Un soldado ruso protege la entrada de la central nuclear de Zaporiyia en junio

Un soldado ruso protege la entrada de la central nuclear de Zaporiyia en junio Reuters

Europa

Rusia, ante la disyuntiva de retirarse de Ucrania o volar la central nuclear de Zaporiyia y perderlo todo

Una catástrofe nuclear haría el territorio afectado inhabitable, movilizaría a la OTAN e incluso perjudicaría a la propia Rusia.

27 junio, 2023 02:57

La resaca militar de la rebelión de Eugeni Prigozhin y sus mercenarios del Grupo Wagner no deja más que malas noticias para Rusia. A los ya conocidos avances ucranianos sobre Bakhmut, Donetsk capital y la ciudad de Rivnopil, en la frontera entre las regiones de Donetsk y Zaporiyia, hay que sumarle la ya confirmada cabeza de puente establecida al otro lado del río Dniéper, al otro lado del Puente Antonovski, derribado en su momento por los ucranianos para aislar la ciudad y reconstruido en los meses posteriores.

Aunque de momento todo apunta al cruce de unos pocos soldados desde la ciudad de Jersón, con la intención de limpiar la zona de ametralladoras rusas y establecer un punto de apoyo para un posible desembarco posterior de blindados, lo cierto es que la llegada de tropas a la orilla sur del Dniéper es una pésima noticia para Rusia. Si consiguieran consolidar la posición, podrían intentar remontar el río en dirección a la destruida presa de Nova Kajovka y amenazar así la central nuclear de Energodar desde el este y el oeste a la vez, probablemente obligando a los rusos a abandonar la zona.

Tal vez por eso, en las últimas horas, las autoridades ucranianas (primero, el presidente Zelenski, y este mismo domingo, el jefe de la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa, Kiril Budanov) han repetido su convencimiento de que Rusia está dispuesta a utilizar el recurso desesperado de hacer estallar los reactores de la central para provocar un desastre radioactivo en cuanto todas sus tropas se hayan retirado del complejo. Al parecer, el minado de la zona se habría producido a lo largo del invierno y la primavera y el plan para volarlo todo ya habría sido aprobado por el Kremlin, aunque Sergei Lavrov, ministro ruso de asuntos exteriores, lo negara todo en declaraciones a la agencia TASS.

[Prigozhin reaparece: "Hemos dado una master class de cómo habría que haber invadido Ucrania"]

De "tierra quemada" a "tierra radiada"

¿A quién hemos de creer ante esta disyuntiva? Lavrov dice que la idea de minar y explotar una central nuclear es una tontería. Y lo es. Ahora bien, Rusia tiene un largo historial de "tonterías" a sus espaldas y es especialista en negar justo lo que va a acabar haciendo semanas o meses después. La explosión de la central nuclear de Energodar supondría llevar las típicas "políticas de tierra quemada" de todo conflicto bélico a una dimensión desconocida: los daños que la radiación podrían provocar sobre la zona son incalculables y en ningún caso se limitarían a los alrededores de la central.

Dicho esto, es obvio que estamos ante un estado que vive sumergido en el caos absoluto. Un estado en el que nadie tiene claro quién manda ni quién se encarga de calcular riesgos y beneficios. Si algo nos mostró la aventura 'a lo Espartaco' del sábado, es precisamente que no hay nadie al volante. O que hay tanta gente intentando subirse al asiento del conductor al mismo tiempo que cualquier decisión es posible. El descontrol es tal que en las últimas horas ha surgido el rumor de que el propio Prigozhin se habría hecho con material nuclear a su paso por Voronezh. Un rumor disparatado en cualquier otra circunstancia, pero incluso preocupante en el actual contexto.

[Rusia sospecha que la inteligencia de EEUU está involucrada en el motín del grupo Wagner]

Es complicado saber qué ganaría exactamente Rusia haciendo algo así. Es cierto que se generaría una enorme zona de exclusión que paralizaría cualquier ofensiva, pero eso, en rigor, no es ganar nada, pues ellos mismos tendrían que retirarse del territorio conquistado en vez de defenderlo. Dejarían un país -o buena parte de él- destrozado y con miles de muertos… ahora bien, buena parte de esos miles de muertos serían también sus propias tropas y los propios ciudadanos prorrusos a los que dicen haber "liberado" con su "operación militar especial". Hay una pulsión claramente suicida en una decisión así.

El artículo cinco de la OTAN

No quedaría ahí la cosa. En el plano internacional, jugar al caos radioactivo supondría la condena unánime de toda la comunidad internacional y, especialmente, de los países vecinos como Turquía, aliado tradicional del régimen de Putin y que podría verse afectada por la nube de radiación. China, probablemente, rompería su equidistancia y se pronunciaría ya claramente en contra de la invasión de Ucrania, lo que dejaría a Rusia y a su dictador aún más solos de lo que ya están.

[¿Conocía Ucrania el plan de Prigozhin? Lanzó un ataque en varios frentes horas antes de su rebelión]

Precisamente la llegada de radiación a Turquía o a Polonia, países miembros de la OTAN, podría a su vez justificar la aplicación del artículo cinco de la Alianza Atlántica, que recoge el uso de la fuerza en caso de que se considere que la seguridad de alguno de sus componentes se está viendo comprometida. Aunque los senadores estadounidenses Lindsey Graham (Partido Republicano) y Richard Blumenthal (Partido Demócrata) declararan el pasado viernes que la explosión de la central nuclear cumple ese requisito, lo cierto es que no es una decisión unilateral: se tiene que reunir el Consejo de Seguridad, acordar el ataque y luego cada país tiene autonomía para decidir si participa del mismo y de qué manera.

En caso de que se produjera el desastre nuclear y, efectivamente, la OTAN decidiera actuar, entendemos que se regiría por los principios que ya dejaron claros su secretario general, Jens Stoltenberg, y el jefe del Estado Mayor de Defensa estadounidense, Mark Milley, cuando se rumoreó el posible uso de armas nucleares tácticas el otoño pasado por parte de Rusia en territorio ucraniano: una respuesta con armas convencionales que limpiara por completo cualquier resto de presencia militar rusa, tanto en Ucrania como en el Mar Negro. Viendo lo que consiguió Prigozhin con unos quince mil hombres en dieciséis horas, no parece que Rusia esté en condiciones ahora mismo de entrar en una guerra con la OTAN.

[Chechenia, Bielorrusia, Osetia... El dominó de rebeliones que acecha a Putin tras la de Wagner]

En cualquier caso, aunque el episodio no desembocara en una respuesta al más alto nivel, Rusia sigue teniendo mucho más que perder que ganar incluso a nivel nacional. La radiación se expandiría por el oeste de su propio estado y, sin duda alguna, se instalaría en Crimea, uno de los grandes centros turísticos, que se prepara para una temporada de verano ya de por sí complicada. Crimea es la joya de la corona de Putin, que llegó a construir el gigantesco puente del Kerch solo para poder unir la península con tierra rusa. ¿Está dispuesto a ver cómo se pudre bajo la radiación solo por defender una porción de tierra que no le pertenece? No parece lo más sensato. Pero es Rusia.