Como siempre llevó el nombre de su pueblo por delante, me alegra que sea en su pueblo, Los Navalmorales de Pusa o de Toledo, donde ahora, con los tiempos más calmados, se lleve a cabo su más que merecido homenaje. En marzo del año veinte no pudo ser. Paco Torres, “Calata”, en su pueblo, fue una de las primeras víctimas del covid. El día seis de agosto, sábado y esperemos que con menos calor que ahora, se llevarán a cabo una serie de actos en su memoria, promovidos por su mujer, Ana, y su hijo Adrián. Allí estarán casi todos  sus amigos. Será la despedida que no pudo ser y la fiesta en que se convertía cualquier evento en el que aparecía.

Tuve la suerte de ser compañero de COU de Paco Torres, allá por el 1972-73 en el entonces Instituto de Enseñanza Media Padre Juan de Mariana de Talavera de la Reina. Paco venía del Seminario de Toledo, algo que le chocaba a todo el mundo porque no arrastraba en su forma de comportarse nada que lo hiciera sospechar. Comenzó allí en un grupo de estudiantes su aventura en el teatro, porque al año siguiente estaba como alumno en la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid y como siempre buscándose la vida en lo que fuera para mantenerse. En Talavera, que uno recuerde, llevaba la contabilidad de una pequeña empresa, formó parte de la plantilla del Talavera C.F., aunque nunca debutara en partido oficial y solo cobrara una pequeña parte de las primas, y no decía no a ningún trabajo que saltara. A él, una vez que no tuvo otra que decir que no, le debo trabajar de cartero en su puesto, los meses de verano de aquellos años en Correos por una recomendación suya a un paisano.

Desde aquel curso siempre estuvimos en contacto. Paco Torres fue el único del grupo de teatro que hacía sus pinitos en el instituto de la mano de Vicente Torrejón y del director José Luis Narrillos, que echó la pata adelante y se empeñó en vivir del Arte. Buena parte de los demás que tenían o teníamos al menos las mismas ilusiones y cualidades que él nunca nos atrevimos a ello. Fuimos, como se decía entonces, a lo seguro: profesores, abogados, economistas y algún que otro periodista; otra carrera que se ponía por aquellos años en el catálogo de las de alto riesgo, de ser un lujo, de nunca vivir de ella, creo que Paco estudió también Periodismo una temporada.

Paco Torres no hizo lo que la mayoría. Hizo lo que quiso, aunque como luego me decía muchas veces, pagó un precio del que se quejaba amargamente. Añoraba haber sido profesor, tener su sueldo seguro y no andar a salto de mata buscándose la vida desde el primer día hasta el último. Todos pagamos un precio. Unos el de la libertad, otros el de la presunta seguridad. Eso sí, Paco nunca dejó de luchar y de buscarse la vida, de inventarse una y otra vez a sí mismo.

Su penúltimo intento de no depender de casi nadie fue su paseo por la más pura y viva picaresca con su Compañía de Cómicos ambulantes, para la que recuperó a su entrañable y lopesco Añasco el de Talavera.

Su gente de siempre de la Orquesta Piraña, el seis de agosto, volverán a poner la música para que los que acudan a su pueblo puedan recordar a Paco Torres cantando a Celentano o cualquier cosa que se tercie, como le gustaba decir.