El jefe de la República de Chechenia, Ramzan Kadyrov, en Moscú.

El jefe de la República de Chechenia, Ramzan Kadyrov, en Moscú. Reuters

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Chechenia, Bielorrusia, Osetia... El dominó de rebeliones que acecha a Putin tras la de Wagner

Lo realmente relevante de lo que hemos visto las últimas horas en Rusia era la sensación de régimen agotado, de país en decadencia.

25 junio, 2023 03:00

Prigozhin y sus unidades del Grupo Wagner cruzaron la frontera entre Ucrania y Rusia, presumiblemente por algún punto cercano a Mariúpol, y se plantaron en Rostov-del-Don en un abrir y cerrar de ojos. No solo consiguieron tomar por completo la ciudad (1.150.000 habitantes), sino que, tras instalarse en el edificio de defensa, mandaron una avanzadilla rumbo a Moscú. Probablemente, ni siquiera el propio Prigozhin se imaginara que diez horas después ya estarían cruzando Lipetsk, a 688 kilómetros de distancia, sin que nadie se interpusiera en su camino hasta que ellos mismos decidieron darse la vuelta.

Lo realmente relevante de lo que hemos visto las últimas horas en Rusia no era ya si Kadirov conseguía retomar Rostov, si Putin realmente había huido del Kremlin hacia San Petersburgo, o si alguien, en algún momento, se decidía a pasar de las palabras a los hechos y enfrentarse a las columnas de Wagner, compuestas, como mucho, por unos 20.000 soldados, ni uno más. Todo el mundo condenaba, pero nadie ordenó siquiera un ataque aéreo en condiciones.

Lo importante era la sensación de régimen agotado, de país en decadencia. De parálisis. La misma parálisis de Sumy, la de Járkov, la de Jersón. La misma que hizo que durante los cinco meses de "ofensiva" de invierno y primavera, el ejército ruso apenas avanzara unas decenas de kilómetros y, en consecuencia, el Grupo Wagner copara toda la atención mediática con sus desesperados ataques suicidas sobre una ciudad totalmente intrascendente, Bakhmut. La sensación de que no hay nadie al volante y que cada uno hace la guerra por su cuenta -nunca mejor dicho- se repitió, solo que ahora en territorio ruso.

Los peores escenarios posibles

Si esta aventura ha sido el preludio de un intento de golpe de estado más serio, si se convertirá en una guerra civil o si este tendrá el menor éxito es materia de lógica preocupación. Elegir entre Putin y Prigozhin es como elegir entre Hitler y Stalin. Hablamos de dos encarnaciones del mal absoluto: una más sutil y la otra, más bárbara y despiadada. Sin embargo, lo que nos ocupa ahora es el dominó de rebeliones que puede enfrentar el Kremlin si los Prigozhin de turno siguen mostrando sus vergüenzas ante el mundo entero. 

El sencillo avance de las unidades del Grupo Wagner pudo deberse a tres razones y probablemente en pocas horas alguien sea capaz de explicarnos cuál es la acertada: 1) Les dejaron meterse en la boca del lobo para acabar con ellos por completo si realmente cumplían su amenaza, 2) Les dejaron avanzar porque, pese a las declaraciones públicas, las fuerzas armadas y de seguridad no veían con malos ojos, como mínimo, pegarle un buen susto a Putin o 3) No había tales fuerzas armadas y de seguridad en Rusia. Estaban todas en Ucrania, después de unas bajas que se pueden contabilizar en torno a los 100.000 fallecidos y heridos en combate.

Combatientes del Grupo Wagner sobre un tanque en la ciudad de Rostov on Don, Rusia.

Combatientes del Grupo Wagner sobre un tanque en la ciudad de Rostov on Don, Rusia. Reuters

La segunda opción es la más preocupante para Putin. La tercera es la más preocupante para Rusia como estado. Ya habíamos visto hechos realmente insólitos como las ocupaciones por parte del Cuerpo de Voluntarios o la Milicia de la Rusia Libre de varios pueblos de Belgorod, llegando a entrar casi cuarenta kilómetros en territorio ruso sin que nadie se les opusiera. No lo hicieron una ni dos, sino tres veces. Y no era un ejército profesional, era una banda de milicianos con escasísimos medios.

Una cosa es que un país esté políticamente podrido y otra es que lo esté militarmente. Lo segundo, cuando ese país intenta comportarse como un imperio, es un verdadero problema. Si Rusia no ha podido avanzar en Ucrania porque no tiene medios, si no ha podido frenar las incursiones en su territorio porque su ejército no está preparado y si ha sido incapaz de impedir que Prigozhin y un par de decenas de miles de los suyos se plantaran a las puertas del Kremlin porque no tenían con qué impedirlo, el problema es gigantesco.

