Donald Trump saluda durante una ceremonia del Día de los Veteranos en el Cementerio Nacional de Arlington. Reuters
Los demócratas 'traidores' del Senado alivian a Trump tras su triple batacazo al aprobar el fin del cierre del Gobierno
La semana pasada el Partido Republicano recibió tres reveses electorales que inyectaron una buena dosis de optimismo en un Partido Demócrata necesitado de alegrías. La euforia, sin embargo, se disipó en cuanto varios senadores demócratas pactaron con los republicanos el nuevo presupuesto federal.
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La semana pasada fue particularmente agria para Donald Trump. A la elección del socialista Zohran Mamdani como nuevo alcalde de Nueva York, comentada con detalle en la prensa internacional, hubo que sumar otras tres derrotas por parte de su partido: la elección a gobernador de Nueva Jersey; la elección a gobernador de Virginia; y una votación en California cuyo resultado permitirá al Partido Demócrata local rediseñar el mapa de los distritos del estado a su favor.
Mucha gente, el propio Trump incluido, culpó de lo sucedido al 'cierre' del Gobierno federal. O sea: a la falta de acuerdo en el Congreso a la hora de aprobar el presupuesto federal para el ejercicio fiscal que acaba de comenzar. Una parálisis que ya ha superado la barrera de los 40 días –un récord histórico– y que, al congelar todos los servicios no esenciales, ha desembocado en el impago de las nóminas de miles y miles de funcionarios.
"Debemos reabrir el Gobierno pronto", declaró Trump en un desayuno celebrado en la Casa Blanca el miércoles pasado con varios senadores del Partido Republicano solo para añadir, acto seguido, que por "pronto" quería decir "de inmediato".
Muchos en el Partido Demócrata celebraron el nerviosismo de Trump y, compartiendo su diagnóstico, decidieron que el camino a seguir era mantener el bloqueo del presupuesto en el Senado –la cámara que controlan– hasta que el Partido Republicano aceptara la mayoría de sus exigencias.
Y en esas estaban cuando siete de sus senadores (y un independiente que suele alinearse con la formación progresista) rompieron filas y optaron por aceptar la última propuesta republicana desbloqueando, así, el 'cierre' en la Cámara Alta.
Ahora el acuerdo aprobado en el Senado pasará a la Cámara de Representantes, donde no se esperan contratiempos porque la controla el Partido Republicano, y con su visto bueno el Gobierno federal subirá de nuevo la persiana. Para enfado, claro, de mucha gente dentro del Partido Demócrata y de muchos simpatizantes que se están refiriendo a los ocho senadores díscolos como "traidores a la nación".
"No creo que este resultado sea bueno para nadie"
"No esperaba una victoria", le dijo Trump a los senadores invitados el miércoles pasado al citado desayuno refiriéndose al triunfo de Mamdani. No es que pensara que el candidato del Partido Republicano a la alcaldía de Nueva York –Curtis Sliwa– tenía alguna posibilidad –terminó cosechando un 7% de los votos–, pero sí confiaba en que el centrista Andrew Cuomo, quien se presentaba como independiente pese a ser afín al Partido Demócrata, pudiese evitar el triunfo de Mamdani.
"No creo que este resultado sea bueno para nadie", aseguró Trump tras constatar que, efectivamente, Mamdani había obtenido más del 50% de las papeletas frente al 41,6% de Cuomo. "La decisión a la que ahora se enfrentan los estadounidenses no podría ser más clara: deben elegir entre comunismo y sentido común".
Aunque el presidente de Estados Unidos quiso centrar la atención en Nueva York, los expertos señalan que lo más preocupante para el Partido Republicano no sucedió en la Gran Manzana sino al otro lado del río Hudson, en Nueva Jersey, y al sur de Washington; en Virginia. ¿Por qué? Pues porque Nueva York no deja de ser un microcosmos difícilmente extrapolable al resto del país. Los estados de Nueva Jersey y Virginia, en cambio, pueden ser bastante representativos de cómo respira el estadounidense medio.
En el primero de esos dos estados se preveía una contienda bastante reñida entre la candidata del Partido Demócrata, Mikie Sherrill, y el conservador Jack Ciattarelli, quien además contaba con el apoyo del presidente. No fue así.
