Jordi Juan, director de La Vanguardia, en su despacho del rascacielos de la Diagonal, en Barcelona.

Jordi Juan, director de La Vanguardia, en su despacho del rascacielos de la Diagonal, en Barcelona. Berta Vicente Salas

Opinión HABLANDO SOBRE ESPAÑA

Jordi Juan, director de 'La Vanguardia': "Sánchez y Puigdemont saben lo que quieren y cómo lograrlo"

"Puigdemont cree que la amnistía entra en la Constitución y algunos dirigentes del PSOE también" / "Si Sánchez logra un acuerdo global con Sumar y los independentistas, la legislatura no le será tan complicada" / "En 'La Vanguardia' tenemos un grado de influencia y vamos a intentar aprovecharlo para mediar entre el Gobierno y Puigdemont".

6 agosto, 2023 02:19

Hemos venido a La Vanguardia para intentar contar fuera lo que pasa aquí dentro. Dicen que es un diario "muy catalán", pero la estética de este rascacielos en la Diagonal tiene algo de los periódicos norteamericanos: la cartelería, los ascensores, las cristaleras. Hemos venido porque este diario que calza 142 años, cuando Cataluña es una encrucijada, actúa más como un agente de poder que como un periódico.

El día que Carles Puigdemont declaró la independencia, esos agentes de La Vanguardia, incluido su director de entonces, intentaron frenarlo hasta el final. Hoy vamos a intentar resolver si es cierto el siguiente pronóstico: teniendo en cuenta que el periódico mantiene una estrecha relación con Sánchez y que ha conservado operativo el teléfono rojo con Waterloo, ¿intentarán mediar para el acuerdo?

En La Vanguardia no hay bar desde hace, más o menos, treinta y cinco años. Pero su actual director, a cuyo despacho estamos a punto de entrar, conoció aquella barra. Supo lo que era llegar a casa oliendo a redacción. Esa mezcla de humo y whisky cuya banda sonora era la metralleta de las Olivetti.

Jordi Juan (Hospitalet de Llobregat, 1963) lleva escribiendo para esta cabecera tanto tiempo como para analizar con conocimiento de causa los giros y matices que ha ido experimentando su línea editorial. Ha crecido aquí. Conoce la mayoría de sus secciones, la base y los mandos intermedios. Es el periodista hecho a sí mismo que, de pronto, toma el mando.

No había nacido cuando Luis de Galinsoga, el director que puso Franco, dijo en misa al escuchar al cura predicar en catalán: "¡Todos los catalanes son una mierda!". Y la dictadura tuvo que echarlo por la presión social. El catalanismo de este lugar, incluso en dictadura, podía cobrarse la cabeza de un preboste del régimen.

A Juan lo eligió director la familia Godó, pero la redacción lo ratificó con el 77% de los votos. Su porcentaje de apoyos le permite gobernar en solitario. Manda Jordi Juan y manda Javier Godó. Cuando llegamos, esperamos fuera un par de minutos porque, precisamente, Godó ha llamado por teléfono a Juan. Queremos que la entrevista verse sobre lo que no podemos escuchar.

Jordi Juan es un tipo afable, desinflamado si utilizamos la terminología con la que el Gobierno se refiere a Cataluña. Refleja la virtud de explicar asuntos complejos con palabras sencillas. Cuando estamos en entrevista, tiene en la voz la autoridad del director. Pero antes y después encontramos a un hombre sencillo. Prueba de ello es su colaboración en el traslado de los sillones de su despacho con motivo del reportaje fotográfico. Se agacha y los mueve con nosotros. ¿A cuántos directores han visto moviendo sillones?

Ser director debe de ser un infierno. Juan tiene el teléfono sincronizado con el reloj. La pantalla se ilumina en su muñeca con cada llamada. Ring, ring cada pocos minutos. Y lo peor: seguro que seguirá siendo así ahora que este periodista, desde mañana lunes, dejará de ser sacerdote para convertirse en un hombre de vacaciones. ¡Qué va! Lo sabe, señor Juan. No existen los directores de vacaciones.

Le gusta –y nos gusta– su salón. Todo cristal en un extremo, con Barcelona y su montaña al fondo. Muchos libros en las estanterías, casi todos de política y periodismo. Un par de alicientes para llegar al final de la conversación: sí, La Vanguardia mediará directa e indirectamente entre el Gobierno y Junts. Tras testar el terreno en ambas trincheras, asegura: "Sánchez y Puigdemont saben lo que quieren y cómo pueden lograrlo". Segundo aliciente: Juan responderá a las preguntas catalanas existenciales. ¿Es español? ¿Qué es España?

