Europa EL ALETEO DE UNA MARIPOSA

Le Pen, la amiga de Putin y enemiga de la mundialización, camino de una nueva derrota

Hija del fundador del Frente Nacional ha logrado desdemonizar a la extrema derecha y declara “estar lista para gobernar” Francia aunque todas las encuestas dan a Macron como vencedor

23 abril, 2022 03:32

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Dos cosas llamaron mi atención cuando entrevisté a Marine Le Pen. Su híper puntualidad y su carpeta de notas manuscritas. De lo primero estábamos prevenidos aquella mañana de noviembre de 2020 cuando la líder de la extrema derecha se presentó ante el destartalado local de la Asociación de la Prensa extranjera 15 minutos antes de la hora acordada.

Lo segundo me vino a la memoria el miércoles al verla a la defensiva ante Emmanuel Macron.

El presidente saliente fue un niño empollón y se le nota. En lo marisabidillo y en el dominio de todos los temas. La aspirante aprobó Derecho pero frecuentó más las discotecas que las aulas. Sus apuntes son frases completas, no esquemas, y están escritos a mano, con tachones y subrayados a boli.

Marine Le Pen leía la respuesta si la pregunta se complicaba. También lee sus discursos. Su padre, por el contrario, era uno de los mejores oradores de la República. Jean Marie Le Pen encarnó la extrema derecha francesa durante 39 años, fundó el Frente Nacional y lo transformó de una coalición de fachas, neonazis y nostálgicos de la Argelia francesa en un partido populista. Encontró un tema del que no hablaba el stablishment (la inmigración) y un electorado. Consiguió pasar a segunda vuelta en 2002 pero un viejo rutero de la política, Jacques Chirac, lo aplastó (82,2% -17,8%).

11 años liderando

Su hija lleva 11 al frente del partido, desmilitarizado de Frente a Rassemblement (RN) que se traduce como Reunión o encuentro, términos positivos. Acabó con el antisemitismo del partido por el expeditivo procedimiento de expulsar a su padre que había calificado el Holocausto judío de "detalle de la historia de la Segunda Guerra Mundial".

Le Pen, durante la entrevista, con su cuaderno.

Le Pen, durante la entrevista, con su cuaderno.

En su primer asalto a las presidenciales (2012) quedó tercera en la primera vuelta (17,9%) detrás de Nicolas Sarkozy y François Hollande, quien resultó finalmente elegido. En el segundo (2017), pasó a segunda vuelta pero tuvo que inclinarse ante Emmanuel Macron (66%-34%).

El domingo volverá a perder según vaticinan la treintena de encuestas publicadas después de la primera vuelta. Pero mejorará diez puntos, al menos (56%-44%). Y eso, frente a Macron, un fuera de serie capaz de sobrevivir al mayor conflicto social desde el mayo de 68 (los chalecos amarillos), la huelga más larga de la Historia (contra su reforma de la edad de jubilación) y la mayor pandemia en un siglo, el Covid.

Preponderancia de la legislación francesa

En estos cinco años, Marine Le Pen ha pulido las aristas del partido en una sistemática campaña de homologación con el mainstream. Hace cinco años proponía sacar a Francia del euro lo que le costó miles de votos, ahora acepta la moneda única. Su euro escepticismo ha evolucionado hacia posturas próximas a las de Hungría y Polonia: no se trata de abandonar la UE sino de establecer la preponderancia de la legislación francesa. Ella se llena la boca con la denominación "Europa de las Naciones" de resonancias gaullistas pero no consigue explicar claramente su proyecto.

Macron, en el debate del miércoles, le reprochó sus vínculos con el Kremlin asegurando que ella "depende de Putin". puso en duda la constitucionalidad de la primera medida que Le Pen adoptaría si llega al Elíseo, un referéndum sobre la inmigración. La consulta englobaría la supresión del derecho de suelo (es francés todo el que nace en suelo francés), el fin del reagrupamiento familiar (que permite entrar en Francia a los parientes de los inmigrantes) e impediría regularizar a un extranjero en situación irregular. La candidata respondió a las objeciones del presidente saliente con el mismo argumento de los independentistas catalanes: el pueblo soberano está por encima de la ley.

Le Pen quiere que los salarios inferiores al triple del salario mínimo suban un 10% y promete a las empresas que lo hagan exonerarles de cotizar por ello. La otra medida faro es bajar el IVA del 20% actual al 5,5% sobre los carburantes, el fueloil, el gas y la electricidad.

Perdedores de la mundialización

Con estas medidas y con el mantenimiento de la edad de jubilación a los 62 años (frente a Macron que quiere elevarla progresivamente hasta los 65) busca atraerse a los votantes del candidato de extrema izquierda, Jean Luc Mélenchon. Los estudios de transferencia de voto calculan que un 25% de votantes del aliado de Podemos pueden respaldar el domingo a Le Pen, un 35% secundarán a Macron y el resto se abstendrán o votarán en blanco.

Esto puede parecer extraño en la España de los bloques políticos, pero no lo es en Francia donde la ideología es sólo el cuarto factor de división de la sociedad. Detrás de ricos y pobres; vacunados y no vacunados e inmigrantes y nativos, según el estudio paneuropeo More in Common.

