Un soldado bangladesí de la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo, MONUSCO, en 2021.

Un soldado bangladesí de la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo, MONUSCO, en 2021. Alexis Huguet Getty

África

Violaciones, asesinatos y abusos: un coronel español denuncia la "demencial" misión de la ONU en Congo

Las denuncias por agresión sexual llevan años archivadas, y el presidente del país africano ha exigido la retirada de los cascos azules antes de diciembre.

20 enero, 2024 02:00
Goma (DRC)

"Naciones Unidas arma a los rebeldes del M23". Esta frase, dicha con absoluta convicción por Sheldon Hama Zahiga, jefe de la sociedad civil de la localidad de Kirotshe (República Democrática del Congo), apenas es un rumor. Un murmullo que se difunde entre los congoleños que miran con recelo a los más de 16.000 policías y militares desplegados en la Misión de las Naciones Unidas en República Democrática del Congo (MONUSCO) desde noviembre de 1999. Un rumor falso pero que representa un sentimiento popular. El propio Sheldon estuvo recogiendo firmas durante el pasado mes de diciembre para evitar que Naciones Unidas construyera una nueva base en Kirotshe, y, al ser interrogado al respecto, se encoge de hombros y alega que "no confiamos en Naciones Unidas porque en los dos últimos años han matado en Kivu Norte a más congoleños que rebeldes".

Su última afirmación es irrefutable. Mientras no existen registros que señalen enfrentamientos en 2022-2023 entre los cascos azules y los rebeldes del M23, un grupo armado financiado por Ruanda y que mantiene en jaque a la provincia congoleña de Kivu Norte, sí que se conoce que los soldados de la ONU asesinaron a ocho civiles en una protesta en febrero de 2023 y a otros dos en julio de 2022; el Ejército congoleño, por otro lado, asesinó a 56 personas durante una manifestación en contra de Naciones Unidas en septiembre de 2023. Sheldon no quiere que construyan una base en su localidad porque la considera inútil, pero también peligrosa. No se fía de los soldados del casco azul y acento extraño, y lanza una pregunta que nadie ha querido contestarle hasta la fecha, es una pregunta que se repite como un eco entre sus vecinos: "Si tienen armas y soldados, ¿por qué no los utilizan para combatir? ¿Para qué están los soldados de Naciones Unidas si no es para protegernos?".

Lo que Sheldon no sabe es que los mayores contingentes de la misión pertenecen a India, Pakistán, Bangladesh y Nepal, y que los gobiernos de dichos países no están dispuestos a sufrir el desgaste político que significa explicar a sus ciudadanos que uno, dos o tres compatriotas perdieron la vida combatiendo en una guerra a dos mil kilómetros del hogar. Que una muerte significa menos votos en el próximo proceso electoral, que bastaría un número suficiente de muertes en el lugar equivocado para perder las elecciones. Que India, Pakistán, Bangladesh y Nepal no participan en la MONUSCO porque les preocupe el bienestar de los congoleños, sino por los beneficios que confiere participar en una misión de Naciones Unidas: influir en las decisiones sobre la operación, aumentar su relevancia en el panorama internacional, fortalecer la candidatura de sus respectivos países a un escaño en el Consejo de Seguridad de la ONU, etc.

Boinas azules indias del MONUSCO, el pasado 11 de marzo en Goma (República Democrática del Congo).

Boinas azules indias del MONUSCO, el pasado 11 de marzo en Goma (República Democrática del Congo). Reuters

Igual que las contribuciones económicas que ofrecen las Naciones Unidas a los países implicados en una misión de paz permiten a los gobiernos nacionales utilizar los pagos de compensación de la ONU para apoyar sus propios presupuestos nacionales, entre otros beneficios de tipo monetario que pueden animar a naciones en vías de desarrollo, como Pakistán y Nepal, a enviar a miles de sus militares a República Democrática del Congo. Fuentes de la MONUSCO confirmaron a este periodista que los únicos cascos azules que participan de forma activa en la seguridad de los congoleños, esto es, los únicos cascos azules que llevan a cabo acciones ofensivas contra los distintos grupos rebeldes del este de RDC en colaboración con el Ejército congoleño, son las tropas integradas en la Force Intervention Brigade (FIB), formada en exclusiva por tres países: Malaui, Tanzania y Sudáfrica. Tres naciones vecinas y que han mostrado habitualmente su interés por participar en las dinámicas internas de República Democrática del Congo.

