoy-. Y es que Rajoy nos ha secuestrado, nos ha dejado a los pies de los caballos y ha vuelto lácteo algo tan sagrado como la Constitución. Al menos la prensa seria no habla de Rajoy, habla de Madrid, y algo es algo. El domingo de mañana, en Atocha, iban los AVE con banderas y esa ilusión patria que Rajoy ignora.

En estos días azules muchos han quedado retratados, otros se han subido al carro del constitucionalismo (y bienvenidos sean). Los viejos rojos (Paco Frutos) que se comieron a Tarradellas y a la monarquía van viendo, a los años, que el borboneo mejora con las primaveras; que la peste nacionalista desmerece y apuñala y tiene tuit y te toma el Palacio de Invierno en 11, en septiembre, y con los cadáveres de Las Ramblas aún frescos.

Vi al Algarrobo (o sea, Álvaro de Luna) en el Club Siglo XXI de las Segrelles (lo más parecido que en España le queda al parlamentarismo) y escuché a Iceta y me pregunté qué pueden aportar los Icetas y los Montillas a la socialdemocracia en general y a la coherencia en particular. 

Aunque sólo al final de la escapada, la Constitución nos protege de Rajoy y sus lodos. Confío en que España se haga mirar ciertas cosas en sus costuras. Intuyo que después del 21 de diciembre volverá a tocar el Gordo en la puerta pactista del Majestic. Borrell fue claro como el mediodía del domingo. No todo está perdido cuando a Colau le pitan los oídos. Alguien me habla del portafolio de Trapero: los papeles del mayor y otro domingo histórico en Gràcia. Bien.