Donald Trump y Volodímir Zelenski, antes de su reunión del lunes en el Despacho Oval.

Donald Trump y Volodímir Zelenski, antes de su reunión del lunes en el Despacho Oval. Alexander Drago Reuters

EEUU

Trump abandona el discurso de la paz con Putin para animar a Ucrania a "ganar la guerra" con ataques directos contra Rusia

Moscú sigue dando largas a una reunión con Zelenski mientras aumenta los bombardeos con drones sobre territorio ucraniano. En el del miércoles, se vio afectada una empresa estadounidense.

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Occidente se pasó del viernes al lunes enfrascado en una frenética actividad diplomática. Todo el mundo tenía su solución para acabar con el conflicto entre Rusia y Ucrania y todo el mundo intentaba explicársela a Volodímir Zelenski, que escuchaba con una paciencia encomiable.

La Administración Trump parecía haber desenredado el nudo y todo era optimismo: paz en una o dos semanas, reunión inminente entre Vladímir Putin y su homólogo ucraniano y compromiso de Donald Trump y los socios europeos de garantizar la seguridad futura, aunque sin especificar cómo.

Mientras unos hablaban de Budapest como sede del encuentro y otros de Estambul, Putin se limitaba a proponer Moscú en llamada telefónica con el presidente estadounidense y encargaba a su ministro de asuntos exteriores, Serguéi Lavrov, que recordara al mundo lo que él mismo ya había repetido el mismo sábado a su llegada de Alaska: no habrá paz hasta que no se solucionen las “raíces del conflicto”.

En otras palabras, que esto no depende de líneas de contacto, de nuevas fronteras o de intercambio de tierras, sino de un cambio de régimen en Kiev, del compromiso de no entrar en la OTAN, de la reducción del ejército ucraniano… y del retroceso de la Alianza a sus posiciones anteriores al desplome de la URSS.

En definitiva, que cuando Putin le explicaba a Steve Witkoff que quería una paz y no un alto el fuego, Witkoff entendía, con su mentalidad mercantilista, que buscaba obtener algo a cambio de ceder en otras cosas.

Putin, sin embargo, no funciona así. Siente que tiene la responsabilidad histórica de reinstaurar el imperio ruso, sea mediante la anexión de los países vecinos para establecer un amplio “espacio vital”, sea mediante su control de facto como sucediera durante la época soviética, cuando Moscú dominaba desde Vladivostok hasta Berlín.

Ataque a una empresa estadounidense

Este inmovilismo ha debido de dolerle a Trump y mucho. Al fin y al cabo, fue Trump el que prometió sanciones a Rusia y le dio un ultimátum para al final aplazarlo todo.

Fue Trump quien organizó la reunión de Alaska y la posterior en la Casa Blanca con Zelenski y los líderes europeos. Fue Trump quien explicó al mundo, siempre a través de las redes sociales, en qué podía consistir dicho acuerdo y de quién era la responsabilidad de aceptarlo o no. Por último, fue Trump, “el pacificador”, el que se vanaglorió de haber detenido seis guerras en seis meses, por lo cual, una vez más, reclamó el Premio Nobel.

Conforme pasa el tiempo sin noticias de Moscú, el papelón de Trump se hace más evidente. Este jueves, el presidente estadounidense fijó un nuevo plazo de dos semanas para saber si habrá paz o no en Ucrania. “De lo contrario, tal vez adoptemos un nuevo camino”, dijo, como si alguien fuera a creerle a estas alturas.

En dos semanas, Putin llamará a Witkoff, le contará cualquier cosa y seguirá ganando tiempo. Trump no quiere alejar a Rusia de su órbita comercial y hará lo que sea con tal de no tener que imponer más sanciones, como le exigen los propios republicanos en el Senado, encabezados por su amigo Lindsey Graham.

Aparte, está la cuestión de los bombardeos. Putin ha contestado a los esfuerzos diplomáticos de Trump con un aumento en los ataques a civiles. Tanto le emocionó la carta de Melania Trump, que en los últimos días ha incluido a varios niños entre sus objetivos.

El pasado miércoles, sus drones alcanzaron también las instalaciones de la empresa estadounidense Flextronix, dejándolas inservibles. Flextronix se dedica a fabricar electrodomésticos y sus fábricas se encuentran muy lejos del frente, exactamente en la región de Transcarpatia, casi en la frontera con Hungría y Rumanía.

Ataques en suelo ruso

Nadie concibe que esto haya sido una casualidad. Tampoco parece pensarlo Trump, que sorprendió horas después del ataque con un mensaje en la red social Truth en el que afirmaba que Ucrania tenía derecho a atacar a Rusia y no solo a defenderse. Que era “imposible” ganar una guerra sin atacar, igual que es imposible ganar un partido de fútbol americano sin presionar las líneas contrarias y entrar en su parte del terreno.

Lo sorprendente del mensaje es que va en contra de todo lo que ha sido su posición hasta el momento y, como siempre, no tiene explicación previa.

Trump culpa a Joe Biden de la decisión de que Ucrania no pudiera atacar con armas estadounidenses posiciones en el interior de Rusia, pero omite muchas cosas. De entrada, que él mismo, cuando no era presidente, apoyaba dicha posición y que criticó sobremanera a Biden cuando la revocó, es decir, cuando, ya perdidas las elecciones, sí autorizó que Ucrania utilizara los ATACMS y los HIMARS sobre territorio ruso… siempre que los objetivos fueran militares.

“Nos está llevando a la III Guerra Mundial”, dijo entonces el presidente electo. Ahora, resulta que no solo hizo bien, sino que, en realidad, lo hizo tarde. El problema de legislar a través del móvil es que no sabemos muy bien qué implica este mensaje.

Entendemos que es un aviso claro al Kremlin, pero un aviso ¿de qué? Ucrania ya ataca desde el principio de la guerra territorio ruso con sus propios misiles y lo hace con los occidentales desde que Biden diera el permiso. ¿En qué cambiaría la realidad?

En nada. Algo muy propio de Trump, por otro lado. Eso, en sí, no sería un problema si la otra parte no fuera tan consciente de las limitaciones de su enemigo. De su incapacidad para plantarse y llamar las cosas por su nombre y amenazar con consecuencias reales. Algo que, por ejemplo, con todos sus defectos y, en ocasiones, su excesiva prudencia, sí hizo Joe Biden, por mucho que ahora se haya convertido en el malo de la película ante el silencio de sus entonces aliados.