Trabajadores cosechan espinacas en una granja en Klippoortje, a las afueras de Johannesburgo, Sudáfrica, el 25 de abril de 2022.

Trabajadores cosechan espinacas en una granja en Klippoortje, a las afueras de Johannesburgo, Sudáfrica, el 25 de abril de 2022. Siphiwe Sibeko Reuters

África SUDÁFRICA

Trump congela el asilo de todos los refugiados en Estados Unidos, con una excepción: los afrikáners blancos de Sudáfrica

El programa también tiene un impacto directo en el discurso político interno de Sudáfrica. Algunos afrikáners afirman ser víctimas de discriminación en la era posapartheid.

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Desde que Donald Trump retomó la presidencia de Estados Unidos, su Gobierno ha desmantelado buena parte del sistema de acogida a refugiados, deteniendo el ingreso de decenas de miles de personas que ya contaban con aprobación para entrar al país. Sin embargo, en medio del cierre casi total del programa, su Administración ha hecho una excepción significativa: los afrikáners blancos de Sudáfrica, descendientes de colonos neerlandeses.

Documentos oficiales obtenidos por The New York Times revelan la existencia de un programa llamado "Misión Sudáfrica", diseñado para facilitar el reasentamiento de este grupo específico en territorio estadounidense.

Se trata de una iniciativa sin precedentes recientes que, según expertos, no solo redibuja la política migratoria bajo un prisma racial, sino que también reaviva un discurso controvertido en el seno de la sociedad sudafricana.

En su primera fase, el plan contempla la instalación de centros de atención en oficinas comerciales adaptadas en Pretoria, la capital de Sudáfrica.

Allí, equipos enviados por Estados Unidos analizan más de 8.000 solicitudes de traslado, con un enfoque prioritario en agricultores blancos afrikáners. Hasta la fecha, ya se ha identificado a unas 100 personas potencialmente elegibles para recibir estatus de refugiado.

Según un memorando enviado desde la Embajada estadounidense en Pretoria al Departamento de Estado, antes de finales de abril se presentarán propuestas "a largo plazo" para garantizar el éxito del programa, que busca, según el documento, la "reasignación digna" de los beneficiarios.

Todo ello contrasta dramáticamente con el destino de unos 20.000 refugiados de países como Afganistán, la República Democrática del Congo o Siria, que esperaban emigrar tras pasar todos los controles de seguridad antes de que Trump asumiera el poder.

El Gobierno ha declarado que, tras el decreto presidencial que suspendió la acogida de refugiados, ya no cuenta con los recursos necesarios para procesar nuevas entradas, una afirmación que se vuelve difícil de sostener frente a la movilización activa de medios y personal en Sudáfrica.

"Está claro que el Gobierno puede procesar solicitudes cuando así lo desea", afirmó Melissa Keaney, abogada del International Refugee Assistance Project. Su organización representa a refugiados que buscan reactivar sus procesos de admisión tras el congelamiento.

Críticos de esta política la describen como abiertamente racista. Vanessa Cárdenas, directora de la organización pro-migrante America's Voice, sostiene que el sesgo es evidente: mientras se da trato preferente a blancos afrikáners, se obstaculiza la entrada de personas negras y mestizas, pese a haber pasado rigurosas verificaciones de antecedentes.

El programa también tiene un impacto directo en el discurso político interno de Sudáfrica. Algunos afrikáners afirman ser víctimas de discriminación en la era posapartheid.

Aunque han ocurrido asesinatos de agricultores blancos, las estadísticas oficiales no muestran que estén más expuestos a la violencia que otros grupos. En realidad, los blancos representan apenas el 7% de la población, pero poseen la mitad de las tierras del país.

En Washington, el Departamento de Estado justificó la medida alegando que busca proteger a quienes han sido objeto de "discriminación racial injusta".

No obstante, la iniciativa se basa en un relato dudoso: el del supuesto despojo de tierras a blancos impulsado por el Gobierno sudafricano bajo la llamada Ley de Expropiación, que permite, en casos específicos y con revisión judicial, expropiar tierras privadas sin compensación.

Esa narrativa ha sido abrazada por Trump desde su primer mandato, cuando ordenó investigar las supuestas "confiscaciones" de tierras y "asesinatos masivos" de agricultores blancos.

Incluso personalidades como Elon Musk, de origen sudafricano aunque no afrikáner, han difundido afirmaciones falsas sobre matanzas cotidianas de blancos en Sudáfrica.

Desde el país africano, algunas voces dentro de la comunidad afrikáner reconocen el valor simbólico del gesto de Trump, aunque dudan de su eficacia.

Ernst Roets, exdirector de la Fundación afrikáner, indicó que muchos no desean emigrar, sino obtener apoyo internacional para avanzar hacia un mayor "autogobierno" dentro de Sudáfrica. Aun así, ve con buenos ojos a quienes decidan trasladarse a Estados Unidos: "Harían buenos americanos", dijo.

En contraste, historias como la de Zumbe Baruti, refugiado congoleño residente en Carolina del Sur, ilustran el drama de quienes sí desean reunirse con sus familias, pero ven cómo sus esperanzas comienzan a desvanecerse.

Baruti, que huyó de la violencia étnica cuando era niño, fue admitido como refugiado en 2023. Desde entonces, espera la llegada de su esposa y tres hijos, aún retenidos en un campamento de refugiados en Tanzania.

"Se nos niega la entrada a los africanos negros, mientras a los blancos se les abre la puerta", lamenta Baruti. "Sobre mi familia... mi esperanza de reencontrarme con ellos se está quebrando".