La crisis independentista arrojó una paradoja que afectó de lleno a 'La Vanguardia': mientras Cataluña se independizaba, el diario se convertía de facto en un periódico nacional, leído en el resto de España.

Es verdad y esa dinámica se ha mantenido. Ahora, con más razón, existe mucho interés en saber qué está pasando en Cataluña. Intentamos escribir un diario plural: hay firmas a favor y en contra de la independencia. Firmas de izquierdas y firmas de derechas. Esa pátina de equilibrio nos ha permitido convencer a los lectores en contraposición a otras cabeceras más sesgadas.

Están dedicando ustedes muchos más recursos que antes a la delegación de Madrid. Ahora, más que una delegación, lo de Madrid es una redacción.

Sí, es cierto. La plantilla de Barcelona está congelada y en Madrid la hemos incrementado. Además, en varias secciones: Economía, Política… Estábamos acostumbrados a publicar un periódico de papel. De pronto, con la digitalización y con el proceso que comentábamos, nos dimos cuenta de que la mayor parte de nuestra audiencia estaba fuera de Cataluña. No tenía sentido tener una delegación mínima en Madrid. La web es mucho más importante que el papel.

Tienen ustedes, entonces, una clara vocación de ser un periódico nacional.

Sí, pero sin perder esa característica propia de "diario catalán". Porque somos conscientes de que la mayoría de nuestros suscriptores sí están en Cataluña. La voluntad de La Vanguardia pasa por ser un periódico nacional.

¡A ver si van a tener que renombrar el periódico como entre 1939 y 1978! "La Vanguardia Española".

Usted ya sabe que aquel cambio no fue voluntad de la empresa [sonríe]. Lo impuso el régimen de Franco tras la Guerra Civil. Después, en Democracia, se pudo volver al nombre original.

"A raíz de 2017, ha habido un distanciamiento emocional entre Cataluña y el resto de España"

Hagamos ciencia ficción: la familia Godó, empujada por esa vocación de "diario nacional", renombra el periódico como "La Vanguardia Española". ¿Perderían muchos lectores?

En la sociedad catalana de hoy, ese nombre no se entendería. No sería bien recibido. Pero esta pregunta nos permite abrir una reflexión interesante acerca del concepto de España. En otros países, existe un patriotismo transversal: Italia, Francia o Alemania. En España, el patriotismo siempre se asocia a posiciones de derechas.

En las últimas campañas, el PSOE ha intentado recurrir a la idea de España, pero no con demasiada firmeza. Aquí, en Cataluña, si este periódico volviera a ser "La Vanguardia Española", muchos suscriptores se darían de baja porque no lo entenderían.

Es una tragedia para un país que el patriotismo se asocie a una ideología concreta. Pienso en Francia: allí, los partidos de extrema izquierda vibran con la bandera y con el himno.

En ese sentido, vuestro medio de comunicación, El Español, fue muy valiente al elegir su nombre. A nivel deportivo, ¿usted sabe la cantidad de debates que ha habido en el equipo de fútbol acerca de un posible cambio de nombre? Si El Espanyol se hubiese llamado, por ejemplo, "Deportivo Condal", seguramente tendría más afición.

La izquierda está dejando ese hueco por sus pactos con los nacionalistas. Pero, ahora mismo, no hay ningún partido de izquierdas que reivindique con firmeza la idea de España.

Eso enlaza directamente con el problema catalán. No hablo de una cuestión actual, sino de siglos. Debemos integrar a quienes se sienten catalanes y españoles, a quienes se sienten catalanes, españoles y europeos, a quienes se sienten catalanes y europeos pero no españoles, a quienes sólo se sienten catalanes, a quienes sólo se sienten españoles… A raíz de 2017, ha habido un distanciamiento emocional entre Cataluña y el resto de España.

Decía Cioran que los españoles nos hacemos sobre nuestro país las preguntas que en otras naciones se reservan a Dios: "¿Existe? ¿Es bueno que exista? ¿De dónde viene?". ¿Qué responde usted a todas esas preguntas?

Me siento más catalán que español, pero me siento también español. Tengo un sentimiento catalán muy fuerte, pero no tengo una percepción negativa de España. He crecido en Cataluña, con una cultura catalana, pero también siento míos, porque los vivo, elementos y símbolos de la cultura española.

El hecho de poder escribir en este periódico y en dos lenguas es una ventaja, no un problema. Para mí, una manera de ejercer la catalanidad es defender el conjunto de España. Por otro lado, no me siento en absoluto cercano a esos españoles que rechazan la catalanidad.

