A la izquierda Bohdan y a la derecha Oleksandr durante su conversación con EL ESPAÑOL.

A la izquierda Bohdan y a la derecha Oleksandr durante su conversación con EL ESPAÑOL. E. E.

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De Jersón a Noruega: así huyeron los discapacitados Bohdan y Oleksandr tras ser deportados a Rusia

Bohdan y Oleksandr vivían en una residencia de Kajovka, en Jersón, hasta que en noviembre fueron deportados y sufrieron todo tipo de humillaciones.

27 marzo, 2023 03:01

Bohdan tiene 35 años y se mueve en silla de ruedas. Oleksandr es diez años más joven y también es discapacitado. Ambos son ucranianos y vivían apaciblemente en una residencia de Kajovka, en la región de Jersón, incluso después de que estallara la guerra. Tenían una vida más o menos cómoda a pesar de los bombardeos constantes y del sonido diario de las alarmas antiaéreas.

En un primer momento, nada cambió para ellos cuando Jersón fue ocupada por las Fuerzas rusas. En su residencia mantuvieron al personal y quienes estaban ingresados recibían los mismos cuidados de siempre. Pero siete meses después de la ocupación los rusos decidieron cambiar a todos los trabajadores por gente de su confianza. Y también tomaron la decisión de deportar a todas las personas que estaban ingresadas: 200 ancianos más 40 discapacitados de mediana edad que fueron enviados a Jankoy, una ciudad situada al norte de Crimea.

De allí fueron trasladados a Vorónezh, una región del sur de Rusia. Y les dividieron repartiéndolos entre diferentes residencias en las que sufrieron todo tipo de humillaciones por ser de origen ucraniano. Bohdan y Oleksandr permanecieron juntos en Vorónezh. Los rusos se referían a ellos constantemente como "nazis". Pero eso no fue lo peor. Poco a poco empezaron a percibir cambios: aislaron a los pacientes, levantaron una valla alrededor del edificio, colocaron rejas en las ventanas... Se dieron cuenta de que iban a convertir la residencia en un psiquiátrico y fue entonces cuando tomaron la decisión de que había que huir. Esta es su experiencia y así han querido contarla a EL ESPAÑOL.

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Una de las personas que les ayudó a escapar fue Nelli Isaieva, que ejerce de traductora durante la videollamada. Nelli también tuvo que huir de Ucrania cuando estalló la guerra y ahora trabaja con la organización PR Army, una entidad sin ánimo de lucro que pretende difundir la verdad, defender la imagen de Ucrania y combatir la propaganda rusa.

Durante los primeros siete meses del conflicto Oleksandr y Bohdan no se movieron de su residencia de Jersón. El director seguía siendo ucraniano y las cosas no habían cambiado mucho en su 'refugio'. Era una residencia pública y el director dependía del Gobierno ucraniano. Pero pasados siete meses los militares rusos destituyeron al director e impusieron a una persona de su confianza, una mujer llamada Larysa Kolos. Al llegar el mes de septiembre Kolos les dijo que, de cara al invierno, iban a ser trasladados a Crimea porque allí las condiciones climatológicas eran mejores. Y una vez pasado el invierno, volverían de nuevo a Jersón.

A la izquierda Oleksandr y a la derecha Bohdan durante su conversación con EL ESPAÑOL.

A la izquierda Oleksandr y a la derecha Bohdan durante su conversación con EL ESPAÑOL. E. E.

Pero Oleksandr y Bohdan empezaron a notar cambios con la llegada de la nueva directora a la residencia. Ya no recibían comida de las autoridades. Eran los ucranianos de la región quienes intentaron ayudarles y les llevaron comida de los restaurantes y los supermercados que aún quedaban abiertos. La ciudad se iba vaciando poco a poco, convirtiéndose en un pueblo fantasma.

Era evidente que Kolos había tomado la decisión trasladar a las personas de la residencia a Rusia. El Ejército ruso, que había tomado Jersón, intentaba despejar la ciudad de cara a los combates con el Ejército ucraniano, que intentaba liberar la región. Era un territorio clave para el Kremlin, que enseguida ordenó su evacuación. Una evacuación que no se hizo pensando en el bienestar de los ciudadanos, sino en obtener cierta ventaja táctica en una zona que se había convertido en un campo de batalla.

Engaño con los pasaportes

El destino final para los miembros de la residencia de Kajovka no era Crimea, sino Vorónezh (región del sur de Rusia). Las Fuerzas rusas mintieron a los ancianos y a los dicapacitados sobre el lugar al que iban a ser trasladados, y sólo fueron conscientes del engaño al llegar a la frontera.

Allí había 20 ambulancias (porque algunas personas necesitaban asistencia médica y no podían viajar sentadas) y varios autobuses. Les trasladaron en primer lugar a Jankoy, (ciudad de Crimea). Y en la frontera de Jersón con Crimea los agentes de aduanas retuvieron sus pasaportes. Al devolvérselos, vieron que dentro de sus documentos había tarjetas de inmigración. Esas tarjetas sólo significan una cosa: indican que has cruzado la frontera ucraniana y que has entrado en Rusia.

