Sí, es verdad que estamos ante la operación política más personalista de la historia de la democracia y que en la puesta de largo de Sumar se confirmó, en prosa y en verso, que el culto a la personalidad de Yolanda es -como no podía ser de otra manera- el eje de la "operación Yolanda".

También es cierto que esta premisa convierte el concepto fundacional de la nueva formación política en un absurdo oxímoron. Podría denominarse Engullir, Devorar, Fagocitar, Absorber... O, en una versión más amable, Captar, Atraer, Cautivar o Subyugar. Nunca Sumar, en la medida en que el todo resultante -Yolanda como planta carnívora- estaba predeterminado antes de que se conocieran las propias partes contratantes.

El equilibrio difícil de Sánchez entre Yolanda e Iglesias.

El equilibrio difícil de Sánchez entre Yolanda e Iglesias. Javier Muñoz

De ahí que el propio proceso constituyente del nuevo ente, presentado como un proceso de escucha que ha durado meses y meses de intermitente silencio no haya sido sino una ridícula comedia, revestida a posteriori de imaginaria participación ciudadana. "He tenido muchas dudas", dijo Yolanda el domingo sin mencionar una sola.

Además, es muy relevante que entre los hasta ahora engullidos o captados, junto a personalidades atractivas que podrían configurar una izquierda alternativa interesante, destaque la figura de Ada Colau, sin duda la alcaldesa más nefasta que durante el último medio siglo ha descapitalizado una gran ciudad española.

Y, por encima de todo, claro, ahí está el manifiesto político, presentado por Yolanda entre palmas y ramos, como punto de encuentro del banal infantilismo maniqueo, la segmentación identitaria excluyente y el peligroso radicalismo antiliberal.

Plantear como gran objetivo el "vamos a trabajar menos, sin cobrar menos, para vivir mejor", presentar "la libertad como un valor absoluto" -pero sólo al hablar de las personas LGTBI- o identificar a Feijóo como líder del "partido del dolor" -¡tras criticar la "polarización" de los políticos!- son ejemplos de lo primero.

El empleo martillleante de eslóganes como "Sumar es un país para jóvenes", "nunca más un país sin sus jóvenes" o "la España de las mujeres", "lo hacemos por nuestras hijas", indica el desdén por la transversalidad y las clases medias, propia de lo segundo. Si fuera por Sumar, habría que promover una plataforma contra el borrado de los varones adultos.

Como decía Edward Kennedy desde el ala izquierda del Partido Demócrata, "hay una diferencia entre ser un partido que se preocupa por las mujeres y ser un partido de las mujeres. Podemos y debemos ser un partido que se preocupa por las minorías, sin convertirnos en un partido de las minorías. Ante todo, somos ciudadanos".

"A ver si, en realidad, Sumar va a significar 'Confiscar', 'Expropiar' o, como poco, 'Intervenir'"

Y en cuanto al peligroso radicalismo antiliberal, ahí están los reiterados ataques a las grandes empresas, soslayando siempre que en España hay 5,2 millones de accionistas.

Yolanda alegó el domingo que "la democracia tiene que llegar a las entidades financieras, a las empresas energéticas y a las grandes distribuidoras de la alimentación", para a continuación añadir: "Queremos decidir cómo se distribuyen los beneficios".

O sea que los dirigentes de Sumar -ella y sus adláteres- sustituirían a esos millones de accionistas en el control de los órganos de gobierno de esas empresas. A ver si, en realidad, Sumar va a significar Confiscar, Expropiar o, como poco, Intervenir

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Desde luego eso es lo que sin ambages se propugna, cuando Yolanda afirma que "queremos una sociedad donde, a la vez que subamos el salario mínimo, fijemos un alquiler máximo". Exactamente esos eran los dos pilares del programa de los sans culottes parisinos del "año II" -1794- que ni siquiera la guillotina logró imponer.

El problema es que cuanto más alto esté el salario mínimo, menos empresas podrán pagarlo y cuanto más bajos se establezcan los precios máximos -del alquiler, de los alimentos o de cualquier cosa-, menos propietarios, productores o distribuidores ofrecerán sus bienes al mercado.