En diciembre de 2023, sin ir más lejos, la Comunidad de Desarrollo de África Austral (en la que se encuentran las tres naciones citadas) desplegó una fuerza conjunta en RDC "para ayudar al Gobierno de la República Democrática del Congo a restablecer la paz y la seguridad". Aunque el marco operacional de esta nueva fuerza sigue sin estar claro, se reconoce que Malaui, Sudáfrica y Tanzania cuentan con tropas desplegadas en el Congo por doble partida: con la MONUSCO y con el nuevo contingente de la SADC. Toda la fuerza ofensiva de la MONUSCO, tratándose de una misión de paz cuyo costo se estima en torno a 1.000 millones de dólares anuales y en la que participan militares, policías y civiles de cerca de 40 países, se limita a una pequeña fuerza de intervención formada por tres naciones que igualmente cuentan con una misión paralela y ajena a Naciones Unidas.

Abusos sexuales sin freno

Es en este momento cuando debería considerarse que las nacionalidades tanzana y sudafricana son aquellas que han recibido más denuncias entre 2015 y 2023 por abusos sexuales cometidos por personal de la MONUSCO contra mujeres y niños congoleños, con 24 denuncias y 72 denuncias, respectivamente.

¿Significa esto que las dos naciones más implicadas en la seguridad de República Democrática del Congo a través de la SADC y la MONUSCO son también las dos naciones que han recibido más denuncias por abusos sexuales? Sí. ¿Y qué medidas toma ONU al respecto? Cuando la portavoz de la MONUSCO en el país, Ndèye Khady, fue interrogada sobre posibles reducciones de personal sudafricano como respuesta al mal comportamiento de las tropas, su respuesta fue, en primera instancia, evasiva: "No podemos hablar de eso"; y, después, negativa: "No se contempla la reducción del personal sudafricano". Y Sudáfrica sigue siendo el quinto mayor contribuidor de personal militar en la MONUSCO, con 1.114 tropas desplegadas en RDC en 2023. Cabe resaltar que Sudáfrica es además el país cuyos soldados han cometido más abusos sexuales en todas las misiones de Naciones Unidas desde 2015 y que sigue tratándose de una de las naciones más activas en las misiones en suelo africano.

[Más de 40 muertos en una protesta contra la ONU al este de República Democrática del Congo]

La Misión de las Naciones Unidas en República Democrática del Congo registró cuarenta y cinco denuncias en 2023 donde se relacionaba a su personal con acciones catalogadas como abusos o explotaciones sexuales. Doce de estas denuncias eran por violación. Nueve de las víctimas de violación, menores de edad. Y de las cuarenta y cinco denuncias impuestas (17 de ellas contra personal sudafricano), ninguna ha sido resuelta todavía: todas aparecen apuntadas en el listado de la ONU como "pendientes". El número de denuncias pendientes se remonta igualmente hasta marzo de 2020.

Pero la indignación de los congoleños en lo que respecta a los abusos sexuales cometidos por los cascos azules es relativa. Tras treinta años de conflicto intermitente, acostumbrados a las idas y venidas de militares nacionales e internacionales, en este punto no diferencian entre los abusos cometidos por los cascos azules o los propios militares congoleños, y no se escandalizan más de lo que consideran necesario. Esto fue reconocido por Sheldon, pero también por el jefe de la localidad de Shasha y la portavoz de Naciones Unidas en el país, entre otros. Ninguna protesta ciudadana contra la MONUSCO ha acontecido como respuesta a los abusos sexuales, exceptuando pequeñas manifestaciones en las localidades más afectadas, mientras se muestra un mayor interés en la (no) efectividad de los cascos azules a la hora de combatir al M23.

