Lo de "Dios y Ley vieja" parece que ya no se lleva mucho. Ahora el peneuvismo ha pasado de la boina a los dibujitos animados; de la Arcadia verde a la ñoñería, que estamos en una segunda transición, al menos en lo estético. Cuento esto a resultas del mitin de Urkullu en Hernani en la tarde del martes, en la que vinieron a proyectar un fragmento de Kung Fu Panda en el que el oso se pregunta por el ingrediente secreto de una sopa, y el secreto es Urkullu mismo.

Lo que pasa es que el PNV, ya sin los ladridos de Ibarretxe, ha visto llegar a siglo XXI y sus problemas, desafíos y toda la pesca. Eso sí, de cara al 25-S, Urkullu aparece copiando el modelito a los catalanes; pero lo dice como con la boca pequeña, por contentar a los currelas de la ría y a esos maquetos que votarán con su RH impuro según las estadísticas.

Urkullu vende mesura cuando ve que no llega a la mayoría absoluta, sí, pero también un nuevo estatuto con más voluntarismo que confianza -con más oportunismo que posibilidades- que venga a reconocer al País Vasco como nación, que de la burra fundacional no van a bajarlo. El PNV va con cautela en estas charcas del derecho a decidir, que la copia es peor que el original (Puigdemont y cia) de cara al 25 de septiembre. Quiere decir uno que Urkullu promete el cielo vascongado, quizá en el calentón del mitineo, pero en estas épocas del tuiter, Urkullu lo que vende en realidad es una socialdemocracia al entender de los jeltzales tuneados. Como cuenta este periódico, en torno a lo del amejoramiento del Estatuto, la cosa "pretende el reconocimiento de Euskadi como nación y el ejercicio del derecho a decidir".

Lo curioso es que en seguida, en el documento, en los 178 puntos de cara a la reelección, se nos habla de "más y mejor empleo, más equilibrio social y más autogobierno". Recuerda este periódico que en el programa electoral para el 25-S, el PNV "se ha apartado del caso catalán y su deriva soberanista de ruptura". Qué lejos nos parecen ya los bocinazos enfermizos de Arzalluz en las campas de Altube.

Aunque claro, es inevitable que ahora mismo Urkullu mantenga un perfil bajo en estas movidas de las identidades. Derecho a decidir sí, claro, pero sin fecha, que donde no hay curro no quedan ganas para aislarse en un paisito. Urkullu o el peneuvismo de peluche y tal.