Xiomara Castro y Xi Jinping conversan frente al Gran Salón del Pueblo en Pekín, este lunes.

Xiomara Castro y Xi Jinping conversan frente al Gran Salón del Pueblo en Pekín, este lunes. Reuters

América

Invertir en la deuda de otros: la 'diplomacia de la trampa' con la que China prospera en Latinoamérica

Honduras ha reemplazado a Taiwán por China con esperanzas de préstamos e inversiones. Pekín gana —otro— acólito en diplomacia y una economía frágil a la que crear dependencia. 

14 junio, 2023 02:32

China y Honduras consumaron el lunes un acercamiento que llevaba anunciándose desde marzo: el gran país asiático y la nación centroamericana estrecharían lazos diplomáticos. Esta normalización de las relaciones era además en detrimento de Taiwán, una isla que reclama su soberanía propia a la vez que la China continental la considera suya, y que Tegucigalpa había reconocido como Estado ya en 1949, cuando Taipéi se separó de Pekín.

Este cambio de bando después de 74 años de relaciones diplomáticas entre Honduras y Taiwán no es aleatorio. De no ser, no es ni político: para el Gobierno de Xiomara Castro, formalizar su amistad con China es parte de un acuerdo económico; un trámite que canjeará una plétora de oportunidades de negocio para el país: el respaldo de Pekín para el ingreso de Honduras en el Banco de Nuevo Desarrollo (BND) de los BRICS, un acuerdo de libre comercio con el gigante asiático y ventajas para la exportación de gambas, café y plátanos.

Con estas medidas, el país espera mitigar la deuda en la que está sumido, de la que más de la mitad se debe al exterior. En situaciones así, la asistencia de China ha sido bien recibida por Gobiernos —en un primer momento de África, pero cada vez más latinoamericanos— dispuestos a brindar a Pekín su reconocimiento político a cambio de dinero, préstamos e inversiones.

El consejero comercial de la embajada china en Honduras y el canciller hondureño, en la inauguración de la misión.

El consejero comercial de la embajada china en Honduras y el canciller hondureño, en la inauguración de la misión. Reuters

Además de ofrecer una "palanca monetaria contra la que Occidente no puede competir", como expresa un análisis de Foreign Affairs, la contribución económica de Pekín a países como Honduras no está condicionada por los acuerdos climáticos, las regulaciones laborales o los criterios democráticos por los que se rigen las relaciones exteriores de Norteamérica y Europa.

Este modus operandi se ha popularizado como la "diplomacia de la trampa de la deuda" (debt-trap diplomacy) con la que la China de Xi Jinping, además de servirse de apoyos políticos internacionales, genera una dependencia financiera a Estados menos solventes. Así, Honduras no es sino el último eslabón de una cadena de naciones que se han rendido ante los encantos de China y ha roto lazos con Taiwán.

Xi Jinping y Xiomara Castro, en una ceremonia de bienvenida a la presidenta hondureña a Pekín.

Xi Jinping y Xiomara Castro, en una ceremonia de bienvenida a la presidenta hondureña a Pekín. Efe

En el último lustro, cuatro países centroamericanos dejaron a Taipéi por Pekín: República Dominicana, El Salvador, Nicaragua y Panamá. Después de la ruptura con Honduras, Taiwán sólo cuenta con 13 países que lo reconocen. Y China, que parece no tener suficiente, sigue afianzando su presencia económica en Latinoamérica y sus alianzas políticas con los Gobiernos de la región.

La estrategia de Xi

El viaje de seis días de Xiomara Castro a China produjo déjà vues de otras visitas recientes, como la del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva o la del ministro de Economía argentino Sergio Massa. En los últimos meses, el Gran Salón del Pueblo de Pekín ha sido el testigo de acuerdos comerciales pioneros entre ambos países sudamericanos y China. En ceremonias con pompa, desfiles militares y niños ondeando banderolas, Lula da Silva prometió a Xi Jinping liderar a su esquina del planeta hacia el mundo multipolar que el mandatario chino defiende.