De Georgia a Bielorrusia, pasando por Transnitria

Recordemos que el equilibrio en las fronteras de Rusia es precario. El país está en medio de algún tipo de conflicto territorial prácticamente con todos sus vecinos. Ucrania, por supuesto, ha saludado la operación de Prigozhin con un ataque masivo en todos los frentes: Jersón, Zaporiyia, Bakhmut y Donetsk. ¿Qué impide a Georgia, después de las manifestaciones de hace un par de meses probar de nuevo la recuperación de Osetia del Sur o reconsiderar la cuestión de Abjasia? No estamos en 2008, eso parece claro. Si Rusia no puede mandar unidades a su capital para proteger a su presidente, ¿cómo podría mandarlas a Georgia para tomar el control en una semana, como hizo entonces?

Si a la rebelión de Prigozhin, le siguiera una rebelión en Osetia, ¿por qué no iban a intentar los milicianos del Daguestán echar a lo que ellos consideran"fuerzas de ocupación" y declarar su independencia? De nuevo, ¿quién se lo iba a impedir? ¿Quién impediría a Kirguistán y a Kazajistán renunciar a la tutela militar de Rusia y expulsar a sus gobiernos títeres colocados por Putin? ¿Acaso no puede pensar Moldavia, que sabe que tiene detrás a la Unión Europea y a la OTAN, que ya es hora de acabar con esa tontería de la "república popular de Transnitria", otro caballo de Troya ruso en territorio ajeno?

Chechenia, Siria… y China, por supuesto

La debilidad llama a la acción. Este mismo sábado, mientras no acabábamos de saber qué pasaba exactamente, grupos militares de la oposición bielorrusa pedían el derrocamiento de Lukashenko. De momento, la autoproclamada presidenta en el exilio, Svetlana Tijanovskaia, no ha llegado tan lejos y ha pedido calma, pero hablamos de grupos armados, que han estado combatiendo en la guerra de Ucrania del lado de Zelenski y con un grado de coordinación y preparación considerable. ¿Seguirá el ejército apoyando a un Lukashenko visiblemente enfermo si intuye que ya no es la carta ganadora? Y en ese caso, ¿qué pasará con las ojivas nucleares que acaba de colocar Rusia en su territorio?

Los problemas van más allá. El líder checheno Ramzán Kadyrov fue de los primeros (se diría que el único) en tomarse en serio el llamamiento de Putin para frenar a Prigozhin. En redes sociales, presumió de haberse lanzado hacia Rostov con columnas y columnas de tanques… que no llegaron nunca a su destino. Kadyrov es un hombre del Kremlin, el dique que pone Moscú a cualquier malestar en Grozni. ¿No era peligroso mandarle justamente a él y a su ejército privado a defender al zar en un rincón del mapa y dejar expuesta su propia región a una tercera insurrección en treinta años? Rusia ya ha tenido que asolar Chechenia dos veces. Puede que los nacionalistas piensen que es el momento de comprobar si a la tercera va la vencida.

[El Grupo Wagner se rebela contra el régimen de Putin y se dirige hacia Moscú]

Atentos estarán también los líderes protegidos por el dinero y las armas de Putin. El primero de todos, el sanguinario tirano sirio Bashar al-Asad, cuyo mandato dictatorial depende en exclusiva del apoyo militar que Rusia y el Grupo Wagner le han brindado durante años. Si ambos decidieran enfrentarse entre sí a miles de kilómetros de distancia de Damasco, ¿quién le garantizaría a al-Asad la protección necesaria en caso de una insurrección popular como la de 2011? 

Por último, queda la cuestión china. Xi Jinping estará felicitándose aliviado por no haber puesto sus huevos en la cesta de Putin, por mucho que sus malas relaciones con Estados Unidos le pudieran haber invitado a ello. No era un socio de fiar, le decía el instinto, y acertaba. China y Rusia tienen 4.250 kilómetros de frontera en común y varios puntos de disputa. Hasta ahora, esas disputas quedaban en escarceos locales porque no había interés entre los dos grandes líderes de llevarlos más allá. El asunto es saber qué hará Xi si no percibe que hay un contrapoder. De momento, esperará, sí, porque China ha hecho de la paciencia un modo de vida, pero es imposible que en los próximos años las relaciones entre ambos países vuelvan a un plano de igualdad. Rusia se ha mostrado demasiado débil para ello.

[Por qué Prigozhin y sus mercenarios del grupo Wagner se han levantado contra Putin]

En definitiva, la única solución para Putin si quiere mantenerse en el poder… y mantener a su vez el statu quo alrededor del país que preside es solucionar el “caso Prigozhin” de una vez por todas. Pero para ello debe dejar de mandar chechenos a que le solventen la papeleta, porque, tarde o temprano, serán los chechenos los que decidan que ellos también se van a Moscú a pedir lo que les corresponda. Durante años hemos estado tratando a Putin como si de un genio político se tratara, un hombre duro y despiadado. Tal vez, durante años nos hayamos equivocado y solo bastaba con menear el árbol. El asunto, claro está, es qué viene a continuación. Acabe esto como acabe, se vienen tiempos muy duros para toda la región.