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Normalmente la gente que entra en Rusia rellena este formulario por sí misma, pero en este caso nadie les había preguntado si querían ir a allí o no. Los agentes de aduanas rellenaron las tarjetas de inmigración por ellos y las pusieron en sus pasaportes. Y así cruzaron la frontera entre Jersón y la ocupada Crimea. El destino final fue Vorónezh, donde al llegar fueron divididos en minibuses que les trasladaron a diferentes residencias de la región. Nadie pudo elegir.

Bohdan explica que la directora de su residencia colaboraba con el Ejército ruso. Y Oleksandr y sus compañeros, pronto se encontraron también con problemas. La directora de la residencia cogió sus teléfonos móviles y empezó a borrar algunos mensajes y algunas fotos de sus dispositivos. Les dijo que lo hacía "por si algún militar ruso quería husmear en ellos". Al día siguiente, durante la hora de la comida, la directora apareció con dos soldados rusos y señaló a Oleksandr y sus amigos. Les quitaron sus móviles y recopilaron cierta información. Los soldados estaban convencidos que Oleksandr y sus amigos colaboraban con el Ejército ucraniano. Creían que facilitaban información a las tropas sobre los lugares que debían bombardear.

Divididos en psiquiátricos

No les permitieron ir a Ucrania. Les dividieron en tres psiquiátricos distintos de la región de Vorónezh que estaban dirigidos por la misma persona. El psiquiátrico en el que acabaron Bohdan y Oleksandr era un edificio que había sido construido recientemente, apenas dos años antes. Sin embargo, la comida era bastante mala. Cuentan que lo más probable es que los trabajadores robaran la comida de los internos porque los días en que el director iba al psiquiátrico a pasar revista la comida era mucho mejor. "Era como si los trabajadores lo tuvieran todo preparado antes de que él llegara", explican.

Además, "la gente no tenía permitido ir a ningún sitio". Ni siquiera tenían permitido ir a conocer las tiendas nuevas ni acudir a los restaurantes. Los familiares de los internos se quejaban. "Incluso había personas de origen ruso que presentaron quejas porque no podían ir a visitar a sus familiares", apuntan durante la conversación.

Bohdan durante su conversación con EL ESPAÑOL.

Bohdan durante su conversación con EL ESPAÑOL. E. E.

Por si eso fuera poco, el agua que les daban "era amarilla, color naranja y mezclada con polvo. Ya era complicado beberla, pero también era difícil lavarte la cara o los dientes con ese agua", recuerdan amargamente.

Oleksandr señala que su psiquiátrico era más o menos igual. Quizás un poco mejor que aquél en el que estuvo ingresado Bohdan. Porque además de las malas condiciones Bohdan tuvo que sufrir las humillaciones de los trabajadores del psiquiátrico. Le decían que eran ucraniano y desagradecido. "Os estamos salvando, os estamos ayudando y vosotros venís aquí, os coméis nuestra comida y no dais ni las gracias y no valoráis lo que hacemos por vosotros", así le hablaba a diario el personal del asilo.

Huida a Noruega

Por si eso fuera poco, de pronto se dieron cuenta de que a los ucranianos que llegaban a la residencia les obligaban a entregar sus pasaportes ucranianos para darles en su lugar pasaportes rusos. Y si no lo hacían, les extorsionaban.

Fue entonces cuando Bohdan y Oleksandr decidieron huir. Se encontraron con varias trabas y por eso se pusieron en contacto con el personal de PR Army. A Bohdan no le querían devolver sus documentos. "Nos costó una semana más o menos recuperar su pasaporte", explica Nelli. Tuvieron que contratar a un abogado para recuperarlo.

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Pretendían obligarles a tener pasaportes rusos, una práctica habitual por parte del Kremlin con los refugiados ucranianos que llegan a su territorio. Desde Moscú tratan de engañar a los ucranianos y les dicen que no pueden abandonar el país si no cuentan con un pasaporte ruso. Alegan que sus documentos no son válidos allí, algo que es completamente falso.

Finalmente, Bohdan y Oleksandr consiguieron un coche a través de PR Army y huyeron de Vorónezh hasta llegar a Moscú. Fue toda una odisea porque el vehículo se averió por el camino y tuvieron que contratar dos taxis para llegar hasta la capital rusa. Después viajaron en tren hasta San Petersburgo y desde allí cruzaron a Estonia. A lo largo de todo el trayecto tenían a una persona que se hacía cargo de ellos, porque necesitaban algo de ayuda. Les llevaron hasta la frontera con Estonia y allí tomaron de nuevo un tren que les llevó hasta el aeropuerto de Tallín. Y tomaron un vuelo que les llevó directamente a Oslo.

Oleksandr durante su conversación con EL ESPAÑOL.

Oleksandr durante su conversación con EL ESPAÑOL. E. E.

Al llegar a Noruega hicieron lo que hacen todos los refugiados ucranianos. Localizaron la comisaría de Policía más cercana y se identificaron como refugiados. Oleksandr tuvo que ser hospitalizado durante un día entero por el trajín del viaje. Y posteriormente, le trasladaron a un campo de refugiados.  Al día siguiente, Bohdan y el resto de compañeros que habían emprendido la huida se reunieron con él.

Actualmente Oleksandr y Bohdan viven juntos en la ciudad de Bergen. Dicen que, después de todo, se encuentran muy bien porque tienen gente a su alrededor que les ayuda. Huir de Ucrania y de Rusia fue toda una avntura, pero reconocen que ahora "están felices" en Noruega. A pesar de haber tenido que dejar a sus seres queridos atrás.