Se les podrá vilipendiar, perseguir como acaparadores insolidarios e incluso tratar de impedir que salgan de España –"evitar deslocalizaciones", dijo Yolanda, con Ferrovial en la mente de todos-, pero nadie logrará que los empresarios actúen masivamente contra sus propios intereses.

Es una lástima que en tantos meses de "reflexión" Yolanda Díaz no haya tenido tiempo de leer el último gran libro de Steven Pinker, justo ahora que le acaba de premiar la Fundación BBVA. Se titula Racionalidad e incluye una cita del progresista Upton Sinclair que le vendría que ni pintada: "Resulta difícil conseguir que un hombre (o una mujer) entienda algo cuando su salario (o su proyecto político) depende de que no lo entienda". Ni qué decir tiene que los paréntesis son míos.

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Explicitado todo esto (entre otros motivos para que nadie pueda aplicarme a mí la cita de Sinclair), dedicaré la segunda mitad del artículo a explicar por qué, desde una perspectiva centrista, moderada y liberal, lo de Yolanda sólo puede terminar bien.

Antes de entrar en su utilidad -ella reivindica la "política útil" y la va a ejercer electoralmente-, no sería justo dejar de elogiar el guante de seda que siempre recubre estas propuestas de hierro. Al menos desde que entró en el Gobierno, Yolanda Díaz no ha acosado, insultado o marcado a un periodista, un empresario o un interlocutor en el diálogo social.

Su dialéctica de los "besiños" -legataria del "a ese hay que matarle a besos" de Zapatero- podrá resultar cínica, cursi y a veces estomagante, pero contribuye a crear un entorno de civismo, respeto y cortesía que sirve de antídoto al "jarabe democrático" -jarabe de palo siempre- al que nos sigue teniendo sometidos el matonismo de Podemos.

Tampoco hay que soslayar que desde Sumar se reivindique el "diálogo con el que no piensa como nosotros para llegar a acuerdos". Al margen de que esa actitud ha generado logros tan positivos como una reforma laboral pactada a la vez con los sindicatos y la CEOE -el PP se equivocó gravemente no apoyándola-, la mera insistencia en la bondad de la búsqueda del consenso, crea una atmósfera y un compromiso, un marco, que de manera implícita reivindica el espíritu de la Transición.

"A la izquierda del PSOE hay espacio para una fuerza que sea respetuosa con las reglas de la democracia formal"

He aquí incluso una propuesta de Pinker que no debería resultar ajena a ese talante contradictorio de Sumar: "Las elecciones, que pueden sacar lo peor del razonamiento, podrían complementarse con la democracia deliberativa, por ejemplo con paneles de ciudadanos encargados de recomendar una política determinada. Este razonamiento pone en práctica el descubrimiento de que, en grupos de personas razonables, intelectualmente diversas, dispuestas a cooperar entre sí, suele triunfar la verdad".

Ni Yolanda ni los yolandistas serían mis paladines en una deliberación de esa naturaleza, pero, tal y como ocurría con Carrillo o con Anguita -por hablar de dos personajes de catadura muy distinta-, cabría contar siempre con la hipótesis de la búsqueda del denominador común o al menos de algún punto de encuentro. Los hechos nos han demostrado que a la izquierda del PSOE hay espacio para una fuerza que, aunque pretenda cambiar de modelo de sociedad en su programa máximo, sea respetuosa con las reglas de la democracia formal.

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Esto que parecía una obviedad, una vez que el PCE se apartó de su praxis revolucionaria anterior, ha quedado diariamente cuestionado desde que Podemos ha tenido su cuota de poder. Sus malas formas, su revanchismo y resentimiento, han amplificado de tal manera sus errores, disparates y peores propósitos que Iglesias y sus severas adoratrices -administradoras simultáneas del sólo sí es sí para la práctica sexual y del "siempre no es no" para la gestación subrogada-, más que un partido político son ya una vergüenza colectiva que la gran mayoría de españoles deseamos ver desaparecer.

