Ismail Haniya, líder de Hamás, recibe las condolencias de un conocido, este jueves en Doha.

Ismail Haniya, líder de Hamás, recibe las condolencias de un conocido, este jueves en Doha. Reuters

Oriente Próximo

La muerte de los hijos de Haniya hace peligrar el alto el fuego con Hamás y la liberación de rehenes

Parece que las negociaciones de tregua permanecerán estancadas mientras el Gobierno de Gaza tenga como condición que Israel retire sus tropas.

12 abril, 2024 02:20

Incapaces durante meses de llegar a un acuerdo global que incluyera a la vez el alto el fuego en Gaza y el intercambio de rehenes israelíes por prisioneros palestinos, los negociadores de Estados Unidos, Qatar y Egipto han decidido en las últimas semanas dividir ambas cuestiones. Tampoco les ha ido mucho mejor: Hamás e Israel están lejísimos en sus posturas para alcanzar una tregua, pero tampoco están demasiado cerca a la hora de llevar a cabo un intercambio similar al que tuvo lugar en noviembre.

Todas las semanas se viven momentos de optimismo que son ampliamente publicitados para después chocar con la realidad de la negativa de una de las dos partes. La semana pasada, tras la llamada de Biden a Netanyahu exigiendo un acuerdo inmediato con los terroristas, parecía que las posturas irían a acercarse forzosamente. Pocos días después, Israel asesinaba a tres de los hijos del líder de Hamás, Ismail Haniya, y presuntamente a varios de sus nietos.

Aunque el propio Haniya ha declarado que este ataque a su familia "no va a variar la postura de Hamás", hay que entender que se refiere a que Hamás no se va a dejar intimidar. Sí puede pasar lo contrario: que endurezca sus posiciones. Eso es lo que temen los negociadores y lo que barrunta el propio Gobierno israelí, que reunió este jueves a su gabinete de guerra para analizar la situación de las negociaciones. El problema de dicho gabinete es su propia división interna. La relación entre sus tres miembros —el primer ministro Netanyahu; el ministro de defensa, Yoav Gallant, y el líder de la oposición y exjefe de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), Benny Gantz— es mejorable.

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Hace apenas una semana, al hilo de las peticiones estadounidenses, Gantz reclamaba unas elecciones para septiembre, haciendo pública esta desunión política. De hecho, las encuestas dan a Gantz como favorito para ganar los comicios si estos se anticiparan. Por supuesto, Netanyahu se ha negado a cualquier adelanto, pero podría verse obligado a hacerlo si sus socios de extrema derecha acaban saliendo del gobierno como tantas veces han amenazado desde el inicio de la guerra.

Hamás en Doha y Hamás en Gaza

A la división interna de Israel hay que unirle la división de Hamás. La banda terrorista nunca ha actuado de forma autónoma, pues siempre ha dependido del dinero y las armas de Irán, Qatar y Turquía. Ahora bien, dentro de eso, había una coordinación suficiente como para que el ala política y el ala militar de la organización pudieran hablar con una sola voz. La guerra ha complicado mucho esta unidad de acción y, en consecuencia, ha dificultado la posibilidad de negociar nada con un mínimo de garantías.

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Pongamos el ejemplo de la liberación de los rehenes. De entrada, nadie sabe cuántos quedan en manos de los terroristas. Algunos dicen 100, otros dicen 133. El número de fallecidos se desconoce como se desconoce el paradero de los que aún siguen vivos. Israel asegura que buena parte de ellos forman parte del séquito de Yahya Sinwar, jefe militar de la banda, cumpliendo la función de escudos humanos. Como las FDI llevan seis meses buscando a Sinwar por toda Gaza sin éxito es imposible confirmar este extremo.

El resto, según los relatos de los liberados durante las citadas conversaciones de finales de noviembre del año pasado, se repartieron desde el inicio entre miembros de Hamás, de la Yihad Islámica, de pequeños grupos paramilitares e incluso de familias afines. Ha llegado un momento en el que, después de tantos bombardeos, tantas huidas y tantas diferencias entre el ala negociador de Doha y el que está sosteniendo la guerra en los túneles de Gaza, ni siquiera Haniya sabe a ciencia cierta qué ha sido de cada uno de los secuestrados.

La burocracia del horror

Así lo apuntó al menos la cadena estadounidense Bloomberg este jueves, asegurando, según fuentes cercanas a la negociación, que el principal problema ahora mismo es que Hamás aceptaría un intercambio de cuarenta rehenes —mujeres y enfermos, básicamente— por unos cuatrocientos prisioneros… pero no tiene información precisa sobre su estado ni su localización. No puede dar un listado con sus identidades porque no sabe quién sigue vivo y quién no y ni siquiera sabe en manos de quién están. Puede que lo sepa Sinwar e incluso eso es dudoso, pero Haniya no tiene ni idea.

De confirmarse este extremo, las negociaciones habrían llegado a un punto muerto. Es posible que se trate de un rumor intencionado como es posible que Hamás esté jugando fríamente con los sentimientos de las familias que esperan en Israel. Dicho esto, también es posible que el caos que vive Gaza haya afectado también a su burocracia del horror y que, efectivamente, hayan perdido cuenta de dónde están los secuestrados. En el peor de los casos, es de temer incluso que no queden cuarenta rehenes vivos y que, por lo tanto, toda la negociación sea un enorme farol.

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El otro extremo a acordar es el alto el fuego, pero este parece cada vez más lejano. De nuevo, tenemos el problema de que quien negocia es Haniya —y no debe de estar en la mejor disposición— y el que decide sobre el terreno es Sinwar. Mientras ambos exijan que Israel retire todas sus tropas de Gaza, la negociación se mantendrá congelada. Es un paso que Israel no va a dar porque sabe lo que implica: Hamás retomaría el control sobre la Franja y, en consecuencia, todo lo hecho en estos seis meses ya de guerra no habría servido para nada.

No solo eso, sino que Israel ni siquiera considera que su operación militar haya acabado. Aunque ha devuelto a casa a parte de sus tropas del norte, el centro y el sur de la Franja, Netanyahu anunció el pasado martes que ya hay fecha para la invasión de Rafah, donde, tal vez, encuentren por fin a Sinwar y a los rehenes. Al menos, ese es su objetivo. No hay señales, desde luego, que apunten una mínima intención de llegar a un acuerdo de paz. O rendición o nada, parece clamar Israel. Y, de momento, la cosa se queda en nada.