Captura de pantalla del vídeo de La força de la gent.

Captura de pantalla del vídeo de La força de la gent.

Política CATALUÑA

El 'tsunami' separatista lanza un himno cumbayá mientras llama a la desobediencia civil

Una veintena de artistas participa en una canción para convertirla en la banda sonora de las protestas contra la sentencia del 'procés'.

12 octubre, 2019 01:35

Xenofobia con espíritu cumbayá. Peronismo filofascista y canciones de fogata. Supremacismo de extrema derecha, maoísmo adolescente y escultismo católico. Los 8.000 asesinatos de Lluís Companys y proclamas de amor universal que sonarían cursis incluso al oído de Paulo Coelho. Y, ahora, un himno separatista a cargo de la misma plataforma nacionalista, Tsunami Democràtic, que llama a la desobediencia civil y a la "lucha organizada y determinada" contra la sentencia del procés.

El nacionalismo catalán siempre ha aunado ideologías extremas y aparentemente incompatibles, pero las contradicciones se han acentuado durante los dos últimos años. En la lógica del procés ha resultado perfectamente compatible jalear a presuntos terroristas en el Parlamento autonómico catalán mientras se presumía de pacifismo, ver a la CUP marcar el paso a la alta burguesía catalana o pedir diálogo al Gobierno mientras se llamaba a "la resistencia" y se dejaba al albur de los más radicales la decisión sobre cuál es la intensidad de "la resistencia" que cabe aplicar en cada caso concreto.

La canción La força de la gent (La fuerza de la gente) de la plataforma Tsunami Democràtic es la enésima iniciativa del separatismo para tratar de reavivar el vigor de unas masas separatistas cuya flojera empieza a ser difícil de disimular. Parece dudoso que la tonadilla, un batiburrillo de rock catalán y canción de verbena, vaya a excitar el ánimo de nadie. Pero el procés es ya poco más que la plataforma promocional de personajes pintorescos a la búsqueda de sus cinco minutos de fama.

La veintena de artistas que cantan la pieza, y entre ellos Lax'n'Busto, Gossos, Els Pets o la Elèctrica Dharma, son viejas glorias del rock y el pop catalán de los años noventa. La letra de la canción, una arenga con bastante más azúcar que veneno: "Somos la gente que no se resigna, la que nunca desespera, somos tozudos, somos insistentes, cuando todo es tan urgente, la respuesta somos nosotros, gota a gota crece la ola, hasta hacerse grande como un tsunami, de la gente que ha vencido al miedo, y desea un mundo mejor".

Paraguas del victimismo 

El vídeo de La força de la gent, que imita al del tema We Are the World, grabado en 1985 con el objetivo de recaudar fondos contra la hambruna en Etiopía, incluye imágenes del referéndum del 1-O y de manifestaciones separatistas, pero también de concentraciones feministas, en favor de los refugiados, en contra del trasvase del Ebro, en contra del servicio militar o en contra de los recortes presupuestarios de la Generalidad.

Su objetivo parece ser, como suele decir Gabriel Rufián, "ampliar la base del separatismo". Es decir, reunir al máximo número posible de descontentos con el sistema bajo el paraguas del nacionalismo catalán, reconvertido ahora en un caja de Pandora del victimismo capaz de albergar cualquier protesta social o política de moda, sin importar lo desvinculada que esté esta del separatismo.  

La canción no parece haber entusiasmado entre el público nacionalista. Algunos, por considerarlo una cursilería que en poco ayudará al objetivo de hacer doblar la rodilla del Estado. Otros, por escasamente beligerante. Los comentarios satíricos han doblado al de los comentarios laudatorios y la indiferencia ha sido generalizada.

Mientras tanto, la plataforma impulsora, Tsunami Democràtic, pide a los catalanes que se preparen para una movilización "sostenida en el tiempo" y que puede durar "meses o años". Parece dudoso, en cualquier caso, que ni siquiera el más convencido de los nacionalistas catalanes pueda soportar, no ya meses o años escuchando La força de la gent, sino simplemente unas horas. El retorno a Ítaca se pone cada vez más difícil, y no por los obstáculos que pone el Estado, sino por los que se ponen los propios separatistas a sí mismos.