El Presidente y el Ministro de Defensa rusos.

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Por qué Putin no consigue que China se implique en su guerra después de tres meses de conflicto

Tanto en el terreno militar como en el económico como en el demográfico, China destaca demasiado como para permanecer al margen.

5 junio, 2022 02:54

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La palabra que ha regido las relaciones internacionales de China desde la llegada de Xi Jinping al poder en 2013 es “multilateralismo”. Si, durante siglos, China siempre ha preferido adoptar un perfil bajo frente al resto del mundo y limitarse a su territorio y sus políticas, está claro que la evolución comenzada por Deng Xiaoping en los años ochenta ha culminado con la actual dirección del Partido Comunista Chino.

Hay una voluntad quizá no imperialista, pero desde luego sí participativa en las decisiones de poder. China quiere ser una potencia en todos los sentidos y quiere, sobre todo, que se la trate como tal.

Tanto en el terreno militar como en el económico como, por supuesto, en el meramente demográfico, China destaca demasiado como para permanecer al margen del llamado “nuevo orden”. De ahí sus continuos enfrentamientos con Estados Unidos.

El Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU se reúne con el presidente chino Xi Jinping.

El Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU se reúne con el presidente chino Xi Jinping.

De ahí su pésima relación con la OTAN. Cuesta pensar que Vladimir Putin se lanzara a invadir Ucrania sin consultarlo antes con Xi, pero cada vez está más claro que esta guerra se organizó sin un plan B digno de ese nombre.

Si Putin hubiera sido mínimamente razonable, habría pensado en escenarios que fueran más allá de la primera semana. En todos ellos, la alianza con China era imprescindible.

Una alianza que fuera más allá de las palabras y de la ambigüedad, es decir, que se basara en un apoyo completo tanto desde el punto de vista económico como desde el militar. Sin embargo, tres meses después, Pekín sigue intentando no mojarse bajo el chaparrón.

Los negocios

Rusia necesita a China y China necesita a Rusia, solo que de distintas maneras. La necesidad china es puramente teórica: si Rusia se enfrenta a Occidente, si lo debilita, si lo distrae de alguna manera o simplemente consigue aterrorizarlo, Occidente acabará cediendo poder… y ese nuevo equilibrio de fuerzas le beneficiará.

Multilateralismo, de nuevo. A China no le interesa una Rusia imperialista y ha quedado claro en este conflicto… pero tampoco le interesa que Rusia se convierta en un actor insignificante en la política internacional.

El problema es que estas necesidades no son equitativas. A Rusia le interesa que China se mantenga fuerte en el plano teórico… pero también en el práctico. Tras las sanciones económicas y el enfrentamiento abierto con el mundo occidental, China aparece de repente como el único país que realmente puede sacarles las castañas del fuego.

Soldado ucraniano.

Soldado ucraniano.

El único que puede seguir manteniendo una actividad comercial fructífera sin ningún reparo… y el que puede mandar armas en caso de que el conflicto se alargue, como está haciendo la OTAN -especialmente Estados Unidos- con Ucrania. Aquí es donde Xi Jinping no parece tenerlo del todo claro.

Xi, que en ningún momento ha apoyado las sanciones occidentales ni ha renegado del estatus privilegiado de su relación con Putin y la Federación Rusa, sabe muy bien dónde están los límites de esa relación. Rusia es un gran aliado comercial y político, pero la Unión Europea es su principal cliente.

Un cliente, además, que puede hacer palanca a la hora de nivelar las relaciones con Estados Unidos. A China no le interesa entrar en una pelea abierta contra Occidente, no está en esas.

China sigue siendo un país que gusta de andar con pies de plomo. Una potencia nuclear de más de 1.400 millones de habitantes que no se atreve a invadir Taiwán sin una red de seguridad fiable.

A China le gusta el poder, pero no le gustan las aventuras. Por eso, como apuntaba el Washington Post en un artículo reciente, está intentando no molestar a nadie y cuadrar todos los círculos: dejar clara su buena relación con Rusia -recientemente sus ejércitos participaron juntos en unos ejercicios en el Pacífico, coincidiendo con la visita de Joe Biden a Tokio-, mantener públicamente su neutralidad en la guerra -Pekín ha afirmado varias veces su deseo de que acabe cuanto antes y de forma negociada- y a la vez no ver comprometidos sus intereses económicos.

"Gato negro, gato blanco..."

Este último punto es clave. La estrategia orgullosa de Moscú, una especie de “de perdidos al río”, por la cual no importa cuánto dañen las sanciones económicas al país con tal de seguir con una guerra absolutamente pueril, no casa con las intenciones de Pekín.

A China le ha costado décadas llegar adonde ha llegado en el terreno económico y comercial. No quiere tirarlo todo por la borda.

Cuando Estados Unidos amenazó en un primer momento con hacer extensivas todas las sanciones a China en cuanto se demostrara la más mínima colaboración militar con Rusia en Ucrania, sabía lo que hacía, aunque a muchos nos pareciera una posición excesiva. Xi captó el mensaje y prefirió jugar sobre seguro.

Putin no puede enfadarse por ello porque Putin, ya quedó dicho, necesita el dinero chino y, sobre todo, necesita las materias primas chinas ahora que no tiene acceso al mercado occidental. Rusia puede ganar por aplastamiento la guerra en el Donbás, pero seguimos sin tener nada claro qué va a pasar después.

¿Cómo va a aguantar esos territorios?, ¿cómo va a sostener su economía tras la huida de tantísimas empresas?, ¿cuántos sacrificios tendrá que aguantar una población que ya creía que las penurias eran cosa del pasado?

Personas pasan delante de un establecimiento de comida rápido cerrado en Moscú.

Personas pasan delante de un establecimiento de comida rápido cerrado en Moscú.

Por eso, aunque, según fuentes cercanas al gobierno chino, Putin sigue insistiendo en un gesto definitivo por parte de Xi, ese gesto no parece que vaya a llegar nunca. Sigamos siendo amigos, piensan en Pekín, mientras ven cómo ni siquiera la alianza con milicianos prorrusos, voluntarios sirios, tropas chechenas y mercenarios del Grupo Wagner le da a Putin para tomar Lisichansk.

“Gato negro, gato blanco, lo importante es que cace ratones” fue la frase que hizo famoso a Deng Xiaoping y que define a la perfección el sentido tremendamente práctico de la relación de China con el mundo. Seguramente en Pekín están viendo qué ratones caza Putin en Europa.

De momento, muy pocos. Le ayudarán porque les viene bien, ya ha quedado explicado. Pero volcarse con un perdedor no es fácil.

A China le gusta crearse sus propios enemigos y no heredarlos. Por mucho que Rusia necesite un aliado más potente que Nicaragua en esta guerra, ese aliado no va a ser China.

Simplemente, no le merece la pena. Y si no le merece la pena y no encuentra beneficio alguno, mejor intentarlo por otro lado. Si es que queda alguno.