Es una ventaja publicar el periódico en dos lenguas, pero también un lío desde el punto de vista técnico, ¿no? ¿Usted cómo lo hace con sus artículos? ¿Primero escribe en castellano y luego traduce o al revés?

Empecé en un periódico bilingüe, el Diario de Barcelona. Así que tuve la oportunidad de elegir en mi primer artículo: fue en catalán. Después, he trabajado en periódicos en castellano. El País, El Periódico de Cataluña, La Vanguardia cuando sólo era en castellano… Me acostumbré a hacerlo así. Escribo bien en las dos lenguas, pero cuando me siento y me pongo, me sale en castellano.

En La Vanguardia tenemos un sistema de traducción. Es decir: traduzco mi artículo al catalán automáticamente y luego hago correcciones: giros, expresiones… A lo largo del día, en cambio, escribo más mensajes y correos electrónicos en catalán que en castellano. Porque el catalán es la lengua predominante en La Vanguardia.

Jordi Juan es director de La Vanguardia desde el 1 de marzo de 2020, justo antes de que empezara la pandemia.

Jordi Juan es director de La Vanguardia desde el 1 de marzo de 2020, justo antes de que empezara la pandemia. Berta Vicente Salas

Usted es el vigésimo director en 139 años. Eso no eran directores, ¡eran virreyes!

Para cualquier periodista catalán, es un honor trabajar en La Vanguardia. Imagínese ser director. Es un honor, pero también una gran responsabilidad.

Siempre se dedicó al periodismo, pero hizo una parada de seis años para trabajar en la consultoría privada. Le fue bien. ¿Cómo pudo volver? ¿Está totalmente loco?

Por el gusanillo del periodismo. Cuando tomé la decisión de irme a Spanair, veía poco futuro a esta profesión. Era director adjunto de La Vanguardia. No habíamos desarrollado todavía la edición digital, estábamos con el papel. Tenía mis dudas sobre el trabajo que estaba haciendo. Además, llevaba muchos años en lo mismo.

Me atrajo la empresa privada, la comunicación corporativa. Me fui a Spanair, que fue una experiencia apasionante. Cuando aquello cerró, monté mi propia agencia. Me iba bien. Pero el gusanillo no se iba. Sobre todo en las jornadas electorales. ¿Se imagina usted ver unas elecciones en casa y no en el periódico o en la sede de un partido? Vendí la empresa y volví a La Vanguardia.

El periodismo ha cambiado mucho. Van desapareciendo los bohemios y los bares de las redacciones. La barra de 'La Vanguardia', me dicen, cerró hace más o menos 35 años. ¿La conoció?

Sí. Estaba, efectivamente, dentro de la redacción. Lo que no llegué a ver, pero me lo explicaron los veteranos, era cómo el periodista, sentado en su mesa, pedía un whisky y un camarero se lo llevaba. Las redacciones eran un fumadero. Llegabas a casa oliendo de una manera muy particular. Olías a redacción. Tenía sus cosas buenas y sus cosas malas.

¿Qué cosas buenas tenía?

Creo que en los periódicos estamos perdiendo el diálogo y la fraternidad. Antes, los periodistas veteranos tenían tiempo de contar batallas a los jóvenes. Hoy, la digitalización hace que todo vaya muy rápido. A veces, los periódicos parecen sucursales bancarias. Es más: con esas pantallas colgadas que muestran las audiencias en directo, podemos parecer hasta brokers de bolsa.

Esas pantallas de audiencia, imagino, son un dilema moral para los directores. Ofrecen información muy interesante, pero pueden convertir a los redactores en hienas, en cazadores de tráfico.

La suscripción digital ha abierto una nueva vía. Porque, mientras el contenido en internet fue gratis, hubo una dictadura de la audiencia. Íbamos con el cuchillo en la boca a ver quién conseguía más clics. Ahora, en esta etapa, los contenidos que dan suscripciones son los que están bien trabajados: exclusivas, reportajes, entrevistas…

En ese sentido, me siento mucho más cómodo que cuando regresé a La Vanguardia y me integré en la dirección de la web. Por aquel entonces, se reconocían mis méritos por los resultados que obteníamos en el ranking de ComScore [entonces, el medidor oficial de audiencias]: si subíamos, si bajábamos… Hoy, el reconocimiento tiene que ver con las suscripciones y con la reputación del periódico.