Naciones Unidas responde entonces a los abusos en función de una presión internacional que se mueve caprichosa y voluble, anclada a los intereses mensuales de la audiencia, hoy atentos a Ucrania y mañana con la vista fija en Gaza, en lugar de reaccionar como consecuencia de un imperativo nacido dentro de la propia sociedad congoleña. Ante esta falta de presión internacional, los casos pendientes de resolución se acumulan así y el castigo de los culpables se disipa años después de cometerse el delito.

Hay que recalcar que la respuesta que pueda dar Naciones Unidas a los abusos sexuales es muy limitada. La organización no tiene la autoridad para juzgar y encarcelar a los individuos culpables de crímenes cometidos durante las misiones y las acciones se limitan a su repatriación al país de origen. Es la legislación de dichos países la encargada de buscar el castigo adecuado, lo cual prolonga aún más el proceso: la ONU tarda años en resolver la denuncia, que luego pasa a manos de la nación implicada y que igualmente tarda años en alcanzar su veredicto. De 77 denuncias por abusos sexuales aceptadas como verdaderas por la MONUSCO desde 2015, considerando que quedan decenas pendientes, 19 concluyeron con la encarcelación de los culpables en sus países de origen, 17 se resolvieron con el despido de los implicados, 10 terminaron archivadas como "faltas administrativas", 9 casos fueron desestimados y 15 continúan pendientes para enero de 2024.

Manifestantes congoleños levantan una barricada incendiaria frente a la sede de Monusco.

Manifestantes congoleños levantan una barricada incendiaria frente a la sede de Monusco. Reuters

EL ESPAÑOL fue testigo de una discusión entre el personal civil de la ONU y un coronel boliviano, cuando los civiles procuraban explicarle al coronel que uno de sus sargentos debía someterse a una prueba de paternidad después de que una congoleña con la que mantuvo relaciones sexuales hubiera dado a luz a un niño. El coronel alegaba que esa orden no podía venir de Naciones Unidas, sino que era responsabilidad de un tribunal boliviano, y que su sargento no se haría la prueba hasta que su país lo determinase. Casos así implican inevitablemente que las madres de estos niños nacidos como resultado de las relaciones entre cascos azules y mujeres congoleñas deban encargarse por sí mismas, sin ayuda, de la manutención, educación y alimentación de la criatura durante años, si no siempre. Incluso una vez demostrada la paternidad, años después del inicio del proceso, la ONU no concede ninguna compensación económica a las mujeres afectadas, ni siquiera a aquellas que dieron a luz a un niño fruto de una violación. Su respuesta se limita a talleres de formación que abran la puerta a la madre a destiempo para encontrar un empleo digno.

Todo lo relacionado con la prevención de los abusos sexuales en RDC (folletos informativos, cursos de formación, publicaciones en redes sociales, cuadernos de notas y tazas donde aparece escrito: 'No a la explotación y los abusos sexuales'), tiene un sabor a esfuerzo por obligación. No importan los folletos y los cursos de concienciación cuando el número de denuncias anuales por abusos y explotación sexual aumentó en 2023 frente a 2022, o cuando no se informa al público sobre la nacionalidad del personal civil de Naciones Unidas involucrado en casos de abusos sexuales. Militares y civiles de la MONUSCO también confirmaron al periodista que habitualmente se reparten preservativos entre el personal para "prevenir las enfermedades sexuales", lo que podría considerarse como un oxímoron cuando se procura desincentivar las relaciones sexuales entre el personal de Naciones Unidas y los congoleños.

Testimonio de un militar español

El teniente coronel de infantería Fernando Fernández de la Cigoña, que participó en la MONUSCO entre diciembre de 2010 y junio de 2011, ofrece a EL ESPAÑOL una visión periférica y en primera persona que permitirá entender mejor el día a día de la misión.