Claro que no hasta el extremo de aplaudir que a esos antidemócratas se les liquide por medios antidemocráticos. Es lo que está ocurriendo cuando se les conmina a ser "sumados", pero se les niega el derecho a ser pesados a través de unas primarias. O cuando Tezanos, el leal pincerna que sirve en la copa de la demoscopia lo que su señor le requiere y ni siquiera perece cuando el líquido resulta ser venenosamente falso, manipula el CIS para generar la profecía autocumplida del hundimiento de Podemos.

En todo caso es, al entrar en las hipótesis electorales de la mano del sondeo que hoy publicamos de Sociométrica, cuando mi proyección optimista cobra más vida y sentido.

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La foto fija del momento reproduce en la izquierda lo que le ocurría a la derecha, cuando el declive del PP coincidía con el auge de Vox y Ciudadanos: tres fuerzas se reparten el espacio en el que antes una era abrumadoramente hegemónica. Por ahora el PSOE sólo se tambalea, pero cae 4 escaños, quedándose en 93 -el peor dato desde su masacre en Andalucía-, mientras Podemos se desangra por la Ley d’Hondt, al traspasar a Sumar el 23% de sus votos, pero nada menos que el 40% de sus escaños: pierde 12 de 30.

Sumar emerge con fuerza, pero ni siquiera suma lo que resta: pasa de los 3 escaños de Más País a 16. Es decir, gana 13, tres menos de los que pierden los manantiales de sus socios. Eso no sólo hace que la suma de PP y Vox supere con más holgura que hace un mes la mayoría absoluta, sino sobre todo que el partido de Feijóo, con 136 escaños, aventaje ya en nueve a los 125 de las tres izquierdas estatales.

Esta sería la métrica clave para que el Rey encargara al líder del PP presentarse a la investidura y Feijóo pudiera echar su órdago a Vox: pacto de mínimos sobre el programa, sí; gobierno de coalición, no.

Equilibrio difícil, ilustración de 'Demócrito' para 'El Motín' (1881).

"Equilibrio difícil", ilustración de 'Demócrito' para 'El Motín' (1881).

Estamos aún muy lejos de eso y quedan dos grandes incógnitas por dirimir. ¿Logrará Unidas Podemos sobrevivir como proyecto autónomo, sin someterse a los designios de Yolanda? y ¿tendrá coste electoral para Sánchez seguir tratando de ayudar a Yolanda a encadenar a los morados a su yugo?

Un a cualquiera de estas dos preguntas implicaría la consolidación de la ventaja estructural de las dos derechas sobre las tres izquierdas y de Feijóo como aspirante a formar gobierno en solitario. Sólo la combinación simultánea de los dos noes devolvería a Sánchez a una posición favorable para mantenerse en la Moncloa.

Como se ve, en cualquiera de los supuestos, España tendría un gobierno más moderado o, en el peor de los escenarios, menos bilioso que el actual. Welcome, pues, Yolanda.

Diré para finalizar que la ilustración de Javier Muñoz de hoy está inspirada en la publicada por 'Demócrito' en El Motín el 27 de noviembre de 1881, bajo el título de "Equilibrio difícil". En ella se veía a Sagasta, recién aupado al poder por Alfonso XII, en el primer "turno" liberal frente al conservadurismo de Cánovas, apoyándose en la punta de los sables de los dos generales que competían por condicionar su gobierno.

Por un lado, el artífice de la Restauración, tránsfuga de la derecha y ministro de la Guerra Arsenio Martínez Campos, por el otro el brazo armado de la "izquierda dinástica" Francisco Serrano.

A media España le gustará saber que Sagasta apostó por Martínez Campos y eso provocó su caída, fruto de las intrigas intestinas del progresismo, en beneficio otra vez de la derecha. Pero seguro que en lo que se fijará la otra media es en que mi paisano don Práxedes, apodado el "gran prestidigitador", volvió a gobernar tres veces más durante las dos décadas siguientes. Qué raro y qué ilustrativo era el final de nuestro siglo XIX.