"Hace algo más de diez años, La Vanguardia se dejó llevar por la corriente y adoptó una posición reivindicativa a favor de la independencia. Ya no es así"

'La Vanguardia', como el resto de periódicos decanos, ha dado muchos tumbos editoriales, la mayoría de ellos condicionados por la época. Nació como órgano del Partido Liberal en el siglo XIX, fue diario del franquismo… Pero, ya en democracia, con las manos libres, también se han dado giros por voluntad propia. En 2012, con la dirección de José Antich, 'La Vanguardia' apoyó sin ambages la deriva independentista. ¿Cómo lo vivió usted?

¡Gracias a Dios, estaba en la empresa privada! Lo viví desde lejos. Se ha escrito mucho sobre eso, se ha criticado un montón a La Vanguardia por todo aquello. Este diario lo hacemos nosotros, pero nos llevan los lectores. El éxito de permanecer 142 años en primera línea sólo se explica de esta manera: quienes han estado al mando de la nave han sabido leer por dónde iba la gente.

En ese momento, el país iba por ahí: los resultados electorales, las Diadas… La Vanguardia se dejó arrastrar por la corriente y adoptó una posición reivindicativa. Mucha gente creía que aquel proceso acabaría, in extremis, en un acuerdo con el Gobierno central. Pienso que si la dirección del periódico hubiera conocido cómo acabó todo, la declaración de independencia y la ruptura social que generó, no hubiera pisado gas tan a fondo.

Justo cuando Artur Mas iba a lanzar la consulta, la familia propiedad del grupo relevó a Antich y nombró a Marius Carol, que devolvió el diario a posiciones constitucionales.

La Vanguardia, después del cambio, y también grandes empresarios, intentaron convencer a Puigdemont y al Gobierno central de que llegaran a un acuerdo. Siempre he pensado que bastante culpa la tuvieron los dirigentes independentistas, pero si Madrid hubiese actuado de otra manera, se habría llegado a un acuerdo.

Creo que Alberto Núñez Feijóo, de haber sido presidente entonces en lugar de Rajoy, no hubiese dejado que la situación llegase al extremo. Es más: tengo completa seguridad de que Suárez, Calvo-Sotelo, Felipe, Aznar y Zapatero habrían llegado a un acuerdo con Puigdemont.

Hombre, pero en Cataluña fueron los independentistas quienes rompieron.

Sí, el independentismo tomó decisiones muy drásticas, pero el presidente Rajoy adoptó una actitud pasiva. Y en el primero de octubre envió a la policía para evitar que la gente votase. Se trasladó una imagen horrible al mundo y alimentó en mucha gente un sentimiento contrario a España.

¿Dónde se encuentra ahora 'La Vanguardia'? ¿Podría definirme la línea editorial del periódico? ¿Es catalanista? ¿Es nacionalista? ¿Qué piensa del independentismo?

Estamos intentando ayudar a resolver el problema catalán. Eso puede llevar a algunos a interpretar que el diario está del lado del Gobierno de Sánchez, por aquello de la estrategia de la "desinflamación". Pero ha sucedido a la inversa. Hemos sido nosotros los que hemos empujado al Gobierno con nuestros editoriales a tomar algunas decisiones. Creemos que la vía actual es la más adecuada.

Del mismo modo, tratamos de convencer a los partidos independentistas de que defiendan sus objetivos políticos sin forzar la legalidad. También les recordamos la importancia de gobernar. Porque ha habido unos años en que la Generalitat no estaba gobernando, sino en otra cosa. No se preocupaban por mejorar la vida de la gente, sino por lograr la independencia. La Vanguardia trabaja por la convivencia. No tiene sentido lo que pasó. Haremos todo lo que sea por la cohesión.

Pero, ¿cuál es la barrera entre nacionalismo y catalanismo? ¿'La Vanguardia' es nacionalista o catalanista?

Yo diría catalanista. Porque este diario predica el catalanismo, pero también el españolismo en muchos momentos. La Vanguardia publica muchos editoriales defendiendo las posiciones de España.

Señor director de 'La Vanguardia', ¿Cataluña es una nación?

No tengo ninguna duda: Cataluña es una nación y España es un Estado plurinacional.

Jordi Juan ha hecho la mayor parte de su carrera en La Vanguardia, aunque también trabajó en el ámbito de la consultoría privada.

Jordi Juan ha hecho la mayor parte de su carrera en La Vanguardia, aunque también trabajó en el ámbito de la consultoría privada. Berta Vicente Salas

Ese plan defendido tanto por 'La Vanguardia' como por Sánchez ha tenido el resultado práctico de la desinflamación. La tensión en las calles se ha reducido mucho. Pero el Tribunal Supremo advierte de que la eliminación del delito de la sedición concedida a los independentistas desprotege al Estado ante futuros golpes como el de 2017. Si un día, como amenazan a veces, vuelven a hacerlo, el Código Penal no tendrá herramientas para juzgarlos.

