“Lo primero ya lo verá y lo segundo, también” fue la respuesta que Mariano Rajoy le soltó a una perpleja periodista el pasado 30 de diciembre en la última comparecencia pública del presidente del Gobierno. Los ministros presentes en la sala y algunos periodistas domesticados de los que pululan por Moncloa esbozaron una lamentable risilla de esas que ofenden mucho más a sus autores que a quienes pretenden dirigirla. En este caso a una periodista de la cadena SER que quería saber la opinión del jefe del Ejecutivo y del Partido Popular sobre dos temas concretos: la continuidad o no de María Dolores de Cospedal en la secretaría general del PP y su opinión sobre si José María Aznar va a montar otro partido tras abandonar la presidencia de honor de Génova.

“Lo primero ya lo verá y lo segundo, también”, respondió el chisposo Mariano para jolgorio de su clac y bochorno del resto, que no acertamos a comprender cómo un presidente del Gobierno se puede permitir el lujo de menospreciar a una informadora, y de paso a la ciudadanía a la que esta sirve, tan solo porque no le guste la pregunta o no sea uno de los suyos el medio de comunicación para el que trabaja el/la periodista en cuestión.

El tema podría parecer baladí –y hasta puede que lo sea– si no fuera porque deja al descubierto la perniciosa y a veces insultante relación que suele mantener el primer ministro de este país con los medios de comunicación, especialmente si son críticos. Al presidente no le gustan los medios en general –salvo el gran Marca- ni por supuesto los periodistas. Él se jacta de no leer prensa salvo el resumen que le preparan cada mañana. Pero aún admitiendo y aceptando el odio y el desprecio que siente hacia los que nos dedicamos a esto, cuando un periodista sea de donde sea le hace una pregunta al presidente del Gobierno, éste debería estar éticamente obligado a responderla con dignidad y no con un chiste facilón más propio de una gracieta simplona de tertulia barriobajera. No es el primer presidente que baja a la taberna para masacrar a algún periodista, pero sí que es el que lo hace más habitualmente.

¡Ni que fuera Einstein! Él, que es autor de algunas máximas que pasarán por derecho propio a engrosar la antología de la estupidez contemporánea española, se permite el lujo de ser condescendiente y perdonavidas con una periodista que simplemente cumple con su trabajo. Él, que ha acuñado sentencias tan rotundas como “después del año 14 viene el año 15”; “si no tomo ninguna decisión, oiga, ya estoy tomando una decisión”; “lo único serio en la vida es ser serios”; “España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles”; “las decisiones se toman en el momento de tomarse”; “somos sentimientos y tenemos seres humanos”; “es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”; “haré todo lo posible para que España siga existiendo por los siglos de los siglos”; “dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo”; “un vaso es un vaso y un plato es un plato”; “Valencia siempre fue Valencia”; “la cerámica de Talavera no es cosa menor, dicho de otro manera: es cosa mayor”; “no es lo mismo que gobierne uno que gobierne otro, no es lo mismo; dicho de otra forma: es muy distinto, muy diferente”; “lo más importante que se puede hacer por vosotros es lo que vosotros podéis hacer por vosotros”; “todo lo que se refiere a mí y que figura allí no es cierto, salvo alguna cosa…”; “¡Viva el vino!”. La última frase, que nadie se confunda, no es error, también es suya.

Un político, y mucho más si es presidente del Gobierno, con semejante historial lingúístico debería cuidarse muy mucho a la hora de intentar ser brillante, graciosillo e ingenioso con aquellos que simplemente están trabajando, sobre todo si la hemeroteca es tan amplia y demoledora con su desternillante palabrería. (Aviso: las frases de arriba son un corto resumen de sus habilidades dialécticas.)

El 68% de los españoles y el 40% de los votantes del PP están en contra de que Rajoy quiera seguir siendo presidente de su partido después de llevar ya 13 años en el cargo, según el sondeo que publica este miércoles EL ESPAÑOL. Incluso un porcentaje mayor (el 71% de votantes populares) quiere primarias en el partido conservador para que sean los militantes quienes elijan a su candidato. Pero al presidente del Gobierno y del PP parece interesarle más bien poco lo que piensen los españoles, incluso aquellos que votan a sus siglas. Él ha logrado sobrevivir en la medianía, siendo el menos malo, el veneno necesario, el mal trago, la mala digestión, el tuerto en el país de los ciegos. Y quiere seguir todavía más y ya se habla de 12 años, ¿y por qué no 16 ó 20? No parece que un ninguneado Albert Rivera sea capaz de frenar sus aspiraciones ni que el PSOE renazca de sus cenizas, a las que parece abocado también un Podemos inmerso en reyertas cainitas que amenazan su supervivencia.

Mariano Rajoy, lo escribió Lucio Anneo Séneca sin tan siquiera conocerle, pertenece a ese grupo de personas que algunos consideran grandes porque también se cuenta el pedestal.