Soldados ucranianos en Bakhmut.

Soldados ucranianos en Bakhmut. Reuters

Europa

La feroz resistencia de los ucranianos en Bakhmut deja a Rusia agotada para continuar su ofensiva

Desafiando todas las predicciones de los expertos occidentales, incluido el Pentágono, Ucrania está consiguiendo resistir.

23 marzo, 2023 03:24

Faltan ocho días para que se cumpla el ultimátum de Vladimir Putin a Sergei Shoigú y Valeri Gerasimov: conquistar todo el Donbás antes de que termine el mes de marzo. Rusia lleva desde finales del año pasado mandando decenas de miles de hombres al frente en una campaña gradual que pretendía romper por completo la defensa ucraniana en el frente que va de Siversk y Kupiansk en el norte a Vuhledar y Avdiivka en el sur. Acabado el invierno, el caso es que la situación es prácticamente idéntica a la de hace dos meses, cuando Putin destituyó a Sergei Surovikin como encargado jefe de la "operación militar especial".

Rusia lo está dejando todo sobre el terreno, consciente de que el tiempo corre en su contra y de que las armas prometidas por occidente pronto llegarán a primera línea de combate. Ha mandado a unidades de su ejército regular a luchar en el bosque de Kreminna y en las afueras de la ciudad de Donetsk, buscando un camino hacia Zaporiyia. Ha exprimido hasta la última gota de sangre de los mercenarios del Grupo Wagner, tanto de sus tropas de élite como de los remiendos en forma de presidiarios sin experiencia. Ha bombardeado centrales eléctricas, ha dejado sin luz ni gas a buena parte de la población civil ucraniana y ha intentado minar su moral con ataques a edificios residenciales.

La esperanza de que el "General Invierno" se convirtiera en un aliado para los rusos ha tenido más de mito que de realidad. Recién empezada la primavera, Ucrania ha conseguido repeler todos los ataques rusos. La única excepción, Bakhmut, aunque con muchos asteriscos. Para poner un contexto a la situación en la ciudad que se supone clave para atacar posteriormente el núcleo Sloviansk-Kramatorsk, hay que recordar que las tropas de Wagner tomaron las minas de sal de Soledar el 13 de enero. Por entonces, ya se decía que Ucrania no podría sostener su defensa. Dos meses y diez días después, los rusos siguen sin controlar la ciudad.

[Zelenski planta cara a Rusia y visita a las tropas en primera línea del frente de batalla en Bakhmut]

El gran triunfo de Zaluzhnyi

Desafiando todas las predicciones de los expertos occidentales, incluido el Pentágono, Ucrania está consiguiendo resistir y evitar la pinza que condenaría a sus tropas a una rendición inmediata. Durante varios días, aún en febrero, se especuló con una retirada ordenada de los defensores de Bakhmut para organizar una posible contraofensiva a unos kilómetros de distancia, en posiciones cercanas a Chasiv Yar. El alto mando ucraniano prefirió aguantar. No había garantía de que una retirada ordenada no fuera a envalentonar a las tropas del Grupo Wagner y convencer al Kremlin de que era el momento de enviar más recursos para completar la misión.

Valerii Zaluzhnyi confió en sus posibilidades y, sobre todo, desconfió del potencial ruso. Si conseguía mantenerles ocupados en Bakhmut durante unas semanas más, podría vencerles. No solo eso, sino que evitaba concentraciones de tropas en otros puntos más importantes del frente y, sobre todo, se aseguraba de que, incluso en caso de derrota, el daño sobre el ejército invasor fuera tan profundo que no tuviera manera de recomponerse a tiempo de iniciar un ataque sobre Sloviansk y Kramatorsk antes de la llegada en verano de las armas occidentales.

Zelenski este miércoles en Bakhmut, zona de los peores combates en este momentos.

Zelenski este miércoles en Bakhmut, zona de los peores combates en este momentos. Ministerio de Defensa de Ucrania

El tiempo parece haberle dado la razón. Las disensiones internas entre la facción de Shoigú y Gerasimov y la de Prigozhin, jefe del Grupo Wagner, están desangrando al ejército ruso y limitando su ya dudoso potencial. Cuando parecía que la caída de Bakhmut era cuestión de días, el ministerio de defensa se preocupó más de que Prigozhin no se llevara las medallas del éxito que de culminar la acción. Por su parte, el propio Prigozhin, viendo que su enemigo no se retiraba, no supo encontrar un plan B y no se atrevió a una lucha calle por calle con sus mejores hombres como carne de cañón.

Adiós a los presidiarios

Esto último tiene sentido y se enmarca dentro de una situación compleja para el Grupo Wagner y para Rusia en general. Buena parte de los presidiarios que se reclutaron hace seis meses con la promesa de quedar exonerados de sus condenas han muerto o han resultado heridos. El resto ve cómo estos días expira su compromiso y quedarán, por lo tanto, liberados. Las noticias que nos llegan de organismos independientes confirman que esto está siendo así y que Putin está cumpliendo su promesa… mientras intenta alistar hombres dónde sea y cómo sea para evitar una nueva movilización.

["No es un día más en Zaporiyia": el vídeo del bombardeo en un edificio residencial]

El resultado se hace notar sobre el terreno. Las ofensivas son cada vez más débiles. Ya no hay tantos hombres a los que enviar a una muerte segura a cambio de un avance de cien metros que publicar en Telegram. Después de semanas de pesimismo, parece haber cierto consenso en que Rusia va perdiendo la iniciativa y sus operaciones se van ralentizando. Eso no quiere decir que el peligro haya pasado, pero sí apuntala la tesis de Zaluzhnyi: la resistencia obligará al enemigo, en el peor de los casos, a una ardua recomposición de fuerzas que le impedirá continuar su ofensiva. El núcleo del Donbás ucraniano parece ahora mismo fuera de peligro inminente.

Sin ayuda exterior -por mucho que la propaganda repita las imágenes de Xi y Putin intercambiándose elogios, lo cierto es que China sigue sin decidirse a apoyar militarmente a Rusia-, la situación del ejército ruso en Ucrania es precaria: ni con sus unidades regulares, ni con la movilización de trescientos mil hombres extra ni con el apoyo del mejor ejército profesional del mundo son capaces de tomar una ciudad de menos de 75.000 ciudadanos después de nueve meses de asedio.

Xi Jinping con Vladímir Putin en Moscú.

Xi Jinping con Vladímir Putin en Moscú. Reuters

Un año de espanto

Durante todo este tiempo, los rusos han estado confiando en una huida ucraniana de sus posiciones. Entendían que bastaba con imponerse en número y fuerza para que el enemigo les dejara hacer. No ha sido así y queda por saber qué pasará ahora. Si Prigozhin no consigue conquistar Bakhmut después de todo el esfuerzo empleado, su futuro político quedará pendiendo de un hilo. Su glorioso ejército habrá sufrido unos daños irreparables a cambio de absolutamente nada.

En junio de 2022, cuando Rusia tomó Severodonetsk y Lisichansk, completando la conquista de la región de Lugansk, nadie esperaba que nueve meses más tarde seguirían sin acercarse a Sloviansk y Kramatorsk. Imposible imaginar que, en el camino, habrían perdido Limán, Izium, Bilohorivka y todo el terreno conquistado en primavera en el sudeste de Járkov. El temor a que la situación se repita este verano-otoño es lógico. Pronto llegará el momento en el que Rusia se tendrá que plantear si realmente tiene sentido seguir atacando o si más conviene ir preparando la defensa.

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