Sherrill terminó sacando más de diez puntos porcentuales de ventaja a su rival pese a que hace un año, en las elecciones presidenciales, Trump sacó un resultado que invitaba a pensar que más pronto que tarde Nueva Jersey caería en manos del Partido Republicano. Gracias, en parte, al voto hispano y al voto afroamericano. Dos minorías que, visto lo visto, parecen haber vuelto a poner distancia con el inquilino de la Casa Blanca.
En Virginia la candidata del Partido Demócrata, Abigail Spanberger, obtuvo bastantes más votos que Terry McAuliffe, el compañero de filas que perdió ante el republicano Glenn Youngkin en las últimas elecciones a gobernador, y superó lo conseguido por Kamala Harris en las presidenciales del año pasado.
En otras palabras: consolidó los feudos del Partido Demócrata dentro del estado sureño y logró ganancias sustanciales en los condados controlados por el Partido Republicano. Consecuentemente, Spanberger se alzó con la victoria al conseguir más del 57% de las papeletas frente al discreto 42,6% cosechado por la candidata del Partido Republicano: Winsome Earle-Sears.
Teniendo todo lo anterior en cuenta, y sobre todo la gran diferencia entre los resultados de las presidenciales de hace un año y los comicios de la semana pasada, hay quien se pregunta si, además del 'cierre' gubernamental, ha ocurrido algo más en estos últimos doce meses. Y la respuesta a esa pregunta suele ser sí.
Algunos expertos apuntan a la ideología; las pulsiones autoritarias de Trump, dicen, habrían generado desencanto entre quienes le votaron hace un año sin demasiada devoción. Otros apuntan a los problemas económicos que arrastra el país. Y luego están quienes dicen que la culpa la tiene la ausencia de cierto nombre propio, "Donald Trump", en la papeleta.
La demócrata Abigail Spanberger con su familia en el escenario tras su discurso de victoria. Reuters
Dicho de otro modo: hay quien sostiene que una batalla política sin Trump al frente es una pésima noticia para el Partido Republicano. Y si esta teoría se demuestra cierta el Partido Republicano tiene dos graves problemas por delante.
El primero se llama elecciones de medio mandato o midterms. Son las elecciones que suceden en el ecuador de los mandatos presidenciales y que deciden –entre otras cuestiones– de qué lado caerán el Senado y la Cámara de Representantes. El caso es que, si se repite lo que acaba de suceder en Virginia y Nueva Jersey, cabe la posibilidad de que los conservadores se peguen un batacazo importante.
El segundo problema no es otro que las elecciones presidenciales del 2028. En las que, salvo que suceda algo extraordinario, Trump no figurará en la papeleta porque la legislación estadounidense indica que no puede volver a presentarse. En tal caso, ¿saldrán los millones de trumpistas declarados a votar por quien quiera que sea su sustituto? Algunos son bastante populares –JD Vance, por ejemplo–… pero nadie llega al estatus de Trump.
"Está por ver si los votantes de clase trabajadora y con baja propensión al voto acudirán a las urnas cuando Donald Trump se retire de la política", apuntaba hace un par de días el senador Josh Hawley, del Partido Republicano de Misuri. "Hasta ahora cuando él no ha figurado en la papeleta no lo han hecho".
Quiniela de cara al 2028
Las victorias en Nueva Jersey y Virginia no solo han inyectado una buena dosis de optimismo en el Partido Demócrata. También han reabierto el debate sobre quién debería presentarse en nombre de la formación en las presidenciales del 2028.
El Washington Post es uno de los periódicos que ha decidido publicar su propia quiniela. Para el diario capitalino las tres opciones con más posibilidades de ilusionar a los votantes de la formación son Gavin Newsom, actual gobernador de California; Josh Shapiro, actual gobernador de Pensilvania; y Gretchen Whitmer, la gobernador de Míchigan.
Newsom pertenece a la vertiente progresista del Partido Demócrata, aunque sin llegar a los postulados abiertamente socialistas de Zohran Mamdani o Bernie Sanders. Shapiro y Whitmer pertenecen al ala 'moderada' –ergo centrista– de la formación.
También se barajan –a cierta distancia de los anteriores– los nombres de Pete Buttigieg, exsecretario de Transporte durante la presidencia de Joe Biden y actual alcalde de una ciudad llamada South Bend; Andy Beshear, actual gobernador de Kentucky; JB Pritzker, actual gobernador de Illinois; y el del actual gobernador de Maryland. Un hombre llamado Wes Moore.
Tampoco se descarta un segundo intento por parte de Kamala Harris pese a la cantidad de voces que opinan que eso sería una muy buena noticia para Trump y su Partido Republicano.