Tengo la sensación de que se llegó a tal extremo… Dudo que se pueda volver a repetir. Una parte de la ciudadanía catalana vivió creyendo que la independencia era posible. Pensaban que Europa avalaría esa independencia, que los empresarios nunca se irían… Europa no avaló y los empresarios se fueron. Se vieron cerca del abismo. 2017 fue un antídoto para el futuro.

Mi razonamiento sería totalmente distinto si Vox hubiera llegado al Gobierno. Si Abascal estuviese en el Consejo de Ministros, podrían tomar decisiones muy agresivas, esto se calentaría y no sé lo que podría ocurrir. Pero con un gobierno que no busque la confrontación, me parece imposible que se produzca un escenario similar al de 2017.

Los editoriales son los artículos que menos gente lee, pero explican el resto del periódico. Dos días después de las elecciones, 'La Vanguardia' fijó su posición con este párrafo: "Sería bueno que se hallara una solución satisfactoria para Puigdemont. Pero sería no menos bueno que en Junts supieran aprovechar la oportunidad que se les presenta y aprovecharla en beneficio propio y también para facilitar la gobernabilidad". Cristalino. Quieren el pacto entre Sánchez y Puigdemont.

Sí. Una de mis grandes obsesiones es no tocar el violín. En los momentos clave, debemos enviar un mensaje claro al lector. Independientemente de que eso pueda generar susceptibilidades. Leo muchos periódicos de línea editorial contraria a la nuestra. Es un ejercicio intelectual que me encanta hacer. Hoy existe una oportunidad clarísima. El temor es que Junts no la sepa aprovechar y plantee al Gobierno exigencias imposibles.

Puigdemont ha empezado con esas exigencias imposibles: amnistía y referéndum.

Una cosa es indultar a personas que ya han sido juzgadas y otra es la de plantear una amnistía para personas que ni tan siquiera han sido juzgadas. Parece algo imposible. No soy un experto jurista. El entorno de Puigdemont asegura que esa "amnistía para todos" entra en la Constitución y algunos dirigentes socialistas también lo ven así. Esta es la clave. Si se consigue un acuerdo con esto, el resto ya será menos complicado de resolver.

Junts ha tomado decisiones muy erráticas en los últimos tiempos. Resultó extraño que se fueran del Govern de la Generalitat. Normalmente, a los partidos los echan de los gobiernos, no se van por voluntad propia. Tras las autonómicas y municipales, pudieron llegar a acuerdos muy interesantes con los socialistas, pero no quisieron porque el PSC dejó a Trias sin la alcaldía de Barcelona. Podrían estar mandando en tres diputaciones muy importantes y ahora están fuera.

Pero tengo la sensación de que, esta vez, Junts puede cambiar de estrategia. Creo que son conscientes de que están ante una oportunidad histórica y no la quieren desaprovechar.

¿Y eso cómo se explica? ¿Por qué un partido, por independentista que sea, acaba renunciando al poder y a la influencia?

Ha existido una tendencia en Junts a buscar el caos: que España vaya mal, que sea un lío descomunal, que haya crisis, que se tambalee la jefatura del Estado… Quizá ahora puedan pensar que, provocando unas nuevas elecciones, aumenta el caos. Sin embargo, insisto: la carambola electoral ha dejado a Junts en una posición clave y creo que van a intentar sacarle partido.

"La carambola electoral ha dejado a Puigdemont en una posición clave y creo que va a intentar sacarle partido"

'La Vanguardia' va a apoyar el pacto entre Sánchez y Puigdemont mientras haya tiempo.

El pacto será una buena solución siempre y cuando tenga una lógica y no sea imposible de llevar a cabo.

¿Lo hará porque considera ese pacto bueno para España o bueno para Cataluña?

Será bueno para España en general y para Cataluña en particular. Primero, porque conviene evitar la repetición electoral. Y segundo, porque puede ayudar a solventar el llamado problema catalán. Con Carles Puigdemont en Bélgica, no puede resolverse ese problema.

El problema catalán no lo puede resolver el PSOE en solitario con los independentistas. Es necesario contar con el PP. Y eso, en el contexto actual, es imposible. Si hay pacto entre Sánchez y Puigdemont, habrá una reacción muy dura de la oposición y también de su entramado mediático más próximo. Dicho de otra manera: si hay acuerdo, le seguirá un ruido ensordecedor.

