Las duras batallas que tuvieron lugar en Orejov durante meses han dejado arrasadas casi todas sus calles.

Las duras batallas que tuvieron lugar en Orejov durante meses han dejado arrasadas casi todas sus calles. María Senovilla Ucrania

Europa

El silencio de Orejov, una de las ciudades arrasadas durante la contraofensiva en Zaporiyia

Ucrania ha pagado un precio muy alto para liberar Robotyne y romper la Línea Surovikin en el frente sur, donde se sigue peleando por cada metro de terreno.

9 octubre, 2023 03:21
Orejov

Orejov es la antesala del infierno, la última parada que un periodista puede hacer cuando viaja solo en dirección a Robotyne. Las densas columnas de humo negro que emanan en el horizonte señalan el punto exacto donde la tierra y la pólvora se mezclan con la sangre de los soldados. El frente de combate más espinoso de Ucrania está a sólo 15 kilómetros de Orejov.

Cuando arrancó la esperada contraofensiva ucraniana –hace ahora cuatro meses–, Orejov era la línea de contacto entre los ejércitos ruso y ucraniano. Las tropas del Kremlin resistieron allí férreamente durante las primeras semanas, y las Fuerzas Armadas de Zelenski se dejaron miles de vidas y parte del armamento de última generación que les había enviado occidente.

"La guerra no se puede hacer sin pérdidas", alegaron los comandantes en aquel momento, quitando hierro al asunto y asegurando que perder media docena de carros de combate era algo asumible. Pero lo cierto es que en ese momento se produjo un punto de inflexión y Ucrania frenó el ritmo de los ataques para no seguir estrellándose contra los campos de minas rusos que protegían las trincheras del enemigo.

Aspecto de una de las calles de Orejov, donde estuvo instalada la línea cero del frente de combate al principio de la contraofensiva ucraniana.

Aspecto de una de las calles de Orejov, donde estuvo instalada la línea cero del frente de combate al principio de la contraofensiva ucraniana. María Senovilla Ucrania

En los alrededores de Orejov, pueden verse las cicatrices de aquellas duras batallas del verano. Varios vehículos blindados americanos Cougar MRAP calcinados en las cunetas, los cráteres de la artillería, restos de incendios. Algunos convoyes militares se encaminan al frente; no hay ni rastro de vida civil. Es la carretera de la desolación.

Pese a las columnas de humo negro que se ven en el horizonte, un silencio desconcertante envuelve Orejov. No hay ni un alma por la calle. En esta pequeña localidad vivían más de 14.000 ucranianos antes de que comenzara la invasión rusa; la mayor parte han sido evacuados a lo largo de los meses, pero los que quedan no asoman por ninguna parte.

Sin dios que los proteja

Al caminar por el centro, la sensación de que todo podría saltar por los aires en el siguiente segundo te recorre el cuerpo. En todas las calles hay destrucción y edificios bombardeados, y una iglesia –con la cúpula arrancada–, que se revela al final de una de las avenidas, termina de dibujar el perfil de una ciudad fantasma.

Las puertas del templo, con los marcos desencajados por las bombas, se abren y cierran solas mecidas por el viento. Aún quedan en pie los muros del edificio –donde se mezclan los tradicionales ladrillos rojos de la década de los 50 con una parte más moderna de colores claros–, pero el interior parece sacado de una película apocalíptica.

Una de las iglesias de Orejov, destruida por los bombardeos.

Una de las iglesias de Orejov, destruida por los bombardeos. María Senovilla Ucrania

El sonido de los cristales rotos –que crujen bajo las botas– provoca eco, y el escombro se amontona en la nave central. Alguien ha apilado cuidadosamente varias imágenes religiosas contra la pared, pero otros objetos de la liturgia están desperdigados por el suelo. La guerra ha dejado pocas cosas a las que aferrarse en el frente de combate de Zaporiyia, incluyendo la Fe en dios.

Dejo Orejov atrás y tomo la carretera que conduce a Velyka Novosilka bordeando el frente de combate. El viaje sigue siendo tenso: a uno y otro lado del camino se disputa un duelo de artillería. Cada pocos minutos se produce un estruendo, y tienes que adivinar si es un disparo de salida o uno de llegada. Aunque los ucranianos han empujado a las tropas rusas hacia el sur, la artillería del Kremlin no da tregua.

