El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, reunidos este miércoles en Tel Aviv.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, reunidos este miércoles en Tel Aviv. Reuters

Oriente Próximo

La masacre del hospital fuerza a Biden a frenar la escalada mientras Hezbolá pide "un día de ira"

El presidente de EEUU ha llegado este miércoles a Tel Aviv para reunirse con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. 

18 octubre, 2023 03:30

El presidente estadounidense Joe Biden ha aterrizado este miércoles en Tel Aviv, donde lo ha recibido el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. Un viaje agotador en lo físico y lo mental para un hombre de casi 81 años que se ha visto obligado a tomar las riendas de la negociación más compleja de su mandato.

Su llegada viene marcada por la masacre de este martes en el hospital Ahly Arab, con la muerte de unos 500 ciudadanos palestinos, según el ministerio de Sanidad de Gaza, aunque Israel niega a estas horas la autoría y responsabiliza a la Yihad Islámica. Nada más llegar a Tel Aviv, Biden ha respaldado la versión israelí. "En base a lo que he visto parece que ha sido la otra parte, pero hay mucha gente por ahí que no está segura", ha afirmado Biden al principio de la reunión con Netanyahu. 

"Según la información de inteligencia, de varias fuentes que tenemos, la organización terrorista Yihad Islámica Palestina es responsable del fallido ataque que afectó al hospital", señala el comunicado de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).

Por su parte, Netanyahu ha agradecido a Biden su "profundo compromiso con Israel, con el futuro del pueblo judío y con el Estado judío". También volvió a equiparar a Hamás con Dáesh (también conocido como Estado Islámico o ISIS, por sus siglas en inglés) y ha pedido que "el mundo civilizado se una para derrotar a Hamás como hizo con el Estado Islámico". 

Tras el bombardeo, en el mundo árabe se ha desatado una ola de indignación con protestas en varias embajadas de Israel y Estados Unidos en diferentes partes: Bagdad, Estambul, Rabat, Beirut... Y todo ello mientras el partido-milicia libanés Hezbolá ha anunciado "un día de ira sin precedentes". "Pedimos al pueblo de nuestra nación árabe que salga a las calles y plazas a expresar su ira y ejercer presión sobre los gobiernos dondequiera que se encuentren para que tomen medidas inmediatas", ha denunciado en un comunicado publicado en su canal de Telegram.

Biden, amigo de Israel

Biden, viejo amigo del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, aunque distanciado del mismo en los últimos meses por la deriva totalitaria del Gobierno israelí, suma esta peliaguda cuestión a una amplia agenda de entrevistas y temas a solucionar. Aunque la Casa Blanca afirme que su visita tiene como objetivo mostrar su apoyo a Israel ante los ataques de Hamás, no tiene ninguna pinta de que la cosa se vaya a quedar ahí.

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Biden se reunirá con Netanyahu... y con nadie más. La masacre del hospital Ahly Arab ha hecho que se cancelen las reuniones que tenía previstas con el presidente egipcio, Al Sisi, y con el rey de Jordania, Abdullah II. El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, fue el primero en cancelar el encuentro. En su entrevista con Netanyahu, Biden intentará convencerle de dos cosas: por un lado, disuadir a Israel de una intervención terrestre en Gaza; por el otro, garantizar corredores humanitarios para la población civil palestina en caso de que esa intervención tenga lugar finalmente.

Aunque el secretario de estado, Antony Blinken, había conseguido hasta ahora frenar los ánimos de venganza israelíes y retrasar una operación que estaba prevista para el sábado pasado, el drama del Ahly Arab cambia por completo el escenario.

Imagen de los heridos en el hospital hospital Ahly Arab de Gaza tras el ataque sufrido.

Imagen de los heridos en el hospital hospital Ahly Arab de Gaza tras el ataque sufrido. Reuters

El peligro de las dudas

En estos momentos, Israel es un Estado dolido e indeciso, lo que hace sus reacciones aún más peligrosas para sus vecinos y para sus propios ciudadanos. El sector más conservador del Gobierno, que incluye al ministro de Defensa, insiste en una operación a sangre y fuego con el pretexto de la legítima defensa y la liberación de los rehenes. Sin embargo, el propio primer ministro no lo tiene tan claro. Por eso, la orden no acaba de llegar.

Netanyahu, que ha dirigido Israel a lo largo de 15 años en distintas etapas, nunca se ha enfrentado a un conflicto así y siempre ha procurado ser prudente en sus relaciones internacionales. No es casualidad que bajo su mandato se estuviera negociando un acuerdo de "normalización" con Arabia Saudí que ahora se ha venido definitivamente abajo. A esta prudencia hay que añadirle la compleja situación interna de Israel: cinco elecciones en poco más de tres años y un conflicto entre el poder Ejecutivo y el Judicial que ha dividido en dos al país en los últimos meses.

Personal de rescate del hospital Ahly Arab tras el ataque sufrido.