Los estudios de Jérôme Fourquet sobre el componente social e incluso geográfico del voto dan la razón a Le Pen en su aspiración a ser considerada la patrona de los perdedores de la mundialización. Sus mejores resultados se dan entre parados y obreros, personas peor formadas y habitantes en zonas desindustrializadas o en las antiguas cuencas mineras abandonadas (las regiones del norte, cercanas a Bélgica).

“Nos etiquetan de extrema derecha todo el día. Con qué fundamento, pregunto. Y no me responden. ¿Qué hay de extremo en nuestras propuestas? Es un término para ensuciar, aniquilar y marginar”, decía en aquella entrevista en la que su cuaderno de notas me dejó perplejo.

Le Pen coincide, por ejemplo, con Macron y con el candidato del Partido Comunista en la defensa de la energía nuclear. Pero sólo ella quiere desmantelar las plantas eólicas. Seguramente, en un guiño a los votantes rurales a los que molesta el zumbido de las palas.

Desaparición de izquierda y derecha

En su última entrevista con ‘Le Figaro’, publicada hace dos semanas, afirmaba: "He teorizado hace varios años sobre la desaparición de la división entre derecha e izquierda. Ha sido sustituida por la división entre nacionales y post nacionales. Entre los que piensan que la nación debe perdurar así como todas las protecciones que genera. Y los que consideran que la nación es un viejo concepto del que hay que desembarazarse y para los que las fronteras humanas, e incluso morales son cosas del pasado".

Puede que el paradigma político haya cambiado de eje. Pero la marca Le Pen permanece aunque haya evolucionado con el tiempo. Mariane, la jefa ahora, ha sobrevivido a todos los dramas de una familia desestructurada.

Marion Anne Perrine Le Pen (Marine es un sobrenombre) nació el 5 de agosto de 1968. Es la tercera hija del ‘Menhir’ (Jean Marie) y de Pierrette Lalane, hija de una familia burguesa de comerciantes de vino que trabajó de joven de modelo. Les presentó el primer esposo, un hombre de mundo con el que se había casado a los 21 años. Le Pen era un joven de origen humilde, huérfano de padre, expulsado de varios colegios, pendenciero y soldado voluntario en Indochina, Suez y Argelia.

Uno de los amigotes de papá Le Pen era Henri Botey, alias Monsieur Eric, proxeneta de postín del Pigalle de los clubs de alterne. El chulo sobrevivió a tres atentados antes de pasar por la cárcel y desaparecer del mapa. Era tan allegado a Le Pen padre que le hizo padrino de Marine.

Por eso, la Policía relacionó el atentado del 2 de noviembre de 1976, cuando 20 kilos de dinamita estallaron junto a la residencia de los Le Pen, con un asunto mafioso. No murió nadie y nunca se aclaró la autoría.

Pierrette fue quien entabló amistad con Huberto Lambert, un hombre inmensamente rico e igualmente desdichado ante el que peregrinaban todos los extremistas de derecha de Francia. Un tipo sin luces que se tomaba a sí mismo por un teórico de la política. En realidad se pasaba el día en pijama, borracho y fumando sin parar. Le Pen le hace la pelota mejor que nadie y le promete el ministerio de Interior cuando llegue a presidente. Él le corresponde modificando su testamento por enésima ves y nombrándole heredero universal.

Divorcio de sus padres

Al poco muere y Le Pen hereda la fabulosa propiedad del clan en los alrededores de París. El siguiente trauma en la vida de Marine será el divorcio de sus padres. Según contó el veterano político en sus memorias, fue una empleada de hogar quien se lo comunicó así: "La señora se ha marchado con el señor biógrafo". Él era un periodista que redactaba una biografía del prócer.

La separación fue cruel: ella se llevó el ojo de cristal de su esposo. Él se quedó la urna con las cenizas de la madre de ella. Dos abogados intercambiaron, de noche y en un bosque, la urna por el ojo. Pero lo peor fue que él amenazó con no pasarle pensión alguna y le sugirió que si necesitaba dinero, se pusiera a fregar escaleras.

Pierrette le hizo caso. A su manera. Posó desnuda y fregando el suelo de rodillas en el 'Playboy' de junio del 87. Marine quedará bajo la custodia de su padre y declarará: "Una madre es un jardín privado, no un estercolero público". Pasaron 15 años sin hablarse.

Retomaron el contacto tras la ruptura de padre e hija en 2015, después de las declaraciones sobre el Holocausto y… de que los perros de papá Le Pen descuartizaran al gato de Marine. Cuatro años antes le había cedido las riendas del partido tras mandar al ostracismo a la primogénita y entonces heredera política, Marie Carolina, quien había respaldado la línea modernizadora y pactista de Bruno Mégret.

Le Pen padre rehizo su vida junto a Jany. Tras 20 años de matrimonio civil, se casaron por la Iglesia en enero de 2021. Las tres hijas y los ocho nietos no fueron invitados a la ceremonia. "Es bastante perturbador y humillante enterarse de una cosa así por la prensa. Cuando se tiene un padre como él hay que aprender a pasar de todo", declaró la hermana mediana, Yann.

Marine tuvo tres hijos con un empresario, Franck Chauffroy con el que convivió tres años. Antes mantuvo una relación con Lorrain de Saint Afrique, uno de los consejeros más allegados a su padre. Tras la ruptura con el padre de sus hijos estuvo con dos políticos, Éric de Lorio y Louis Alliot que fue secretario general del partido y es en la actualidad, alcalde de Perpiñán, la ciudad más poblada de las que gobierna el RN.