Según los informes de inteligencia británicos, Rusia habría posicionado durante las últimas semanas al menos cinco regimientos de fuerzas móviles aerotransportadas –entre 5.000 y 10.000 hombres– a unos pocos kilómetros de Orejov. Y esto obliga a las Fuerzas Armadas ucranianas a mantener ahí los suficientes efectivos como para contener su avance. Romper la línea Surovikin no ha sido suficiente.

La elástica línea Surovikin

Los periódicos británicos acuñaron el término "línea Surovikin" hace un año, para burlarse de la construcción de estas largas líneas defensivas que Rusia estaba instalando en el frente sur de Ucrania. Estaban compuestas a base de kilómetros de nuevas trincheras, barreras antitanque formadas por enormes bloques piramidales de hormigón –dientes de dragón– y una ingente cantidad de minas antipersona y anticarro blindando el perímetro.

La idea fue implementada por el general ruso Sergei Surovikin, quien estuvo al mando de la ofensiva del Kremlin en Ucrania hasta principios de 2023 y, al bautizarla así, los medios británicos pretendían hacer una comparación jocosa con la "Línea Maginot" –construida por Francia en su frontera con Alemania tras la Primera Guerra Mundial–.

Los comandantes ucranianos fueron más precavidos que los periodistas ingleses al no infravalorar la eficacia de estas líneas defensivas fortificadas. Sin embargo, sí que subestimaron el aguante de las tropas rusas detrás de esas posiciones defensivas.

Interior de una iglesia de Orejov, destruida por los bombardeos.

Interior de una iglesia de Orejov, destruida por los bombardeos. María Senovilla Ucrania

Durante las primeras semanas de la contraofensiva, cuando ya habían comprobado lo difícil que iba a ser atravesar los campos de minas rusos, Ucrania apoyó su estrategia en romper la línea Surovikin por un punto concreto –en dirección a Robotyne–, y pensó que, una vez rota la línea, el avance sería mucho más rápido. No fue así.

A diferencia de lo que sucedió durante la contraofensiva de Járkiv –donde las tropas del Kremlin huyeron de la mayor parte de sus posiciones, sin presentar batalla a medida que avanzaba el Ejército de Zelenski–, en Zaporiyia las posiciones rusas reciben refuerzos a medida que los ucranianos las atacan.

El cambio de estrategia del ejército ruso

Orejov es un ejemplo de esta nueva táctica rusa, que se lo está poniendo muy difícil a un Ejército ucraniano sin capacidad aérea –más a allá del empleo de los drones–: al reforzar con tropas de élite el frente situado al oeste de Orejov, impide que los ucranianos retiren a sus tropas de allí y las empleen en abrir nuevas brechas.

De forma paralela, el Kremlin estaría engrosando los campos de minas que rodean Tokmak –el siguiente objetivo de Zelenski, al sur de Orejov y de Robotyne–. Es decir, que cuando Ucrania rompe una línea defensiva, Rusia manda refuerzos para contener su avance mientras fortifica aún más la siguiente línea.

Las minas –sobre todo las anticarro– se han convertido en el principal escollo para el Ejército ucraniano, que no imaginaba la densidad de artefactos explosivos que iban a tener que enfrentar, y que ha sido el auténtico punto fuerte de la defensa rusa, más allá de trincheras, dientes de dragón y comparaciones con Maginot.

Ni siquiera los vehículos blindados occidentales, como los Bradley que hay en los alrededores de Orejov, pueden avanzar si se topan con estas minas anticarro. No hay estrategia terrestre posible, en estos momentos, para superar los campos de minas del frente sur. La aviación y los misiles de largo alcance son la única baza realista para Ucrania actualmente.

Uno de los vehículos de combate Bradley, que Estados Unidos ha enviado a Ucrania, en los alrededores de Orejov.

Uno de los vehículos de combate Bradley, que Estados Unidos ha enviado a Ucrania, en los alrededores de Orejov. María Senovilla Ucrania

A la espera de que lleguen los aviones F-16 –que los socios de Kiev han prometido para finales de este año o principios del que viene–, las tropas ucranianas continúan desangrándose en Zaporiyia, aunque vayan a lomos de Bradleys, blindados MRAP y carros de combate Leopard.

Mientras recorro las ciudades arrasadas por la contraofensiva, y veo la desolación que deja a su paso, me pregunto de dónde sacan fuerzas los ucranianos para seguir peleando así. La respuesta, en realidad, es sencilla: o luchan o dejan de existir como nación.