¿Qué piensa 'La Vanguardia' de un acuerdo entre PSOE y PP que deje fuera de la gobernabilidad a los extremos y a los nacionalistas? Independientemente de que, hoy, parezca imposible.

Si uno analiza los programas de los dos grandes partidos, verá que no hay tantas diferencias. Arrastramos muchos problemas que sólo ellos dos pueden solucionar: la financiación autonómica, las pensiones, las renovables… Debería repetirse el consenso de finales de los setenta.

Ciudadanos ya no existe, Podemos ha quedado eclipsado, Vox ha caído… Ha vuelto el bipartidismo, aunque un bipartidismo imperfecto. Señores, ha llegado el momento de que negocien. Sin embargo, la relación entre PP y PSOE es hoy peor que nunca. Y mire que González y Aznar tuvieron problemas. Pero hemos llegado al extremo: los aparatos de PP y PSOE trabajan para acabar el uno con el otro. Le cuento una anécdota.

Adelante.

El otro día estuve charlando con un importante empresario extranjero que tiene negocios en España. Me decía: "¿Cómo es posible que quieran pactar con Vox y Podemos pudiendo hacerlo entre ellos?". Tiene razón.

Pero ya no es sólo la coincidencia programática entre PP y PSOE en relación a los extremos. El PSOE coincide mucho más con el PP que con las fuerzas independentistas: ERC, Junts, Bildu…

El PP está instalado en el discurso de la oposición. Fíjese en la pandemia: mantuvieron una actitud muy poco seria. Fueron incapaces de aparcar la confrontación. El Gobierno socialista tomó decisiones equivocadas, pero en un momento como aquel, había que ponerse a disposición.

Detecto que los acuerdos entre PP y PSOE son de su agrado. ¿'La Vanguardia' sólo defiende el pacto con Puigdemont porque considera imposible el pacto entre Sánchez y Feijóo? O mejor dicho: si existiera una mínima posibilidad, ¿'La Vanguardia' publicaría un editorial para empujar el pacto del bipartidismo?

Si tuviera una varita mágica, me gustaría un acuerdo a tres bandas. PP, PSOE y Junts. Así se arreglaría el problema.

Oiga.

He dicho: "Si tuviera una varita mágica". Si el PSOE tuviera mayoría absoluta, también abordaría el problema de Puigdemont. Lógicamente, no ahora. Pero sí en un futuro. Ahora se ve obligado a hacerlo para conseguir su apoyo. Yo apoyaría un gobierno de concentración en un momento tan delicado como este, pero sólo si se aborda el problema catalán.

Pero son dos caminos distintos: ¿prefiere el pacto Sánchez-Puigdemont o un acuerdo PP-PSOE?

Mucha gente pide de forma loable ese pacto PP-PSOE, pero es imposible. Basta con leer los periódicos para saber que no ocurrirá. Sólo piensan en destruirse.

Estoy de acuerdo con ese empresario extranjero del que me hablaba: esto, visto desde fuera, y también por muchos desde dentro, es un auténtico delirio. ¿Cómo es posible que los dos grandes partidos no se pongan de acuerdo para evitar que la gobernabilidad de España dependa de un prófugo de la justicia?

Con una salvedad: en Alemania sí se produjo la gran coalición, pero mire al resto de países. En Europa y en América. Hay mucha polarización. La disputa es tan bestia que pasa por encima de los intereses de los países.

Precisamente por eso: ¿realmente ve mejor un pacto Sánchez-Puigdemont que la repetición electoral?

El gran drama es que la repetición electoral no garantiza que mejoren las posibilidades. Podríamos tener unos resultados similares o peores desde el punto de vista de la gobernabilidad.

Si Sánchez es capaz de lograr un acuerdo de gobierno a cuatro años con todos sus socios... No le estoy hablando de geometría variable y de pactos coyunturales, sino de un gran acuerdo global con Sumar y los independentistas. Si es capaz de ello, la legislatura no será tan complicada.

'La Vanguardia' es un poder fáctico en Cataluña. Hemos comentado por encima que el periódico intentó mediar hasta el final para que Puigdemont no proclamara la independencia. Aparte de sus editoriales, ¿el grupo Godó actuará ahora como una suerte de mediador entre el Gobierno y Junts?

La Vanguardia tiene una gran responsabilidad. Vale la pena aprovechar las oportunidades que tengamos, pero conscientes de nuestra misión. No creo en ese periodismo estrella o salvador de acontecimientos históricos. Sin embargo, es evidente que tenemos un grado de influencia. Vamos a intentar aprovecharlo, pero no más de lo que nos corresponde.

