Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda en la Festa do Albariño

Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda en la Festa do Albariño Efe

Política CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

La presidencia del Congreso, primera prueba para que Feijóo demuestre que es capaz de lograr la investidura

El PP baraja ceder al PNV un puesto en la Mesa del Congreso, quizás incluso la Presidencia, a cambio de su apoyo el 17 de agosto.

7 agosto, 2023 02:37
Luis Casal Alberto D. Prieto

Creer es poder y, así como Pedro Sánchez creyó que podía reeditar el Gobierno a pesar de las encuestas, Alberto Núñez Feijóo no planea regalar la Presidencia del Congreso. El PP lleva días ahogando su amarga e insuficiente victoria el 23-J a base de telefonazos, ofertas y reuniones discretas para torpedear la candidatura de Meritxell Batet, la opción socialista, y cree realmente que puede conseguirlo. Si es así, el camino a la investidura se haría más sencillo. 

Los populares lo tienen más difícil que el PSOE, pero saben que la misión no es imposible. El candidato que elija Feijóo para presidir el Congreso –seguramente, la expresidenta Ana Pastor o la diputada Carmen Navarro– cuenta a día de hoy con los votos del propio PP, UPN y el apoyo envenenado de Vox, que actúa a la vez como repelente para el resto de partidos. En total son 171, insuficientes para una mayoría absoluta, pero bastantes para presentar batalla.

Según señalan fuentes de la dirección del PP a este periódico, Feijóo está considerando ceder algún puesto de la Mesa del Congreso al PNV, incluso la Presidencia si fuera necesario, con tal de asegurarse cinco escaños que valen su peso en oro esta legislatura. "Se podría hablar hasta de alguno para Junts", revela una persona cercana. Con el sí de un grupo (o la abstención de ambos) sería suficiente.

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Es por ello que Feijóo se mueve con sordina estos días, sin revelar al gran público las conversaciones que mantiene con el resto de grupos parlamentarios. La estrategia, al menos de momento, pasa por esperar a que la izquierda muestre sus cartas y actuar en consecuencia, a sabiendas de que los nacionalistas tienen la sartén por el mango.

El PSOE sigue una estrategia de negociación más errática, con Félix Bolaños pilotando algunos pactos semipúblicos como, por ejemplo, comprar el voto de los partidos catalanes a cambio de concederles un grupo parlamentario propio, aunque no reúnan los requisitos. Tanto el PSOE como el PP estarían dispuestos –si consiguen el control de la Mesa– a autorizar una artimaña así a los independentistas, aunque en el caso del PP sólo necesitarían el apoyo de Junts, no el de ERC.

En paralelo están los aspectos extraoficiales. Según una fuente del Gobierno del PSOE, el ministro de Presidencia "no es consciente de todos los asuntos" que se tratan en la mesa y aclara incluso que "hay acuerdos que van por otras vías". Estos días, por ejemplo, han trascendido detalles como el uso del catalán en el Congreso o la condonación del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), pero el auténtico fondo de la cuestión sigue siendo la situación judicial de los líderes del procés, la amnistía y el referéndum. Esa es la clave.

Para Feijóo, que no entra en esos juegos, la estrategia sigue siendo la paciencia. La constitución del Congreso de los Diputados el 17 de agosto será el primer examen para evaluar la fuerza de cada bloque y, de alguna manera, testar los límites y posibilidades de la geometría variable.

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Pactos y traiciones

La votación de la Presidencia del Congreso es, a priori, sencilla: gana el que consiga mayoría absoluta o, en una segunda vuelta, el candidato que tenga más votos. Ahí el PP puede pelear, pero donde se tienen que jugar mejor las cartas es en el recuento siguiente, el de las cuatro vicepresidencias y secretarías, que se presta mucho más a todo de maquinaciones, traiciones y pactos de último minuto WhatsApp en mano.

La importancia de esta segunda votación, secreta, no es tanto quién queda primero o segundo, sino cuántos puestos de los ocho disponibles van para cada bloque. Por el propio formato de la votación, diputados de distintos partidos tienen que coordinarse perfectamente y calcular los votos necesarios para que ninguno se tire a la basura. Con en el puzle de siglas en que se ha convertido el Congreso de los Diputados, la votación estará más apretada que nunca.

Esto, a priori, le viene peor al bloque de la izquierda, mucho más fragmentado y con muchos más intereses cruzados. El PSOE aspira a replicar el resultado de la votación de la última legislatura, con cinco puestos de la Mesa (incluido la Presidencia) para la izquierda y cuatro para la derecha, pero el resultado no es ni mucho menos claro. 

En la legislatura de 2019 el PSOE tuvo la Presidencia y dos puestos más con 120 escaños; el PP tuvo dos con 89 diputados; Unidas Podemos tres con 35 diputados y Vox uno con 52. Entonces hubo acuerdo entre el PSOE y sus socios, pero no entre los partidos de derecha y extrema derecha, lo que penalizó a los de Santiago Abascal.

Ahora el PSOE podría tener la Presidencia y dos más con 122 escaños; el PP cuatro –o tres, si cede uno a Vox– con 137 escaños y Sumar podría tener dos con 31 diputados. En cualquier a de los dos bloques, habría espacio para ceder un asiento a alguno de los partidos nacionalistas o independentistas.