Personal de rescate del hospital Ahly Arab tras el ataque sufrido. Reuters

Por lo demás, el dolor sigue siendo enorme como enorme es la pulsión de venganza, lo que tal vez explicaría, de confirmarse, el ataque de este martes, que sería de una torpeza diplomática descomunal aparte de un evidente crimen de guerra. Estados Unidos debe ejercer ahora de compañero que intenta consolar a la vez que pone algo de sensatez en el shock, siguiendo el trabajo de Blinken, quien no sólo ha conseguido aplazar la ofensiva terrestre, sino que sigue negociando a través de Qatar un gesto de buena voluntad de Hamás con los rehenes e incluso pareció llegar a un acuerdo con Egipto para abrir de una vez el paso de Rafah, permitir la entrada de ayuda humanitaria y regular la salida de los refugiados palestinos.

Desacuerdo en Rafah

Sin embargo, pasan los días y ese acuerdo no se materializa. Mientras la ONU y varias agencias independientes insisten en la dramática situación que se vive en la Franja de Gaza entre bombardeos y cortes de electricidad y agua, la ayuda espera en la frontera a que alguien abra las puertas. Según el ministro de exteriores egipcio, Sameh Shoukry, la culpa es de Israel, que no termina de decidirse a abrir la frontera por el lado de Gaza... según Israel, en cambio, esa competencia no es suya sino de la Autoridad Palestina, y se lava las manos al respecto.

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La OMS también ha intentado mediar en el conflicto de Rafah, pero se ha encontrado con la misma respuesta por parte de Egipto: no se abrirá el paso hasta que no se controlen los pasaportes... y no se detengan los ataques de Israel sobre la zona, que hacen inviable la salida de refugiados. Es de suponer que uno de los propósitos de Biden estos días será convencer a Netanyahu de que cesen inmediatamente esos bombardeos, intentar hablar con Al Sisi para que mantenga su parte de la frontera abierta... y confiar en que Abás, como líder nominal del pueblo palestino, se involucre en las negociaciones con Hamás para permitir la salida de los habitantes de Gaza que así lo deseen. Aunque con estos dos últimos líderes, como apuntábamos más arriba, no se entrevistará.

Aparte de la indecisión de Israel, hay que tener en cuenta la poca predisposición de Egipto y Jordania a la hora de recibir refugiados. El rey Abdullah II manifestó este martes que hablaba en nombre de su vecino cuando afirmaba que ni un solo refugiado palestino entraría en Jordania ni en Egipto. Entienden que, tras los distintos acuerdos de paz firmados desde 1990, este ya no es un problema suyo y que la intención oculta de Israel puede ser vaciar la Franja para ocuparla de nuevo y obligar a esos refugiados a quedarse en sus países de acogida durante décadas, como sucedió en los años sesenta, setenta y ochenta.

Refugiados palestinos esperan en la frontera de Rafah con el paso fronterizo cerrado

Refugiados palestinos esperan en la frontera de Rafah con el paso fronterizo cerrado Reuters

Portaviones y refuerzos militares

Estados Unidos jugará la baza de la amistad y la confianza con Netanyahu... y la de la disuasión con sus aliados árabes. Para ello, además de Biden, se ha trasladado a Israel el general Michael E. Kurilla, comandante de operaciones en Oriente Próximo. Su función será la de asesorar a los generales israelíes y garantizar que hay un plan que ejecutar con los correspondientes objetivos militares. Pocos dudan de que, tarde o temprano, habrá invasión terrestre y es probable que Hezbolá entre en la ecuación con ataques desde el sur de Líbano. El asunto es anticiparse a qué va a pasar a continuación.

Por ello, Estados Unidos ha trasladado a la zona dos de sus portaviones estrella: el USS Eisenhower y el USS Gerald Ford, además de anunciar la movilización inmediata de 2.000 soldados para desplegar sobre el terreno si así fuera necesario. Confían en que de esa manera Irán se piense dos veces un posible ataque directo sobre Israel -el apoyo a Hamás y Hezbolá es imposible de evitar a estas alturas- por mucho que el ayatolá Alí Jamenéi haya vuelto a llamar a los musulmanes del mundo este martes a unirse contra Israel.

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La presencia estadounidense, junto al previsible anuncio de una partida de unos 10.000 millones de dólares en ayuda militar, debería también servir de aviso para Siria o incluso Rusia, que no va a entrar en esta guerra, pero sí tiene poderosos aliados en la zona. Lo que no puede permitirse bajo ningún concepto, y Biden lo sabe perfectamente, es algo parecido a lo vivido este martes. Si Israel pretende ganar -o no perder por goleada- la guerra de la opinión pública, debe dejar claro que hospitales y escuelas nunca serán objetivos militares. Sin matices. Es, al fin y al cabo, lo que diferencia a la civilización de la barbarie y hace justa o injusta una causa.