Un momento de la entrevista.

Un momento de la entrevista. Berta Vicente Salas

El PSOE está dando por hecho que habrá investidura gracias a Junts, pero al mismo tiempo niega que vaya a plegarse a sus exigencias de "referéndum y amnistía". ¿Por dónde cree que irá la negociación? ¿Qué puede ofrecerle Sánchez a Puigdemont que esté dentro de la Constitución? Esa es la clave de lo que viene.

Puigdemont está muy dolido. Desconfía mucho del PSOE. Le dicen de todo: que es un fugado y todo eso. Y es verdad. Pero voy a tratar de analizar lo que pasa por su cabeza: está muy dolido. Si Sánchez quiere su voto, más que prometerle el oro y el moro, debe ganarse su confianza.

Puigdemont sostiene que ha hablado con emisarios del Gobierno. Creo que es cierto, que hubo conversaciones. Pero no se tradujeron en nada práctico. Porque Sánchez sufrió mucho desgaste con los indultos y la reforma del Código Penal. Imagínese si a eso se le hubiera añadido un gesto hacia Puigdemont.

En un tiempo récord, Sánchez debe ganarse su confianza. Esa es la clave, y luego ya llegará el contenido del acuerdo. Para Puigdemont lo más importante ahora es la amnistía. Más adelante se abordará el tema del referéndum. Es más: en el mundo independentista, muchos están convencidos de que, si consiguieran hoy un referéndum, lo perderían. Con la boca pequeña, dicen: "Referéndum ahora no, mejor dentro de veinte años".

Es importante la confianza, pero sin una cesión de Sánchez, Junts no va a investirlo. ¿Qué le pueden ofrecer?

Creo en la política, en la confianza. Si no se consigue forjar esa confianza, Junts no cambiará de posición.

De la lectura diaria de 'La Vanguardia' en los últimos tiempos, entiendo que la relación con el actual Gobierno es muy buena. Pero, ¿qué tal con Puigdemont? ¿Tienen hilo directo con Waterloo? No concede una entrevista a 'La Vanguardia' desde hace mucho tiempo.

Puigdemont no suele dar muchas entrevistas. Ha tenido estos días muchas peticiones de medios internacionales. La Vanguardia mantiene una relación normal con él. Hemos tenido contacto, igual que con todos los partidos. Somos un diario muy transversal en ese sentido. En esta última campaña, sólo nos falló Vox, que no quiso darnos la entrevista con Abascal.

"Somos un diario muy transversal. Abascal fue el único que no quiso darnos la entrevista en campaña"

¿Cómo le cuentan a sus lectores qué es Junts? Por un lado, están los descendientes de Jordi Pujol; pero por el otro están los más próximos a Puigdemont. Esa tendencia al caos de la que me hablaba.

A veces, caemos en el error de interpretar a Junts como los descendientes de Convergència, pero no es así. El hecho de que haya muchos ex de CiU en Junts no significa que esta nueva marca sea una evolución de la anterior. Es otra cosa totalmente distinta. Junts nació como un movimiento independentista en pleno procés a imagen y semejanza de Puigdemont.

Pero hay familias distintas en Junts.

Sí. Porque, ahora, los antiguos convergentes quieren que Junts evolucione hacia lo que fue CiU en el pasado, aunque con una posición mucho más soberanista. Pujol no hablaba de "independencia", creía que eso conducía a la frustración. Pujol iba diseñando un país independiente: medios de comunicación en catalán, cultura en catalán… En definitiva, que la gente creciera creyendo que Cataluña era un país propio, aunque en realidad estuviera integrado en España.

Sus sucesores rompieron esto último. Puigdemont manda mucho. La prueba es que, estando en Waterloo, cuando Junts debatió si se iba del govern de la Generalitat, ordenó que así fuera y los suyos cumplieron.

¿Y por qué consigue mandar Puigdemont sobre todas las familias? ¿Es carisma o qué es?

La Historia se escribe como se escribe. Puigdemont quería convocar elecciones, y no declarar la independencia. Fue Esquerra Republicana la que lo arrastró a la ruptura. Después de aquello, se convirtió en el más radical de todos. Su trayectoria, sea por lo que fuere, le ha granjeado el respeto de los suyos.

Los nombramientos de directores en La Vanguardia son ratificados por la redacción. Juan obtuvo el 77% de votos favorables.