Xiomara Castro solicita formalmente en China unirse al NBD, bajo la observación de Dilma Rousseff.

Xiomara Castro solicita formalmente en China unirse al NBD, bajo la observación de Dilma Rousseff. Twitter

Esta expansión hacia las Américas de lo que la experiencia africana bautizó como el modelo Angola —la importación china de recursos a cambio de ayuda financiera y al desarrollo— nace de la crisis económica que se espera en la región en el futuro próximo: "La economía latinoamericana, basada en los recursos naturales, dejará de beneficiarse de unas condiciones externas favorables, como unos precios muy altos de las materias primas, unos tipos de interés bajos y una vigorosa demanda mundial", explica el excandidato a la presidencia del Perú, Julio Armando Guzmán, en un artículo.

"Esto es especialmente preocupante si se tiene en cuenta que alrededor de tres cuartas partes del PIB de América Latina dependen de esos factores. Para empeorar las cosas, la pandemia ha hecho estragos en las economías latinoamericanas. Ajustadas a las tasas de natalidad, las previsiones del Fondo Monetario Internacional para el crecimiento del PIB per cápita regional se redujeron al 1,5% en 2022 y a cero en 2023. Los gobiernos de toda América Latina necesitarán dinero, y rápido", prosigue Guzmán.

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El político vaticina: "La toma de decisiones institucional de China puede saltarse los procesos democráticos, lo que significa que los acuerdos suelen cerrarse en plazos cortos. Además, en marcado contraste con las prácticas establecidas del Banco Mundial y el Banco Internacional de Desarrollo, la aprobación china de proyectos resta importancia a los fundamentos económicos, la capacidad de reembolso del prestatario y las consideraciones medioambientales".

La de Honduras es la historia del nuevo proyecto chino para sus relaciones con América Latina. Este pretende satisfacer las tres grandes aspiraciones de Pekín fuera de sus fronteras: conseguir apoyos diplomáticos en oposición a Taiwán, afianzar su influencia económica y comercial en el extranjero, y propugnar un mundo multipolar insubordinado a la hegemonía del dólar.

Xiomara Castro visita un centro de I+D en Shanghái.

Xiomara Castro visita un centro de I+D en Shanghái. Twitter

Si para conseguir estas metas políticas China se propone conseguir influencia económica, el gigante asiático parece estar consiguiendo sus objetivos: en menos de una década, se ha posicionado como el mayor prestamista soberano de los gobiernos latinoamericanos, superando al Banco Mundial y al Banco Interamericano de Desarrollo.

Además, los cambios en la naturaleza de la propia economía del país propician la inversión directa en el extranjero: China, tradicionalmente manufacturera, está deviniendo gradualmente una economía de servicios, especializada en las telecomunicaciones, las distribución de electricidad y la banca. Estas nuevas industrias ven un mercado idóneo en América Latina, donde hay un vacío relativo de corporaciones locales dedicadas a estos sectores.

Xiomara Castro saluda a los guardias de honor chinos en el Gran Salón del Pueblo en Pekín.

Xiomara Castro saluda a los guardias de honor chinos en el Gran Salón del Pueblo en Pekín. Reuters

Por el momento, el hambre de Xi Jinping está encontrando con éxito las ganas de comer de tantos Gobiernos latinoamericanos que buscan atemperar economías en decrecimiento, altas deudas externas y tasas de inflación insanas. La afinidad ideológica también está asegurada en un momento en el que la izquierda que lidera la mayoría de países de la región casa con la alternativa a la hegemonía del dólar que vende China. Sin embargo, para muchos Estados el acercamiento a China no es ideológico, y lo motiva el ansia de desarrollo económico. Para Pekín, sin embargo, el beneficio es doble: además de crear dependencias por todo el mundo, Xi Jinping está granjeándose —a costa de Taiwán— una nueva horda de aliados.