Sus tareas estuvieron divididas entre la sección de inteligencia de Kivu Norte y su participación en un teamside [una suerte de avanzada logística basada en alojamientos particulares] de la localidad de Kiwanya. En la sección de inteligencia, considera que "refundía informes de campo. La mayoría eran basura o reciclados de patrullas previas". Habla de jefes de poblados interrogados cuatro veces en dos años en entrevistas de siete minutos sin la profundidad necesaria, de las reticencias de los observadores de la MONUSCO (que son los encargados de analizar e informar sobre la situación sobre el terreno) a la hora de acceder a ciertas zonas por ser "demasiado peligrosas", de la "normalización" de las relaciones sexuales entre personal de la ONU y las congoleñas, de la actitud racista por parte de los observadores que "conducían los Land Cruiser a 100 kilómetros por hora" por los caminos de tierra y llenando de polvo a los civiles u obligándoles a apartarse para no ser atropellados.

[Devolver miradas, la misión de los oftalmólogos que viajan a África para curar cataratas: "Operamos más de 50 al día"]

El teniente coronel resume la misión como "demencial y donde se trabajaba muy poco". Tampoco duda en resaltar que los mejores resultados se obtenían a nivel individual, antes que a nivel institucional. Los oficiales "con iniciativa" se prueban como fundamentales para sostener la misión en un contexto donde los militares mejor preparados y menos propensos a los abusos sexuales son los europeos, según muestran las estadísticas y el testimonio del teniente coronel. Lamentablemente, las tropas europeas en la MONUSCO no llegan en la actualidad a conformar el 5% de la misión, siendo la mayoría militares de países en vías de desarrollo cuya formación en lo referente a los derechos humanos es relativa.

Hace veinticuatro años que la MONUSCO se encuentra en el este de República Democrática del Congo. Los grupos armados no sólo no han disminuido, sino que han aumentado hasta superar los 200; en este tiempo han nacido nuevos conflictos que contradicen el concepto de una misión de paz; y los abusos sexuales cometidos por los cascos azules se perpetúan con escasas consecuencias. Ninguno de los congoleños entrevistados expresó una opinión positiva hacia la MONUSCO, aunque puedan remarcarse contados éxitos a la hora de abastecer de agua potable a un número determinado de desplazados, etc.

Fue especialmente ejemplar el caso del general español Vicente Díaz Villegas, que fue nombrado comandante de la MONUSCO en agosto de 2008 y que dimitió de su cargo en octubre del mismo año, porque, según admitió entonces al diario ABC "la misión de las Naciones Unidas estaba a la deriva". Han pasado quince años desde entonces y poco ha cambiado. Si acaso, los congoleños que un día confiaron en Naciones Unidas hoy reniegan de una ayuda que no consideran como tal.

En el terreno pueden vivirse experiencias dantescas. EL ESPAÑOL se cruzó una mañana con una patrulla de cascos azules pakistaníes, jóvenes y amables, de los que comparten cigarrillos, que vigilaban el camino un kilómetro al sur de la localidad de Sake. Cuando los pakistaníes supieron nuestro destino, se mostraron nerviosos y repitieron que era peligroso ir allí. Se les preguntó si ellos no se introducían en las zonas rojas y contestaron que no. Allí estaban los soldados petrificados ante la idea de entablar combate con el M23.

La respuesta del presidente congoleño, Félix Tshisekedi, ante el descontento de sus ciudadanos, consistió en exigir antes del verano de 2023 que la MONUSCO iniciase su retirada del país entre diciembre de 2023 y diciembre de 2024. Sin embargo, esta retirada no ha comenzado aún. Los congoleños entrevistados confiaban que la retirada comenzará más pronto que tarde y que Naciones Unidas concluirá la misión tras décadas de presencia en el país, pero fuentes internas de la organización negaron que esto fuera a ocurrir en la provincia de Kivu Norte y que la retirada, de ocurrir realmente, sólo tendrá lugar en la provincia de Kivu Sur.

Tshisekedi, que durante el proceso electoral de diciembre de 2023 tuvo que pedir a Naciones Unidas que ayudaran al Estado congoleño a repartir las urnas por el territorio nacional, se encuentra con que sus palabras chocan con un grueso muro, mucho más poderoso que él, un muro que se puede palpar y capaz de disipar violaciones, asesinatos, racismo, abusos… en el buen nombre de la paz.