Los nombramientos de directores en La Vanguardia son ratificados por la redacción. Juan obtuvo el 77% de votos favorables. Berta Vicente Salas

Otra paradoja: si Sánchez quiere gobernar, tendrá que pactar con aquellos que han sido derrotados en las urnas. El independentismo se ha desplomado en Cataluña el 23-J. Los perdedores de Cataluña pueden acabar invistiendo al perdedor de las generales. ¿No es un precio muy alto que los perdedores sean los que tienen la llave?

La paradoja es que, consiguiendo el peor resultado de los últimos años, los independentistas catalanes tienen más influencia que nunca. Podría haber ocurrido al revés: un Vox todavía más débil, pero con capacidad de sumar mayoría absoluta con el PP, habría sido el gran ganador del 23-J.

De los resultados electorales podemos extraer una conclusión clara: Vox sigue dando miedo, pero las alianzas con Bildu o con quienes dieron el golpe de 2017 no penalizan. ¿Por qué?

Ha podido más el miedo a Vox, sí.

El hecho de que Vox penalice más que la alianza con una marca que no condena en su totalidad el terrorismo merece un análisis.

Déjeme un segundo, voy a buscar un dato [se levanta, se acerca a la mesa y coge un cuaderno]. El PP tiene un gravísimo problema en el País Vasco y en Cataluña. De los 18 escaños jugados en el País Vasco, 2 son del PP. En Cataluña, de los 48 en juego, sólo 8 son del PP y de Vox.

Si Feijóo no cambia el discurso y su manera de dirigirse a los ciudadanos, se limitará a ser un partido sin ninguna influencia en estas dos regiones tan grandes. Desapareció CiU, una formación catalanista y moderada. El PP debería hacer un esfuerzo para ocupar ese espacio.

Hay mucha gente en Cataluña que no sabe a quién votar y acaba eligiendo al PSC porque, por el posicionamiento del resto, acaba convertido en centrista. El 23-J confirma que en Cataluña y País Vasco no penalizan los pactos del PSOE con los partidos independentistas. Ese "que te vote Txapote" genera una enemistad muy grande hacia el PP.

Pero le hablo de algo mucho más amplio: el miedo a Vox ha cundido en toda España, no sólo en Cataluña y País Vasco. Del mismo modo, al PSOE no le han penalizado los acuerdos con Bildu en ningún lugar. Si no, el PP podría haber arrasado en Andalucía o Extremadura.

Si no existiera Vox, Alberto Núñez Feijóo lo tendría todo para ser presidente del Gobierno.

Para acabar: en Cataluña sigue sin cumplirse la enseñanza del 25% en castellano. ¿Cuál es la postura del periódico sobre este asunto?

Se escriben y se dicen muchas cosas sobre este tema. No es cierto que el castellano esté perseguido en Cataluña. Aquí funciona un sistema desde el principio de la Transición que ha sido un éxito: la inmersión lingüística. No le veo recorrido a la polémica. No existe un problema. He sido profesor de universidad muchos años. La gente habla perfectamente ambos idiomas.

Hablo de un hecho concreto: hay una sentencia que la Generalitat no quiere cumplir.

Es muy difícil de cumplir. No se le pueden poner puertas al campo. Debe haber transparencia para que los padres elijan la escuela sabiendo cómo funciona. Pero pretender fijar por ley un porcentaje… Cada zona tiene su idiosincrasia. Hay zonas donde hace falta un porcentaje mayor de castellano porque viven en un ambiente muy catalán. Pero en el área metropolitana, hay ambientes donde sería bueno que hubiese más horas de catalán.

Terminemos con una porra: ¿habrá pacto entre Sánchez y Puigdemont?

En este momento, veo todo muy igualado. Veo a un Puigdemont que parece que quiere aparcar todos los reproches de estos últimos años y que va a plantear a fondo un paquete de medidas para volver a la situación que había antes de 2017.

Su carta a los Reyes Magos dice: amnistía, blindaje del catalán y una promesa de referéndum. Y, en el otro lado, veo a un Sánchez que sabe que, si logra ese acuerdo, tendrá cuatro años de legislatura por delante para gobernar y dejar el tema catalán prácticamente resuelto. No es poca cosa.

El problema es la desconfianza entre las partes y el poco tiempo que tienen. Y también el efecto Esquerra. Sánchez no los puede dejar ahora fuera, en la cuneta. Sus diputados también cuentan. Creo que Sánchez y Puigdemont saben lo que quieren y cómo pueden lograrlo. El problema es si serán capaces de hacerlo en tan poco tiempo.

El despacho del director de La Vanguardia, Jordi Juan, con vistas a la avenida Diagonal de Barcelona.

El despacho del director de La Vanguardia, Jordi Juan, con vistas a la avenida Diagonal de Barcelona. Berta Vicente Salas